"¡Me niego!"
Allison
Verdor, verdor y más verdor. Nunca en mi vida había visto un lugar tan hermoso como este. Estoy en un lugar alto, lo que me facilita ver mucho mejor lo que me rodea: árboles frondosos dispersados por todas partes, niños jugando libremente sin ser supervisados, varios corren de un lado a otro por las colinas; mientras que otros son más recatados, lucen atemorizados y desorientados, sus vestimentas son deprimentes y su estado físico lo es aún más.
La paz y tranquilidad se palpa en el ambiente, sin embargo, no eran suficientes para calmarme internamente. Estoy intranquila, incómoda... Por muy lindo que sea todo, no quiero estar aquí, ni siquiera sé dónde estoy.
Me siento ligera. Casi como una pluma. Ya no siento los dolores ni moratones, ¿por qué no los siento?
—Bu —exhalan en mi oído, haciendo que me gire rápidamente.
Creo palidecer, aunque realmente no lo sienta de esa forma, cuando veo de quién se trata.
—Eric —susurro en un hilo de voz.
«No, no, no, no... Esto no, esto no, esto no»
—Así es —habla con calma, me toma por los hombros y me acaricia con los pulgares—. ¿Sabes dónde estás?
—No. Pero... estás muerto —comienzo a atar cabos, y no me está gustando el final de esos cabos—. ¿Yo lo estoy? —miro a mi alrededor, alarmada—. Dime que no, por favor. Dime que estoy teniendo esos raros sueños que Louis tiene. Por favor —ruego.
—Sí, falleciste, Ally, pero cálmate.
—¿Que me calme? —me quito sus manos de encima de mala gana—. ¿Cómo me pides que me calme cuando acabo de darme cuenta que estoy muerta, cuando en realidad no quiero estarlo? ¡¿Te parece cuerdo estar pidiéndome eso?!
—Acabas de hacerlo. Los médicos están tratando tu cuerpo y haciendo todo lo posible por llevarte de regreso.
—¿Mi familia lo sabe?
—Tus padres tienen sospechas. Han visto a todo el equipo médico correr hacia el área dónde estás.
El dolor que deben estar sintiendo en este momento debe ser espantoso; sin embargo, no es tan fuerte como lo sería si les confirmaran que su hija ha muerto.
—¿Qué pasa si intento entrar en mi cuerpo por mi cuenta?
—No podrás —responde como si no hubiese querido hacerlo para no hacerme sentir peor—. Si el alma abandona el cuerpo es porque no es habitable. Sentirás como si intentaras atravesar un campo de fuerza y éste te repeliera e impulsara muy lejos.
No me atrevo a indagar más allá, pero sus palabras son suficientes para dar a entender que lo llegó a intentar en su momento.
—No quiero estar aquí —casi sollozo... o eso es lo que me provoca hacer, pero es como si no pudiera exteriorizar nada de lo que siento.
Eric hace una mueca de comprensión, ladeando un poco la cabeza y dándome una mirada llena de nostalgia.
—Es bueno escuchar eso.
—Allison —Eric mira detrás de mí ante la mención de mi nombre, y no hace falta que me diga algo para saber de quién se trata.
Giro lentamente, encontrándome con el mismo semblante con el que la recuerdo. Obviamente no ha cambiado nada.
—Aquí no puedes hacerme nada —la encaro, tragándome los antiguos temores que amenazan con salir.
—Y tú definitivamente no sabes interpretar las señales. Te lo advertí —frunzo el ceño—. Auto, Louis, dolor... ¡está todo allí! No pude ser más específica.
«Oh, sí... eso es muuuy específico»
—Después de todas las cosas sin sentido que nos has hecho vivir, ¿cómo iba a interpretar eso como «una advertencia»? —hago las comillas con mis dedos, haciendo énfasis en lo absurda que suena su teoría.
—¿No se te ocurrió en ningún momento que tu vida corría peligro después de todo?
—¡Corría peligro por tu culpa!
—¿Tienes idea de cómo debe estar sintiéndose Louis?
¿Qué se cree? ¿Que estoy aquí porque quiero?
—No soy tú.
—No estarías aquí si hubieras mirado antes de cruzar la calle.
Esta es la cosa más absurda y extraña que jamás llegué a pensar que me podía pasar...
—En primer lugar, no habría discutido con Louis de no ser por las malas influencias que le metiste cuando toqué el tema.
—¿De qué hablas? —contraataca ella. Eric nos mira como si estuviera en un partido de tenis.
—¿Crees que no me di cuenta que no era él al cien por ciento?
—Si fue así, ¿por qué saliste huyendo como una llorona?
Me quedo callada unos segundos, no es de su incumbencia el cómo me hizo sentir esa situación con él.
—Nada de esto estaría pasando si no te hubieras metido en un principio.
—Yo no fui.
—No te creo.
—Hablo en serio —insiste—, yo no fui.
—¿Quién, entonces?
—No lo sé.