"¡Madura!"
Luego de un rato de súplicas, logré convencer a Louis de acompañarme a la biblioteca a buscar la obra de un autor que necesito para un trabajo. Solo a eso. Pero su respuesta antes de aceptar fue: «ir a la biblioteca contigo es como ir de compras».
Por lo que ahora me encuentro haciendo una pequeña fila para poder llevarme el libro prestado. Siento una mirada fija en mí, y sé de quién es. Giro para sonreírle, encontrándome con que tiene mi bolso aferrado en su pecho, que un chico está hablándole y él tiene una expresión que dice «te golpearé si no te callas» que me causa gracia; él mantiene su vista perdida y fija en alguna parte de mí, absorto a lo que le está diciendo el otro.
Finalmente noto cómo aprieta la mandíbula y le espeta al chico unas cuantas palabras, pero no puedo seguir viendo porque es mi turno.
Al dar media vuelta para ir con Louis, noto que el chico ya no está y él luce más relajado, aunque aún sigue apretando mi bolso como si su vida dependiera de eso.
—¿Y esa cara de pocos amigos? —lo miro complacida de verlo de esa forma, sigue causándome gracia.
—Un estúpido no dejaba de mirarte y se burló de la chica frente a ti porque su estilo es nerd según él.
—Mi héroe —canturreo para molestarlo, reposando la cabeza en su hombro y mirándolo mientras le hago ojitos.
—Me doy cuenta de que estás disfrutando verme así —me mira de reojo.
—Un poco —beso su mentón rápidamente antes de abrir el libro, ahora soy yo la que lo quiere molestar.
Comienzo a leer la primera página de contenido mientras Louis se mira las uñas. En realidad, no estoy leyendo nada, sólo miro las páginas del libro y, de soslayo, lo miro a él.
—¿En serio te pondrás a leer aquí? —finge desinterés, pero su mirada se encuentra con la mía durante unos segundos.
—Nunca es malo leer un poco en cualquier parte —paso una página.
—Pero ¿aquí?
—¿Qué mejor lugar que este? —respondo animada, encogiéndome de hombros y acomodándome en el sofá—. Es el paraíso.
—Es aburrido, Ally —se queja—. Me dijiste que sólo vendríamos a buscar ese libro e iríamos a tu casa.
—Sólo quieres comer.
Mamá invitó a Louis y a Madison a un almuerzo, en el cual quiere que estén las parejas de sus tres hijos, Louis ni siquiera ha desayunado y está que hace lo que sea por un bocado de cualquier cosa.
—¿Quién te manda a apurarme y no dejarme tiempo para desayunar?
—¿Quién te manda a levantarte tarde?
—¿Estás haciendo esto a propósito?
—No —digo con un tono inocente que ni yo misma me creo.
Comienza a depositar besos en mi hombro, subiendo por mi cuello hasta llegar a mi lóbulo. Sonrío, más por la gracia que me causa sus intentos por convencerme para irnos que por las cosquillas que me hace su respiración en mi piel.
—Vámonos —ruega.
—¿No te agrada el tranquilo ambiente de la biblioteca? —paso otra página.
—Este no es mi ambiente.
—Y supongo que la cancha de fútbol, con Roger en ella, sí es el mío —mascullo.
Realmente no es del todo su culpa que yo me haya sentido un tanto incómoda ese día, él solo quería que lo acompañara y lo viera jugar, y eso hice. Roger fue un aderezo rancio.
—¿Sacarás ese tema justo ahora? —se incorpora, dándome cuenta que pisé campo minado, y será mejor que logre esquivar esas minas.
—No lo interpretes de esa forma, Louis —cierro el libro, acomodándome para quedar frente a él y tomar sus manos—. Me refiero a que ese día estuve allí presente para complacerte, querías que estuviera presente y te viera jugar, cosa que no haré más si sigues perdiendo cuando vaya —bromeo.
»A pesar de todo, me divertí, me gustó verte tan emocionado, tan... tú, no me arrepiento de haber ido porque sé que es un ambiente que a ti te gusta y tú disfrutaste de mi presencia, pero no es lo mío. Mi ambiente es este —doy un recorrido rápido con la mirada al espacio en el que estamos—, tranquilo y silencioso... y no te voy obligar a que te guste, pero sí quisiera que comprendieras que salí de mi zona de confort por ti y no estás haciendo lo mismo conmigo.
—¿Me quejo más que tú? —me da una mirada recelosa.
—Más que yo ese día, sí.
—La próxima vez que me pidas venir no me quejaré, pero, por favor, vayamos así sea a una cafetería, necesito poner algo en mi estómago.
—De acuerdo, futbolista de cuarta —frunce el ceño y me mira mal—. Solo necesito que dejes en libertad condicional mi bolso para que pueda guardar el libro.
—Como digas, científica mediocre —me entrega mi bolso—. Mentira, eres la mejor —me da un corto beso en los labios y se pone de pie mientras guardo el libro.
—Tú sigues siendo un futbolista de cuarta —tomo la mano que me había tendido y caminamos hacia la salida.
—Eres cruel —me quita el bolso de las manos para pasar un brazo sobre mis hombros y acercarme a él, mientras se cuelga mi bolso en el otro hombro.