Kai solo se mantuvo de pie sin quitarme la mirada de encima, yo por el contrario me encontraba con la vista perdida en el balcón. Pensando demasiado y repasando todo lo que había sucedido hace unos días desde que había llegado a la manada del Norte.
El que me dijera que Dan y Aaron eran amantes fue algo que aún me costaba entender.
Me parecía un chiste sin gracia.
¿En qué momento? ¿Desde cuándo?
Había muchas cosas que no comprendía del todo y por eso le exigí al alfa que me explicara.
—Aaron siempre ah querido el control total de la manada, por ello hizo todo lo que pudo para convertir a su omega en mi prometido.
—¿Realmente le importa más el poder que ese chico?— cuestioné sin poder salir de mi asombro.
—Por eso me odia. Porque tuvo que renunciar a Dan y dármelo. Él solía molestarse cuando no le daba atención y lo menospreciaba— sonrió —. Le daba rabia que su chico me fuera indiferente. Siempre ah querido destruirnos y para eso tenía a Dan, pero se quedó con las manos vacías al final porque te traje aquí y no me casé con ese omega.
Asentí para luego recostarme en la cama y pensar en sus palabras, por lo que me decía Aaron era un alfa bastante frívolo y egoísta. Una escoria igual que Levi.
—Aunque supongo que en el fondo le agrada que no le haya puesto un solo dedo encima— soltó una risa.
—Pero Dan lucía molesto y celoso, también triste cuando lo vimos al salir de la biblioteca, te confieso que en algún punto llegué a sentir pena por él.
—Ese chico no me ama, nunca me amó y si estaba tan triste no era por nosotros, sino por su amado.
—¿Hace cuánto sabes todo eso?— le pregunté sobándome la espalda baja, aún me dolía después de haberme acostado con el alfa.
—Desde el inicio, cuando lo escogieron para que fuera mi pareja. Ya lo sabía todo— soltó un suspiro cansino.
Después de aquella revelación ninguno volvió a decir algo más, nos quedamos en silencio, ambos bastante pensativos sobre la situación.
No sabía con exactitud qué podría estar pensando el pelinegro pero yo estaba muy aturdido por todo lo que había pasado en tan poco tiempo.
Lo siguiente que hicimos fue darnos una ducha y cambiarnos, claro que tuve un poco de ayuda porque las piernas me temblaban. El espejo que había roto fue cambiado por otro y en ese instante me encontraba enfrente del mismo tras terminar de haberme vestido.
Mi cuerpo realmente era un desastre en ese momento.
Ni siquiera viviendo con Levi había estado en ese estado tan deplorable.
El médico pasó por la habitación y nos hizo un chequeó a ambos, me revisó el ojo y también algunos golpes que traía, al igual que las marcas en mi cuello. Me sentí sumamente incómodo por el hecho de que tuve que mostrarle mi cuerpo.
Aún así no me sentí inseguro porque el pelinegro se mantuvo a mi lado brindándome la confianza y la seguridad necesaria.
Aunque también hay que admitir que fue un tanto vergonzoso que el doctor viera los chupones y las mordidas en mi anatomía, provocadas por mi alfa.
Cada vez que el hombre me tocaba o algo por el estilo, Kai solía soltar sus feromonas, solo que no eran nada agradables en ese momento, todo lo contrario, eran amargas. Se podía notar en ellas lo molesto y alerta que estaba con el hecho de que alguien más me estuviera tocando.
De vez en cuando fue soltando gruñidos mientras lo fulminaba con sus grises ojos, aquellos que estaban tan feroces como siempre. El hombre no fue capaz de seguirlo soportando.
—Con todo respeto…señor Kai. Le voy a pedir que salga de la habitación— habló el doctor tras detenerse.
Compartí una breve mirada con el pelinegro que no pareció contento con lo que se le fue pedido.
—No puedo hacer bien mi trabajo si a cada rato está usted gruñéndome de ese modo.
El alfa no parecía tener intención alguna de salir de la habitación, volvió a compartir mirada conmigo y le di un asentimiento de cabeza indicándole que todo estaba en orden, que lo mejor era que saliera.
Apretó los dientes y simplemente se dio la vuelta, la puerta fue cerrada de un portazo que hizo brincar a la enfermera del susto.
Definitivamente estaba molesto.
El médico iba a seguir curando mis heridas hasta que la puerta fue abierta nuevamente e ingresó Eris.
Caminó con calma y se posicionó a mi lado, con los brazos detrás de su cuerpo y una postura recta dijo lo siguiente:
—El señor Kai me ordenó vigilar a su omega, puede continuar con lo que estaba haciendo.
Con voz tranquila y segura se mantuvo de ese modo.
El médico me dedicó una mirada significativa para soltar un bufido y negar con la cabeza, quizás pensando que mi pareja no tiene remedio.
Aunque con lo que ah sucedido recientemente es natural que esté tan a la defensiva.
Estuve unos minutos recostado en la cama sin camisa mientras era revisado y atendido, al parecer mis heridas no eran graves, si bien tenía algunos cortes en la espalda y cara, no era algo de lo qué preocuparse.
El hombre me entregó algunas cremas especiales mientras me aseguraba que con ellas no iban a quedarme cicatrices, debía utilizarlas con frecuencia.
Me alegró y me alivió mucho el saber que mi rostro no iba a quedar destruido, había estado pensando tanto en eso que sentí como la tranquilidad volvía a mí.
Claro que por el momento.
Pues Aaron y Dan seguían allá afuera, tal vez pensando en un nuevo plan para destruirnos. Aparte de que aún había dos cosas que me preocupaban y eso era Levi y los hermanos del Este.
No quería martirizarme mucho con eso pero no podía evitarlo, ya habían pasado dos meses desde que no sabía nada de esos individuos, esperaba de todo corazón que se hayan olvidado de mí.
Pero aquello no era más que una boba ilusión.
Dejé de pensar tanto cuando observé como el doctor comenzaba a guardar sus cosas dispuesto a marcharse. Me senté sobre el colchón y me coloqué la camisa nuevamente para al instante ponerme de pie.