Un fuerte golpe a su espalda lo sobresaltó lo suficiente para arrancarlo de sus sueños más profundos, pese a la resistencia que su inconsciente presta. Ted no quiere despertar, su mente le dice que no lo haga e intenta aferrarlo entre sus garras haciendo que ese hermoso par de ojos se claven en él suplicantes. Otro golpe hace la imagen rebotar y antes de que pueda volver a sujetarlo, se despierta.
—¡Ted! ¡Ted despierta! —los gritos de James lo despabilaron otro poco, pero sin seguía demasiado perdido en la nebulosa como para orientarse.
Sus dedos picaban como si acabaran de arrancarle el cuerpo tibio y suave de entre sus manos. Pardea intentando orientarse, pero el sueño sigue muy arraigado en su interior, y reprime las ganas de decirle que lo deje en paz o que entre.
—¿Nada? —la suave voz de Vic se filtra y se despertó de repente.
«Mierda»
Miró atontado la puerta y sacudió la cabeza conteniendo el fuego en su interior.
¡¿Qué hacía ella ahí?!
—Lo siento prima —dice James con un suspiro divertido— Ya sabes como es cuando duerme. ¿Por qué no vienes conmigo? iba a preparar la cena de todos modos.
Los escucha alejarse por el pasillo y espera hasta que sus voces se pierden para bajar lentamente la vista. Quiere llorar, lo jura. No puede creer lo que ve, lo que siente, lo que recuerda del sueño.
La erección de campeonato que tenía no provenía justamente de soñar con su bella y dulce prometida. Más bien, había soñado con un colorado de ojos castaños que recién entraba en la peor parte de la adolescencia. Mucho más específicamente, con una espalda llena de pecas y un precioso respingón trasero que compartía el mismo patrón, empujándose rítmicamente contra su maldito miembro, devorándolo entre gemidos bipolares y súplicas lascivas de piedad y más fuerza.
Hunde la cabeza entre las piernas y se aprieta la nuca con las manos. La sensación de impotencia, de incredulidad y anhelo lo golpea con una fuerza que solo quedarse allí sentado, meciéndose, es cuanto puede hacer. Porque es que ni siquiera puede decirse que se siete sucio o asqueado. No le da pena con su padrino pensar en el sueño, le da dolor saber que no pasara y Ted sabe que su cordura está seriamente comprometida, porque bajo ningún concepto él debería estar pensando en eso, no debería sentir furia porque Vic esté abajo y le impida a sus cochinas manos bajar y acceder al cuerpo de Jaime.
Ted no tiene para nada que sentir como si lo hubieran arrancado del paraiso, pero es justo así como se siente al recordar la forma en la que las manos de Jaime lo recorrían, como su boca se posaba en su cuello y lo mordía suavemente, como se estiraba bajo su cuerpo, como se retorcía a su contacto y cómo se sentía de caliente y estrecho su interior. Nada, jodida mierda, nada de todo eso debía estar pasando, pero Ted podía ver claramente como volteaba ligeramente el rostro sobre su hombro y se mordía los labios pidiendole que no se fuera del sueño.
«Mierda, mierda y más mierda Lupin. Ahora si que te luciste» se espeta molesto y lleno de furia.
Vic... ¿Porque justo tenía que aparecer en ese momento?. Aquello lo complicaba todo. Y no sabía que hacer. Estaba entrando en una especie de broma de mal gusto o en la demencia a temprana edad. No tenían lógica los sentimientos encontrados y contrapuestos que lo llenaban. La culpa lo golpeó al pensar con desprecio que deseaba que se fuera. La tristeza lo llenó al darse cuenta que no la quería allí y la vergüenza lo colmó al notar que prefería a Jaime a su lado.
Impotente, se preguntó con pesar ¿por qué a él? ¿por qué? Era tan injusto... jamás en su vida se sintió así, jamás hizo daño a nadie, nunca jugó con los sentimientos de nadie. ¿Por qué, en ese momento de debilidad, las cosas tenían que ponerse todas en su contra?
Ese, de todos los momentos del verano, era el peor para que Vic apareciera. ¿Acaso olía su malestar? ¿Podía presentir su... su increíble pero real situación con Jaime? ¡¿Qué situación?! quería gritarse. Mierda, ¿desde cuándo había una situación que atender? Dios, estaba realmente jodido.
—Ted, maldito mentiroso abre esta puerta. —lo reprendió Jaime desde la puerta, con la voz baja y urgida— Ella está abajo así que deja de esconderte —lo reprendió y por instinto más que por gusto, bajó de un salto de su colchón y abrió.
—Perdón. —masculló sintiendo que le debía más una disculpa por su sueño que por no abrir, sueño que le aguijoneaba la retina con insistencia haciendo que su cochina erección no remitiera en lo absoluto.
«Por favor, por favor, por favor...» rogó en silencio sintiendo que todo dentro de él se venía abajo. No podía... no era... Intentó quitarse esas ideas de la mente, pero James lo miró frunciendo el ceño, inclinando la cabeza y Teddy supo que no importaba cuanto lo deseara, no iba a poder dejar de quererlo para sí. Ni siquiera sabía de dónde venía ese pensamiento, pero por primera vez en el verano sintió que había paz en su mente.
—¿Mmm? Bueno, tampoco fue tanto —comentó cambiando el peso de un pie al otro algo incómodo por su sentida disculpa tan innecesaria para el momento en sí— Vic está abajo, no muy feliz, si puedo decirte.
Con un gemido, retrocedió dejándole lugar a James para que pase al cuarto. Su padrino lo había construido para él después de que su abuela falleciera, así él iba a tener un cuarto con su familia y no sólo en la casa que le habían heredado; Y así le pagaba, soñando semejantes cosas de su pequeño.
James se encaminó a su cama y se sentó cruzando las piernas como solía hacer de pequeño. Parpadeo confundido al percatarse de la agilidad que tenía para subirse de un solo salto y quedar justo en medio. Apretando los labios, se quiso golpear por eso. «¿De verdad Ted? ¿De verdad?» se preguntó meneando la cabeza. Tremendamente oportuno. Obligó a su cabeza a dejar ese tipo de pensamientos atrás, ahora tenía que pensar en Vic. «Más tarde» se prometió a sí mismo no muy seguro de que estaba pensando dejar para más tarde.
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Editado: 16.12.2020