Enamorado Del Alfa Kai (libro 1)

Capítulo 4

 

Las horas pasaban y yo solo me estresaba cada vez más. ¿Por qué tanta demora?, no soportaba un segundo más estando en esa pocilga. 

De pronto frente a mi hicieron presencia dos hombres y los reconocí, eran los soldados de mi padre, un alfa y un beta. Pensé que los había enviado Levi pero descarté la idea al ver a mi hermano detrás de ellos cubierto con una capucha, abrió el calabozo dejándome en libertad. 

—Apúrate, no tenemos mucho tiempo, ponte esto— dijo entregándome una capucha también la cual me la puse con rapidez, tome la daga y la guarde cerca de mi bolsillo. Salimos del lugar por una especie de pasadizo secreto el cual estaba todo oscuro y fue iluminado con una linterna de aceite, caminamos durante unos minutos hasta que nos detuvimos frente a un gran portón. 

—Hasta aquí llego yo, debes continuar con ellos y Lucinda— informó mi hermano —Debo volver antes de que noten que me fui— se acercó a mi y me dio un abrazo el cual correspondí con la misma intensidad —Por favor cuídate mucho, espero que todo esto valga la pena— se separó de mi cuerpo y dándome una última sonrisa se volteó y regreso por el mismo camino que habíamos utilizado. 

—Haré que valga la pena— le dije y él se detuvo pero luego volvió a seguir su trayecto. 

El alfa abrió el portón y nos encontramos con mi mejor amiga la cual llevaba su arco detrás de su espalda y un pequeño bolso, la rubia sonrió en grande para luego abalanzarse sobre mi cuerpo.

—Que bueno verte, me enteré de todo y estaba preocupada— expresó apretándome hacia ella.

—Ayer había hecho una pequeña maleta pero no pude traerla conmigo porque me encerraron— le expliqué alejándome —No tengo nada.

—¿Hablas de esta mochila?— me la enseñó con una sonrisa en su rostro. 

—Si, ¿Cómo la conseguiste?— pregunté tomándola entre mis manos para luego ponérmela detrás de la espalda. 

—Shión me la dio, ahora nos vamos porque pronto vendrán por ti— indicó y comenzamos a caminar por un gran pasadizo y quedamos afuera de la mansión de mi papá, alce mi vista apreciando las estrellas y la noche, por alguna razón me sentía nostálgico. 

Al fin iba a poder irme de este lugar y hacer mi vida como más me plazca, sin reglas, sin matrimonio arreglado y sin el odio y desprecio de mis padres y todo mi pueblo, dejaría todo atrás. A pesar de todo lo que había pasado yo había crecido aquí y sentía una opresión en el pecho al dejarlo.

—Vamos— indicó la rubia y comenzamos a seguirla cuando de pronto pudimos ver cómo comienzan a aparecer varios soldados de mi papá junto a otros que jamás había visto. 

—¿Qué pasa?— pregunté.

—Tal parece que se dieron cuenta de tu ausencia, esos soldados son los de la otra manada, me enteré que le hiciste al heredero del Este lo mismo que haces con los alfas de aquí, estaba hecho toda una furia, no está contento contigo por haberlo humillando y haber pisoteado su orgullo— explicó mientras comenzaba a correr a toda prisa siendo seguida por el alfa, el beta y yo. 

Nos adentramos al bosque con el mayor sigilo posible, creí que podíamos lograrlo pero estaba muy equivocado, los guardias tomaron forma de lobo y salieron disparados hacia el bosque, tal parece que esto será mas complicado.

Varios aullidos se escucharon en la inmensa oscuridad de la noche y varios olores se mezclaron por todo el lugar. Tantos aromas me mareaban, me daban asco. Este era uno de mis tantos problemas, mi lobo siempre había repudiado todos los olores.

Comenzamos a correr con más rapidez —Debemos separarnos, yo iré a otra dirección y tú deberías irte con ellos por ese otro camino— indicó la rubia sacando su arco y algunas flechas.

 

 

***

 

 

Después de habernos separado el alfa que se encontraba conmigo había tenido algunos enfrentamientos con tres guardias y los había dejado inconscientes. 

Cinco lobos alfas se posaron ante nosotros, los dos soldados que me había puesto mi hermano también cambiaron de forma poniéndose ambos enfrente de mi indicándome que corriera lejos del lugar. 

—Me voy a quedar, son muchos para ustedes dos, déjenme ayudar— propuse pero ambos soltaron un gruñido en protesta. 

Retrocedí unos pasos cuando dos de los guardias se abalanzaron sobre ellos y comenzó una pelea entre los cuatro en la cual intercambiaban mordidas y rodaban por todo el lugar buscando lastimarse entre ellos. 

Quedaban tres lobos que soltaron algunos aullidos y enseñando sus colmillos se dirigieron hacia mi, al ver que no podía con la cantidad me eche a correr lejos de aquellos cuatro mientras era seguido. 

No pude llegar muy lejos cuando siento unos colmillos ensancharse sobre mi hombro haciendo que caiga al suelo en un ruido sordo soltando un quejido de dolor. Le di un codazo buscando quitármelo de encima, el lobo de pelaje blanco retrocedió y otro de los suyos se me tiró encima pero logré sacar la daga y la enchapé en su pecho haciendo que cayera al suelo a un lado de mi. 

Observé a la bestia a mi izquierda mientras respiraba con dificultad y agonizaba, me tape la boca con horror por lo que tuve que hacer, giré mi rostro y los dos lobos venían hacia mi, tomé la daga y volví a correr lo más rápido que pude con mi hombro chorreando de sangre, tropecé con una roca que me llevó a caer hacia una colina por la cual rodé hasta golpearme el abdomen con un árbol. 

Solté quejidos por el impacto y todo adolorido trate de ponerme de pie pero fue entonces que otro dolor me invadió y me quedé atónito. Me había clavado la daga en la pierna derecha.

—¡Esto no me puede estar pasando a mi, maldición!— me quejé. 

Desde un inicio supe que esto era una locura y algo suicida, no medí los peligros como debía y actúe por impulso, debí planear mejor las cosas. 

Me puse de pie soltando uno que otro sollozo por como me dolía el cuerpo, me sentía como la mierda, está vez si que me había pasado. 




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