"Perdón"
A la mañana del día siguiente, sábado, bajo las escaleras a paso lento, deslizando la mano por toda la baranda. No he intentado contactar a Ally, ella quiere que siga la corriente y eso hago. No llamé ni insistí por ayer, pero hoy sí iré a disculparme como es debido.
Me siento en un banquillo con un vaso de agua en las manos y medito unos minutos, pensando en cuáles palabras debo decir para no empeorar las cosas.
Evy entra en la cocina, dando saltitos y tarareando una canción, agarra una botella de jugo y se encarama en otro banquillo, a mi lado.
—Estuve a punto de llamar a emergencias —comenta, distraída, intentando abrir la botella.
—¿Por qué? —se la quito de las manos para ayudarla, desenrosco la tapa y se la devuelvo.
—Gracias —da un gran sorbo—. No saliste de tu habitación hasta la hora de la cena, y no quisiste jugar con nosotros ayer. ¿Problemas en el paraíso?
—¿Qué edad tienes? —la miro de arriba hacia abajo—. ¿Seis? —le quito la botella de la mano otra vez, ahora para tomar un poco.
—Tengo diez, zopenco —me da un manotazo cuando tomo más de la cuenta y me arranca la botella.
—¿No estás muy chiquita para saber de esas cosas?
—Soy niña, no ignorante —me patea por debajo del mesón—. Sé que tienes problemas con Ally. No eres bueno ocultándolo.
—¿Quién te dijo que mi intención es ocultarlo?
—Cuéntame, hermanito —apoya los codos en el mesón y la barbilla sobre sus manos—. ¿Ally olió el hedor que sale cuando te quitas los zapatos y por eso te dejó? Espero que sea un buen motivo para que empieces a usar medias.
—Primero: Ally no me dejó. Segundo: ella ha olido cosas peores... como tus pañales, por ejemplo.
—Para tu información, ella ha olido todos los pañales de todos los que nacimos después de ti, así que no me eches toda la culpa de lo que ha olido tu novia.
Mentira no es. Ambos teníamos cinco años cuando nos conocimos, yo estaba cerca de cumplir los seis. Alissa tenía dos años y estaba aprendiendo a dejar el pañal, por lo que varias veces fuimos testigos de sus accidentes por no avisar a tiempo.
—Los tuyos eran un caso especial —le digo.
—Los tuyos debieron haber sido peores —se mira las uñas—. Afortunadamente, aún faltaba mucho para que yo llegara a arruinarte la vida, y no tuve la mala suerte de olerlos.
—Fastidiosa —le revuelvo el pelo, ganándome otro manotazo.
—Inmaduro.
—Que esto quede entre nosotros, ¿sí?
Asiente y se termina de tomar el contenido de la botella. Se pone de pie para ir a botarla en la basura y se dirige a la puerta de la cocina.
—Buenos días —saluda mamá al entrar.
—Louis está despechado —suelta mi queridísima hermana al pasar por el costado de nuestra madre e irse de la cocina.
Dejo caer la cabeza en mi brazo, que está sobre el mesón, y niego con la cabeza.
—¿Por qué estás así? —mi madre me acaricia la espalda y se sienta dónde estaba Evy.
Giro la cabeza, sin levantarla de mi brazo, para mirarla. Me acaricia la frente, peinando mi cabello hacia un lado.
—Problemas con Ally.
—¿Quién es el del problema? —entorna levemente los ojos.
—Yo.
—¿Qué le hiciste a esa pobre criatura?
«Besar a Maddie delante de ella y Nathan por culpa de un espectro malicioso».
—Tuvimos un desacuerdo.
—¿Es grave?
—Nada del otro mundo —tiene mucho que ver con otro mundo.
—Habla con ella, y no seas tan torpe —juega con mi cabello mientras frunzo el ceño—. Ambos hacen una pareja muy linda como para que pasen tiempo peleados.
—Lo haré.
—Lo harás —reafirma—. Después de desayunar. Eres mi bebé mayor, pero tendrás que abandonar el nido algún día y me gustaría que fuera con Allison, pero a su tiempo. No quiero un bebé más en esta casa por ahora.
—¿Por quién me tomas? —me incorporo, mirándola con el ceño fruncido—. No soy tan irresponsable.
—¿Qué quieres decir con eso? —se levanta y se acerca a mí para darme un manotazo en la cabeza—. Te hace falta un corte de cabello.
—A Ally le gusta así.
***
Estando a punto de tocar el timbre de la casa de los mellizos, arriesgándome a que me reciba Nathan y me dé la bienvenida con golpes, Ally abre la puerta y la cierra de inmediato cuando sale. Da media vuelta y da un pequeño salto en su lugar al verme tan cerca.
—¿Qué haces aquí? —frunce el ceño, pero no luce enojada.
—¿Tú qué crees? —respondo con simpleza.
—¡Deja la inmadurez y dame la cara! —escucho gritar a Maddie desde dentro de la casa, perdiendo la paciencia, miro de reojo por la ventana que ella sigue a Nathan, bajando las escaleras, y él sencillamente la ignora—. ¡Ni siquiera has dejado que te explique!