Desde donde James estaba parado, podía ver a Tedd y desde lejos jugar con sus hermanos en el patio. Quiso correr la mirada, pero no tenía fuerza para tanto. Tragó saliva sintiendo como su cuerpo se descontrola ante su sola visión y acepta su condición.
Estaba mal. Muy mal. Más que mal. Si sus padres sospecharan lo que lo motivaba a estar tanto tiempo con él, a seguirlo casi compulsivamente, no lo dejarían acercarse más. Si supieran los pensamientos que dominan su mente cada que lo veía entrar por la puerta cargando a Lily en su espalda, más que seguro los separarían. No es que fuera una cuestión de sexos, no. Sus padres no eran de ese estilo de gente, ellos podían vivir con que su hijo mayor fuera homosexual, era la relación que los unía lo que hacía todo tan imposible.
Casi hermanos, pero sin parentesco alguno. Criados juntos, pero sin lazos sanguíneos que los conectaran. Casi primos, pero todavía era muy joven como para casarse con su prima.
Esos eran los principales motivos por los que sabía estaba condenado a no poder nunca decir ni una sola palabra de lo que sentía. Podía incluso pasar por alto que él fuera seis años mayor, que ya hubiera empezado a estudiar para ser profesor en Hogwarts y que solo lo viera un puñado de meses al año, pero no podía superar todo lo demás. Tedd y estaba comprometido con su prima y era en lo referente a cualquiera de los Potter-Weasley, un Potter más.
Cerró los ojos obligándose a dejar de mirarlo. Nada iba a cambiar, no importa cuántas horas al día lo observará, todas las cosas que los separaban no iban a desaparecer por más que se dejara los ojos viéndolo. Podía intentarlo, casi lo había hecho la primera vez que tuvo valor para aceptar lo que sentía, pero ya se había acostumbrado. Nada importaba.
—James... —lo llaman y suspira.
La voz de su madre sube por las escaleras, filtrándose por debajo de su puerta llamándolo por segunda o tercer vez, desde la cocina.
—¡Voy! —grita sin más, realmente poco interesado en lo que sea que fuera a pedirle.
Dirigió una última mirada resignada y triste por la ventana, solo para verse capturado por dos ojos azules e impresionantes. Otro suspiro cansado se le escapa cuando queda irremediablemente atrapado en esos dos pedazos de cielo, perdiendo en ellos la noción del espacio o tiempo.
James gime internamente odiando al sol por volverlos incluso más cristalinos, más hermosos. No es algo justo, pues ya suficientemente hermoso es como para hacerle eso.
La sonrisa de Tedd se ensanchó al verlo desde la distancia y solo tuvo fuerzas para asentir con la cabeza distraídamente, realmente incapaz de algún gesto mayor. Sus preciosas cejas se unen, por seguro preocupado al ver su desganado gesto, pero de nuevo, nada cambiaba. Tedd no lo verá nunca como él quiere y ya no consigue hacer de cuenta que eso no duele.
Sin hacerle ningún gesto, sin siquiera pestañear, se voltea. No puede seguir escondiendo por mucho lo que siente. No importaba cuánto desearía poder fingir, ese año había llegado a su límite. Lo único que puede hacer es esquivarlo, esconderse de él, mantener toda la distancia que fuera posible e intentar que su corazón ahogara sus desesperados latidos cuando no tenía más remedio que compartir un momento con él.
Duele, claro que sí. James no quiere eso, no quiere perder a su amigo, al chico con el que cometió todas sus travesuras y el que siempre estuvo junto a él, pero sus sentimientos lo sobrepasaron hace tiempo y solo le queda lidiar con lo que puede manejar o exponerse y arruinar completamente todo en su familia.
Corre escaleras abajo y frena de golpe, cuando, al pie de las escaleras, se topa con su mejor amigo esperándolo. Apoyado con su aire de superioridad de siempre, Orión le sonrie lleno de arrogancia.
—Potter, para estar llorando porque venga cuanto antes, me dejas esperando mucho tiempo. Tenía mejores cosas que hacer con mi tiempo, ¿sabes? Tus dramas adolescentes son aburridos. —se quejó con un resoplido.
—Orión —grita sorprendido, sintiendo que al fin en ese trágico verano algo sale bien— ¡Pensé que ibas a venir hasta la próxima semana!
Bajó saltando los últimos escalones que los separaban y casi lo derriba al saltar sobre él, abrazándolo.
Habían pasado tres semanas. Solo tres semanas sin verlo y lo extrañaba terriblemente. El mismo día que llegó de Hogwarts Tedd y llegó a la casa y desde ese instante su calvario había empezado, haciendo que la inestimable compañía de su fiel amigo fuera absolutamente necesaria.
No podía poner en palabras lo irresistible que lo encontraba, cómo su respiración se disparaba al verlo o cómo su corazón se retorcía de solo escuchar su voz a lo lejos. No podía ni empezar a describir el estado de semi-excitación constante en el que se encontraba, tampoco. Parecía vivir con un calentón perpetuo, se levantaba empalmado y se acostaba —como mínimo— con una semi-erección de la cual encargarse antes de que sus sueños húmedos lo hicieran por él.
Tedd y se había puesto en huelga y le declaró la guerra a las remeras, para su tortura personal, claro. Encontrarlo vagando por la casa en cueros era tan normal que su madre ya hasta había dejado de quejarse y él… Bueno, decir que perdió completo control de sí mismo era solo rascar la superficie.
—Potter —gruñe Orión tan sensualmente, que tiene que soltarlo con una mueca de asco en el rostro— De haber sabido que estabas así de ansioso, quizá hubiera venido antes. —se carcajea, deslizando las manos por su espalda, apretandolo.
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Editado: 16.12.2020