Otra semana pasó y fue difícil convencer al alfa de dormir conmigo pero al final siempre conseguía que me hiciera caso. No quería volver a verlo en un estado tan deplorable.
No podría soportarlo.
—Esta cicatrizando bien— mencionó mientras pasaba las yemas de sus dedos por mi vientre, estuvo haciéndole seguimiento a mi herida en todo este tiempo.
—Sí, me eh dado cuenta— comenté sin soltar el libro que tenía en mis manos, últimamente comenzaba a gustarme leer, no eran nada aburridos como pensé. Quizás se debía al alfa que me había ayudado a entrar al mundo de la lectura haciendo que me diera cuenta de que no era tan terrible como imaginé.
Al rato el alfa se fue a la cocina y yo a la habitación, una vez adentro revisé mi mochila y sostuve un papel, en él tenía las fechas aproximadas de mi celo.
Tragué grueso pensando en eso, el pelinegro no quería acostarse conmigo, no quería pasar más allá de unas caricias y cuando llegara mi ciclo de calor unos cuantos besos y toques no iban a ser suficientes.
Entonces a mi mente llegaron todas esas conversaciones que escuché a escondidas sin querer.
Una vez mi madre había organizado una pequeña fiesta de té con sus amigas más cercanas para conversar y pasar el rato en el patio, ese día salí a pasear por el aburrimiento que tenía, ni siquiera podía estar con Lucinda porque estaba ocupada entrenando, creo haber mencionado antes que ella es la heredera de la segunda familia más importante del Oeste, ya que la primera éramos nosotros, los Zhenyeran.
El punto es que terminé escondido detrás de los arbustos y los árboles escuchando su conversación, al parecer una de sus amigas tenía problemas con su pareja, algo así como que su alfa no la tocaba.
Me sentí avergonzado de oír todas esas cosas pero ya no tiene caso arrepentirse.
En fin, la cuestión es que una de ellas mencionó que un alfa no podía resistirse ni rechazar a un omega en celo, en aquel entonces recordé lo sucedido con Kim e inmediatamente le di la razón a aquella mujer.
Si aquello era completamente cierto eso quería decir que no importaba cuanto tratase de rechazarme Kai, él iba a ceder en el momento en el que mi ciclo de calor llegara.
Me sentí emocionado y algo apenado, sería la primera vez que tuviera relaciones sexuales, desde aquella ocasión donde nos dimos placer mutuamente, no había pasado nada más.
Me recosté sobre la cama y hundí mi cara sobre las almohadas sintiéndome acalorado en el instante.
—Ya quiero que llegue mi celo— susurré con ilusión.
Dos días después me encontraba en el sofá con el nuevo tablero de ajedrez que Eris había traído, no vi al castaño en ningún momento porque Kai no lo permitió, me daba rabia el recordarlo porque me había encerrado en la habitación y él había recibido al soldado.
Me dije a mi mismo que debía olvidarlo antes de enojarme con eso, era mejor no pensar demasiado en aquello sino quería agarrar rabia otra vez por su actitud.
La puerta fue abierta de forma brusca haciendo que brincara en mi lugar pero me tranquilicé al ver que era el alfa, iba a reclamarle por haber entrado así pero guardé silencio al ver aquella expresión en su cara.
Estaba radiante, contento y me quedé un rato viéndolo hasta que llegó hasta mi sitio y me levantó entre sus brazos para darme vueltas de un lado a otro.
Por lo repentino que fue me aferré a sus hombros con miedo a caerme pero luego me relajé porque eso era imposible, el pelinegro era fuerte y había mencionado en una ocasión que era tan ligero como una pluma.
—¿Se puede saber que te tiene tan contento?— cuestioné una vez mis pies tocaron el suelo.
Me era extraño ver esa faceta suya, estaba demasiado contento.
—¡Al fin podemos ir a mi manada!— respondió emocionado.
Abrí mis ojos con sorpresa y al ver mi expresión me mostró una carta la cual sacó de su bolsillo.
—Eris me dijo que ya podemos volver, Aaron se fue a la frontera así que prepara todo, nos vamos en este instante— dejó un corto beso en mis labios y fue directo hacia la habitación siendo seguido por mí.
—Aún no me dices quién es Aaron— le recordé una vez entré a nuestro cuarto.
—Es un general muy importante en el Norte, tiene mucho poder militar pero no tanto poder político. Es una piedra en el zapato de el líder— explicó sacando su ropa y guardándola.
Recordé la vez que me había mencionado algo así como que en su manada el poder estaba dividido y que había problemas, debe ser complicado lidiar con una situación como esa. En el Oeste el único que mandaba era Levi y solo él. No había algo como que tuviera un rebelde, bueno, solo yo.
—Dijiste una vez algo parecido a eso— me acerqué y me senté en la orilla de la cama sin dejar de observarlo, parecía contento de volver a su hogar.
Ojalá pasara lo mismo conmigo. La idea de volver al Oeste solo me causa un dolor de cabeza. Ni loco regresaría.
—Aaron es el causante de que haya problemas— se giró a verme y al notar que tenía la mirada algo perdida me acercó mi mochila —. ¿No quieres ir?— preguntó sacándome de mi trance.
Él siempre era capaz de leerme y me preguntaba como era que podía hacerlo, parecía adivinar mis pensamientos. Me perturbé un poco por eso, aún así ese no era el asunto que me tenía inquieto.
Negué con mi cabeza pero pareció no creerme.
—No es eso.
—Dime la verdad, si no quieres ir…entonces no vamos a ningún sitio y nos quedamos aquí— se sentó a mi lado y tomó mi mano entre la suya para entrelazar nuestros dedos, noté lo decaído que se puso y esa fue razón suficiente para decirme a mi mismo que el quedarse aquí no lo haría feliz.
—Sí quiero ir, es solo que…. tengo miedo de lo que pueda suceder. Kai, tú pareces contento con la idea de irte y lo entiendo, dijiste que has estado aquí en esta cabaña por mí, eso quiere decir que dejaste tu manada para estar conmigo— traté de explicarle pese a la incomodidad que sentía.