De manera disimulada lo olfatee un poco sin responder a su pregunta, entonces confirmé que aquel olor a canela era suyo, apreté los labios y lo miré con sospecha.
En ese instante pensé que no olía nada mal, sus feromonas no me parecieron demasiado asquerosas, no tanto como las demás.
Lo miré bien y fui consciente del uniforme que llevaba, abrí mis ojos a más no poder al observarlo mejor notando que hacia parte de los guardias de Levi.
Antes de poder asustarme o algo por el estilo me fijé más en sus rostro, por más que lo busqué en mi mente no lo hallaba, no lo había visto nunca.
A ese soldado no lo había visto y yo los conocía a todos, absolutamente a todos.
—¿Eres un soldado nuevo?— le pregunté.
—Así es, vengo de otro lado, hoy es mi primer día aquí— respondió.
Me pareció extraño que Levi haya aceptado a un soldado de intercambio, no suele llevarse bien con otras manadas y tiene la fiel creencia de que los únicos que pueden defender con lealtad la manada eran quienes hacían parte de la misma. Aquello quería decir que un extranjero no podía proteger el lugar mejor que un ciudadano de allí.
Analicé sus palabras mientras mi vista viajaba a mi muñeca ante el dolor punzante que me invadió y de inmediato noté el golpe sobre la misma. Traté de moverla pero solo me limité a apretar los dientes por aquella acción imprudente.
—¿Le duele mucho?— preguntó mientras se acercaba con cautela —,No debió lanzarse de ese modo, ¿En qué estaba pensando?— me regañó el desconocido.
Encarné una ceja bastante confuso por sus palabras, con la mano que permanecía en perfecto estado me cubrí una parte del rostro.
Había pensado que en el patio trasero no había soldados pero por lo visto sí y ese tipo me había visto lanzarme del balcón como un idiota que no piensa en las consecuencias porque siempre estaba ignorando los riesgos y no escuchaba razones.
—Estaba pensando en que quería salir de allí, de ese maldito encierro. No soy un animal para que me enjaulen así— murmuré con molestia mirando hacia el suelo, el césped a decir verdad.
Una risa resonó en el lugar, alcé mi vista para ver cómo el alfa hacia todo lo posible por dejar de reírse.
—Discúlpeme. Es que…me pareció irónico lo que dijo, pues podría decirse que sí somos animales, digo, nos podemos transformar en lobos, ¿No?— se acomodó el cabello.
Lo miré incrédulo pensando en lo que había dicho y en que tenía razón, sí éramos animales después de todo. Solté un suspiro con frustración.
—Como sea, escúchame bien lo que te voy a decir, soldado— di un paso hacia su dirección, al inicio pareció incómodo y quiso retroceder, fue por eso que tuve que dar otro paso —Tú no has visto nada, ¿Entendido?— lo fulminé con la mirada, dejando mi vergüenza y otras emociones de lado. Necesitaba estar serio para que él supiera que le estaba hablando con toda la seriedad del mundo, para que pudiera darse cuenta de que no estaba bromeando.
Se mantuvo callado unos segundos, entrecerró los ojos y soltó un suspiro.
—Me está diciendo que haga la vista gorda.
—Exactamente— le confirmé.
—Me temo que no puedo hacer eso— se negó cruzándose de brazos.
—Pues yo me temo que sí, soldado— rebatí frunciendo el ceño.
Chasqueó la lengua y dirigió la vista hacia otro lado para luego volver a verme. En especial mi muñeca la cual mantuve inmóvil porque si la movía dolía demasiado, incluso sin moverla me ocasionaba dolor, debía minimizarlo todo lo que me fuese posible.
—No puedo hacer de la vista gorda al ver que se ah escapado de su habitación donde su padre lo encerró y mucho menos al ver que está lastimado.
Me di media vuelta dispuesto a irme y dejar aquel alfa en el jardín, no tenía deseos de encontrármelo más, la manada era grande así que de seguro no iba a verlo mucho.
En cuanto estuve a punto de irme corrió y se posicionó enfrente de mí, traté de esquivarlo pero seguía interfiriendo en mi camino.
—Muévete ya, soldado— apreté la mandíbula.
—No diré nada sobre que se ah escapado de su habitación pero déjeme ayudarlo con la muñeca.
—No es necesario, no me duele tanto— me hice el orgulloso y el digno, traté de ocultar las molestias para que pensara que era fuerte.
Aquello no terminó bien porque el muy infeliz con toda la intención me apretó un poco del brazo, solté un gritico por lo bajo y después lo maldije.
—No hagas eso, idiota— me quejé sacando mis colmillos de manera amenazante. Buscaba intimidar aquel alfa para que me dejase seguir con mi camino y para que supiera que no debía meterse conmigo.
Sin embargo se quedó estático analizando cada centímetro de mi rostro, con total atención y sin ningún disimulo, me hizo sentir incómodo al instante, tragué grueso en cuanto sus pupilas color café dieron con las mías.
Y entonces volvió a reírse de mí haciéndome creer que era un chiste para él. Después de un rato reprimió su risa y asintió.
—De nuevo le pido disculpas por reírme de usted. Es que…me pareció adorable ver cómo intenta lucir intimidante y solo logra verse…
—No digas más nada— le interrumpí no deseando escuchar lo que tenía para decir.
—Está bien, como diga. Por cierto, déjeme ayudarlo, su muñeca no parece un problema serio pero podría volverse serio si no lo atendemos ahora mismo, ¿Me permite revisarlo? Le prometo que no diré nada sobre que se escapó de su habitación.
En esos momentos dudé pero al final terminé aceptando, era el único soldado que estaba dispuesto a ayudarme, la mayoría siempre buscaban la manera de perjudicarme y por lo visto no mostraba desprecio hacia mí como los demás habitantes de la manada.