"Otro punto de vista"
Louis
Horas antes.
La espera mientras ella estaba en la cola para poder llevarse el libro se hizo eterna, y el chico que estaba a mi lado hablando mal de la muchacha frente a Ally no ayudaba mucho. Que hablara mal de su forma de vestir, y que me contara su experiencia con alguna «nerd» que no le agradó no me gustó nada. Por eso mi mala cara.
Tenía el bolso de Ally aferrado a mi pecho porque el necio no dejaba de mirarlo y decir que podía saber la personalidad del dueño de algún objeto solo con verlo, pero no me daba buena espina.
Ally tiene gustos caros, y ese bolso no era la excepción, yo mismo fui testigo el día que lo compró, así que pudo haber llamado la atención del necio y quién sabe si tenía intenciones de robar al verlo sin su dueña.
El colmo de estar sentado en ese sofá fue cuando Ally se puso a leer ese libro. Estaba loco por irme y comer algo, y ella vino a sentarse y ponerse a leer, diciéndome que no es malo leer un poco en cualquier parte.
Luego salió el tema del día de la práctica a la que fue, no habíamos hablado más sobre ese tema y lo dimos por superado... o al menos yo lo había interpretado así.
Me molestó que sacara otra vez el tema, pero luego, Ally dijo que la cancha no era su ambiente, así como la biblioteca no era el mío, que ella hizo ese esfuerzo de salir de su comodidad para complacerme y que yo no estaba haciendo lo mismo.
Ella tenía razón, y me hizo sentir un poco mal conmigo mismo; había sido desconsiderado de mi parte y buscaría la forma de recompensárselo... pero no en la biblioteca, ese lugar de verdad me parece demasiado tranquilo comparado con el griterío, la emoción y efusividad a los que estoy acostumbrado.
Que me dijera futbolista de cuarta hirió mi ego más de lo que debía, así que decirle médico mediocre fue mi venganza. Me sentí complacido por unos segundos, pero, luego de ver sus hermosos ojos azules durante ese tiempo, me arrepentí casi de inmediato... y eso que ella no hizo nada, ni se ofendió.
Ella no es mediocre. Nunca lo ha sido, y nunca lo será. Es una chica que se esfuerza por obtener lo que quiere, nunca escoge el camino fácil, no deja de intentar hasta lograrlo, y eso es algo que me gusta de ella.
Sin embargo, ella siguió llamándome futbolista de cuarta sin ninguna pizca de remordimiento. Ella puede ser cruel, pero tierna también, y que me plantara ese beso en plena biblioteca me dejó atónito, fue un gesto que no vi venir.
El aroma a café apenas entramos al local fue inigualable, olía mejor que todas las veces que había ido antes... o era el hambre que tenía. Me sentí sumiso y sometido cuando me obligó, indirectamente, a quedarme sentado ahí mientras ella iba a comprar.
Lo chistoso es que no me negué lo suficiente ni insistí, dañando aún más mi ego. Yo soy el que tuvo que hacer eso, no ella, pero por cómo me habló fue buena decisión haberme quedado sentadito y con la boca cerrada. Todo un angelito que se deja hablar de esa forma por su novia y su madre. Pero por nadie más.
Cuando sacó el tema de Kate comencé a sentirme raro, no física ni emocionalmente, ya era un tema que se había vuelto costumbre hablar entre nosotros, era algo que teníamos en común. Sentía que no tenía el control total de mi cuerpo y mi mente, pero, de alguna forma, podía dominarlos a medias.
Ella hablaba y hacía preguntas, pensaba la respuesta y abría la boca para decirlo, pero salía todo lo contrario. Usé eso a mi favor cuando insistió en que le respondiera si amo o no a Kate, pensé en un «sí» para que ella escuchara un «no». Mientras más niegue lo que medio siento por Kate, más me lo creeré hasta que llegue un punto donde logre superarla del todo.
Con el segundo intento de responder lo contrario, perdí todo el control de lo que pensaba y lo que decía, empeorando todo con Ally.
La miré mal, muy mal, de una forma en la que nunca la había mirado ni miraría, fui consciente de eso en todo momento y me sentí fatal, mas no podía hacer nada para ablandar mi mirada.
Me di cuenta de que ella tenía ganas de llorar, que se las aguantaba porque estaba en público y frente a mí, y porque no quería llorar.
No pudo evitarlo y fue cuando me dejó ahí solo. Intenté ir tras ella de inmediato, pero estaba inmóvil. Sentía cómo lo que estaba apoderándose de mí se iba muy lentamente, como si gozara de verme en este estado.
Finalmente pude moverme por mí mismo. Salí corriendo de la cafetería y seguí por la esquina dónde ella había cruzado. La vi con la cara cubierta por su cabello, con los dedos en sus ojos para quitar las lágrimas... y con intenciones de cruzar la calle sin siquiera detenerse a mirar el semáforo.
Me alarmé cuando pisó el asfalto sin importar nada. Simplemente caminó. Grité su nombre para llamar su atención cuando vi el vehículo acercarse, aún tenía tiempo para regresarse, pero me ignoró y siguió avanzando.
El conductor activó los frenos, pero era tarde; la camioneta impactó contra ella, lanzándola unos metros más allá, como una muñeca de trapo. Literalmente sentí como el corazón se me paró, solté el aire de mis pulmones de golpe por la impresión y aminoré el paso, sin poder creer todavía lo que había visto.
Rogué y rogué porque fuese menos grave de lo que mi mente pensó.