"Despertar"
Los murmullos a mi alrededor llegan a mi cerebro como si fueran un enorme mazo que no tenía nada más interesante que hacer que golpear mi cabeza.
Mi cuerpo reposa relajadamente sobre una superficie horizontal y la comodidad se me hacía tremendamente familiar.
Inhalo profundamente con la intención de orientarme un poco, para llegar a la conclusión de que me encuentro en mi habitación. Siento un peso sobre mi abdomen y una brisa cálida cerca de mi rostro.
Poco a poco abro los ojos, preguntándome cuándo será el día que deje de desmayarme como si mi vida dependiera de ello, y me encuentro con el televisor encendido a bajo volumen. El peso en mi barriga resulta ser el brazo de Louis y la cálida brisa es su pausada respiración. Está dormido.
Me giro lentamente para no despertarlo, su brazo me aprieta más contra sí mismo y se remueve un poco, pero no se despierta. Al bajar la mirada, me doy cuenta que ambos aún tenemos la misma ropa con que fuimos al baile, la única diferencia es que no tenemos los zapatos.
Paso los dedos suavemente por su piel, retirando su cabello. Aprieta sus párpados ligeramente y una pequeña curva apenas notable se asoma por sus labios.
—¿Cuánto llevas despierta? —susurra muy bajo sin abrir los ojos.
—Acabo de despertar —respondo en el mismo tono.
—¿Cómo estás?
—Con mucho dolor de cabeza.
—¿Quieres que vaya por tu mamá para que busque algo que lo alivie? —al abrir sus ojos, veo la preocupación destilando en ellos.
—No. Quédate —suplico—. Estoy bien así, solo trata de no hablar alto. Pero sí te pediría que apagues el televisor.
Extiende su brazo por su espalda lo que puede, buscando el control remoto para hacer lo que le pedí. Se remueve un poco más al no sentirlo por ninguna parte.
—¿Qué pasó luego de desmayarme? —cuestiono sin apartar la mirada de él.
La habitación queda envuelta en una completa oscuridad, a excepción de los rayos de luz de luna que descienden a la Tierra, colándose suavemente a través de las cortinas de mi habitación. Mira la hora en su teléfono antes de acomodarse como estaba y responderme. Son las tres y media de la mañana.
—Glenn fue la primera en llegar a nosotros —sus dedos juegan con las puntas de mi cabello que están en la parte de adelante de mi hombro—. Tu estado era el mismo que se tiene cuando no se come lo suficiente, pero todos aseguramos que tu alimentación había sido la de siempre estos últimos días.
»Te llevamos hasta la enfermería para hacer un chequeo más profundo, sin embargo, no dio resultados que apoyaran la teoría de Glenn. Finalmente recomendó que te trajéramos para que descansaras.
—¿Trajéramos?
—Nos quedamos en la sala charlando con la esperanza que despertaras pronto. Como no sucedió y ya era demasiado tarde, tus padres decidieron que lo mejor era dejar que ellos se quedaran aquí a dormir, luego de llamar a sus respectivos padres.
»Por cierto, la relación entre Jedd y Glenn finalmente es oficial. Ella le dijo que sí poco antes de tu desmayo.
—Me alegro por ellos —murmuro con sinceridad.
—Yo igual me alegro. Pero me alegra más tu "sí" que el de ella —toma mi mentón entre sus dedos y pellizca suavemente, en un gesto tierno—. El tuyo es para mí.
Sonrío ligeramente.
—Supongo que mi hermano estuvo más que encantado con la idea de que todos se quedaran.
—No mucho —esperaba una respuesta positiva, pero al no tenerla frunzo el ceño.
—¿Por qué no?
—Maddie se puso muy débil aproximadamente media hora después de haber llegado aquí. Apenas podía caminar o mantenerse de pie. Llamaron a sus padres y recomendaron absoluto reposo hasta que ellos vinieran por ella a primera hora de la mañana.
Cierro los ojos fuertemente cuando un pinchazo atraviesa mi cerebro, suelto un quejido y Louis aprieta su mano en mi cintura, demostrándome apoyo.
—Iré por tu madre —retira su mano y se mueve con la intención de levantarse.
—No —suplico tomándolo del brazo fuertemente.
—Ally, acepta que no estás bien y déjate tratar.
Justo cuando se pone de pie la puerta de mi cuarto es abierta lentamente, dejando libre la entrada a mi habitación a mi madre.
—Ya te iba a buscar —le dice Louis apenas la reconoce en medio de la oscuridad, enciende la lámpara de mi mesita de noche en el momento perfecto para ver mi fulminante mirada—. Ella no quería que fuera —rodea la cama para sentarse del otro lado, mientras mamá se acerca a mí.
Es mi turno de ganarme una mirada fulminante. Ella posa su mano en mi frente para tomar mi temperatura.
—Le duele mucho la cabeza —le informa Louis.
—Voy por una pastilla —luego se desaparece.
—¿Por qué ahora no dejas que te cuidemos? —él toma mi mano entre las suyas para acariciarla suavemente—. Siempre lo has hecho.
Tiene razón, nunca me ha importado pedir ayuda cuando se trata de cosas de salud, todo con tal de sentirme mejor lo más pronto posible.