Enamorado Del Alfa Kai (libro 1)

Capítulo 33

Me llevé la mano al cabello para jalonearlo, luego alcé la vista para ver mi reflejo en el espejo. Realmente odiaba ver mi rostro de esa manera, antes no tenía problema con la forma en la que lucía.

Aún así me tranquilizaba el saber que no quedaría cicatriz.

Acababa de aplicar las cremas recomendadas por el médico y sin querer me mantuve inmóvil, pensando de más.

La puerta del baño fue abierta y de esta apareció el pelinegro, secándose el pelo con una toalla, con el torso descubierto y solo un pantalón encima.

Me le quedé viendo a través del espejo.

Verlo en esos momentos solo me hacía enojar más pero si me mantenía lejos de él, iba a morir y en el fondo tampoco deseaba que estuviera apartado.

A pesar de todo eso, había un pensamiento que no dejaba de rondar en mi cabeza desde que me enteré en la tarde, que él sabia perfectamente lo que estaba pasando en el Oeste y no me había dicho nada.

Moría por matarlo.

Después de mi reencuentro con mi mejor amiga, me aseguré de presentarlos correctamente. También hablé con los padres del alfa, para comentarles y convencerlos de que la chica no era mala.

Que era buena persona y que su propósito al entrar de esa manera en la manada, era únicamente encontrarme.

Ella también tuvo la oportunidad de charlar con ellos, y sobre todo, pedirle una disculpa a todos aquellos soldados que estaban en un hospital, gravemente heridos.

Dekly y su esposa parecieron tomarlo bien, no tuvieron inconveniente en dejarla quedarse todo el tiempo que quisiera, siempre y cuando no causara problemas.

Al anochecer aproveché para presentarle a Eris, el cual, pareció muy reacio a establecer una conversación simple con la omega, parecía resentido por como habían sucedido las cosas.

Me recordó a la primera vez que nos conocimos y a su actitud de ese día.

Aquel alfa, la miraba con desdén, pues, Lucinda había sido muy violenta a la hora de llegar al lugar, y sobre todo, no le tuvo nada de compasión a los guardias.

Fue extraño y hasta incómodo el verlos hablar.

En el fondo, quería que se llevaran bien, el castaño era alguien de mucha confianza tanto para el alfa como para mí, y Luci, es la persona más importante de mi vida.

Ahora tenía al pelinegro pero la rubia seguía ocupando un espacio muy especial en mi corazón y alma.

Aquello, no se puede borrar con nada, ni mucho menos, cambiar.

La chica se quedaría en la mansión de los Nortez hasta que lo desee.

Estuve hablando con ella un rato, a solas, sin nadie.

No supe que fue de mi pareja y tampoco me importaba mucho en ese momento porque estaba muy cabreado, no le reclamé nada enfrente de mi amiga porque no deseaba que viera aquello.

Pero definitivamente me tenía que desquitar, de la manera que fuera.

Dejando eso de lado, sabía perfectamente que al alfa le parecía extraño el hecho de que no estuviera reclamando ni montando una escena.

Quise hacerlo pero me contuve, no podía seguir con esas actitudes, tenía que encontrar una forma y hacerlo pagar. Sin perder tanto los estribos.

Otro motivo por el que me pude contener, era que tenía mucho que preguntarle a Lucinda, lastimosamente hablamos muy poco. Solo me dijo algunas cosas, no demasiadas y se fue a su habitación asignada.

El baile sería pronto y le propuse quedarse, ella aceptó gustosa, más al saber que vendrían los hermanos del Este y Levi.

Era bueno para nosotros tener a la líder de la casa de los Velair de nuestro lado. Su clan, era de los más poderosos e importantes. Su apoyo, sin duda alguna, sería beneficioso.

El Norte lo sabía y por ello, no parecieron tener problema con que se quedara un tiempo.

Por alguna razón, estaba nervioso, tenía un mal presentimiento sobre dicho baile.

Algo dentro de mí, me decía que las cosas no iban a salir bien y que solo habrían problemas por mi culpa.

Cómo siempre.

Parpadee varias veces, alejando todos esos pensamientos de mi cabeza, enfocándome de nuevo en el presente:

En Kai secándose y yo, esperando el momento perfecto.

Verlo, en verdad me hacía enojar, no me podía contener y francamente, no quería.

Mis ojos se fueron volviendo duros, mis cejas se empezaron a hundir y mis labios, se apretaron.

—¿Todavía sigues muy molesto verdad?— cuestionó soltando un suspiro, bajando la vista al suelo para terminar de secarse el pelo.

Me giré sobre mi propio eje y a pasos lentos me fui acercando hasta quedar enfrente de él. Estando tan cerca, no se atrevió alzar la mirada en ningún momento.

Su cuerpo aún se encontraba húmedo después de la ducha que se había dado.

Cerré los ojos e inhalé hondo por sus feromonas.

Mis manos simplemente se posicionaron en sus hombros, entonces sí fue capaz de mirarme, tragó grueso y aquel iris gris, delataba lo nervioso que estaba.

Hizo lo posible por sonreír pero no le devolví la sonrisa.

Hice presión sobre él, obligándolo a sentarse en la cama, dejó la toalla a un lado, quiso hablar pero coloqué mi dedo índice sobre su boca para callarlo.

El sonido de los toques del otro lado de la puerta hicieron que me alejara para encaminarme hacia afuera, al momento de abrir, una de las sirvientas me entregó una caja con las cosas que había pedido hace un rato.

Solté un suspiro porque muy en el fondo no estaba totalmente seguro de lo que haría.

Pero una parte de mí deseaba hacerlo pagar.

Al volver a quedar solo los dos, me giré para esta vez sí sonreírle en grande, achicando los ojos.

Estaba muy feliz, emocionado y no tenía problema alguno en demostrarlo.

—Todo de ti me gusta pero, te vez extraño en estos momentos— comentó el contrario.

—¿Tú crees?— pregunté sin mucho interés.

Llegué a la mesa que yacía en el centro de la habitación, era bastante grande y espaciosa, las sillas y los sillones me encargué de alejarlos, solo dejé uno pequeño que utilizaría más tarde.




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