Enamorado Del Alfa Kai (libro 1)

Capítulo 23

Tuve la sensación de que la cabeza iba a explotarme, Eris se negaba a soltarme porque sabía que me le iba abalanzar encima a Aaron.

El recién mencionado no se mostró ni un poco perturbado o molesto, todo lo contrario, lucía igual de arrogante e indiferente. Se sobó la mejilla en dónde lo había golpeado, sonrió con diversión y dio unos pasos hacia nuestra dirección.

El castaño se tensó en el instante.

—Veo que no soy bienvenido— bromeó.

—Por supuesto que no lo eres, lo mejor será que te vayas sino quieres que te mate— le amenacé quedándome quieto sin dejar de respirar con irregularidad.

Ladeó la cabeza y se fijó en el alfa que aún no deshacía su agarre, entrecerró los ojos y asintió.

—¿Qué tal el tiempo en el calabozo?— le preguntó.

No podía creer que fuera tan hipócrita y tan descarado. Él mismo lo había encerrado y tenía la osadía de preguntarle cómo había estado. Unas fuertes ganas de golpearlo me arrollaron otra vez.

—General…no quiero ser grosero pero lo mejor será que se vaya, no sé cuánto tiempo más voy a poder contener al príncipe. Mi señor tampoco estará contento así que le pido que se marche— fue la respuesta que le dio el contrario, ignorando la pregunta inicial.

Aaron se mantuvo serio unos segundos, viéndonos a ambos, encarné una ceja preguntándome el cómo era posible que Eris tuviese tanto autocontrol, lo sentía temblar de rabia y había otros indicios que me indicaban que se estaba conteniendo.

Debía de ser difícil, si para el líder de esta manada era complicado lidiar con él, era bastante obvio que el castaño no tenía ninguna oportunidad en el momento.

Pero a mí me importaba una mierda que fuera el general más respetado e importante, no me interesaba si tenía mucho poder militar. A pesar de todo eso yo quería matarlo con mis propias manos, no iba a tener arrepentimiento alguno.

Jamás iba a perdonarle la humillación que le hizo pasar a Kai. Yo estaba acostumbrado a ello, poco me importaba pero con el alfa era distinto, ni siquiera a mí me habían hecho una cosa así.

Por eso había jurado matarlo.

Aaron miró hacia un punto inexistente, después nos vio otra vez.

—Tienes una lengua muy filosa, de todos modos solo venía a despedirme— se dio media vuelta, nos miró por encima del hombro haciéndose el digno —. Nos veremos las caras otra vez, Zhenyeran. Por favor despídeme de Kai Nortez.

Y sin dejarme decir algo más se fue, dando pasos firmes y seguros, creyéndose todo un Dios que está en la cima, una cima de la que estaba dispuesto a sacarlo.

Su espalda se hacia cada vez más pequeña hasta que desapareció por completo, fue entonces que el castaño accedió a soltarme mientras me pedía disculpas una y otra vez.

Ignoré cada una de ellas al tiempo que observaba el camino por el cual se había marchado, hundí el entrecejo con rencor sin dejar de apretar mis puños.

—¿A dónde va?— le pregunté al soldado.

—El líder lo mandó a la frontera, cerca de los límites del Oeste— respondió un Eris inseguro.

Al escucharlo me giré para encararlo olvidando al general por unos segundos.

—¿Por qué allí?— cuestioné al instante.

El contrario se rascó la nuca y desvío la vista, entrecerré los ojos esperando su respuesta a pesar de que en el fondo no quería saber nada sobre ese sitio. Pero la curiosidad era más grande.

Iba a contestarme cuando la puerta se abrió de pronto, el médico salió y detrás de él la chica. Se posó enfrente de mí para comenzar a explicarme el estado en el que se encontraba el alfa, mencionó que le había dado fiebre debido al poco cuidado que había tenido.

También dijo que le había dejado medicinas y que debía tener descanso absoluto, que no volviera a mojar el vendaje ni las quemaduras. En cierta parte me sentí responsable de ello y estaba dispuesto a hacerme cargo.

Escuché atento cada una de sus recomendaciones, entre ellas estaba que no debía hacer mucho esfuerzo al caminar.

Al terminar de explicar se marchó diciendo que le notificaría a Dekly sobre el estado del heredero, aseguró que estaría revisándolo y sin nada más que decir se perdió entre esos pasillos relucientes y confusos.

No me lo esperé mucho y entré a la habitación encontrándome con un Kai arropado hasta el cuello mirando hacia el techo. Estaba serio hasta que notó mi presencia, al instante me extendió su mano la cual tomé sin duda alguna.

Eris cerró la puerta detrás de él.

El alfa me atrajo hacia su cuerpo, cuando estuve lo suficientemente cerca le tomé la temperatura notando que ya no estaba sudando frío, ahora estaba cálido como de costumbre, fue como si un enorme peso saliera de mis hombros, suspiré aliviado notando que se encontraba mejor.

Bajo mi toque el pelinegro sonrió a medias sin dejar de aferrarse a mi mano que yacía aún sobre su frente y que poco tiempo después fue a parar a su mejilla dejando una leve caricia.

—Ahora estoy mejor— me aseguró abriendo los ojos otra vez.

Se escuchaba y se veía mejor. Asentí ante lo dicho por él y me recosté encima suyo olvidando por un momento que el soldado aún estaba presente.

—Mi señor— lo saludó haciendo una reverencia.

El alfa le prestó toda la atención fijándose en los golpes que adornaban su rostro, frunció el ceño y terminó suspirando con pesadez. Tocó el puente de su nariz apretando los dientes.

—Le ofrezco una disculpa, señor.

—No, no hace falta. No es tu culpa— rebatió el pelinegro.

—Debí ser más cuidadoso, esto sucedió debido a mi negligencia, aceptaré cualquier castigo que usted decida otorgarme y….

—Mierda, ya cállate. No te voy a castigar— lo interrumpió, el castaño pestañeó confundido y asintió no muy convencido —. Te doy una semana de descanso, después puedes volver a tus obligaciones.

—No hace falta, señor— se opuso.

—Es una orden— lo fulminó con la mirada.

Ante ese factor tan importante el soldado no podía negarse, pues era una orden dada por el heredero, no tenía de otra más que obedecer.




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