Enamorado Del Alfa Kai (libro 1)

Capítulo 34

A pesar de que a él tampoco le gustaba aquello, no se movía.

Kai era así, haría cualquier cosa que le dijera. No había tomado enserio sus palabras hasta ese momento, dónde me demostró que era capaz de rebajarse a las humillaciones más bajas, con tal de darme gusto.

Mi lobo siguió protestando una y otra vez para que dejara de tratar de ese modo al alfa.

No quería discutir con él porque en el fondo yo tampoco deseaba tenerlo de esa manera, fue por ello, que fui retirando mi pie para luego agacharme, quedando a su altura. Aún viéndolo un poco más arriba.

Me mantuve serio, observándolo.

Él frunció el ceño y alzó la vista para encontrarse con la mía.

Se fue reincorporando de a poco, hasta que simplemente se quedó de rodillas, con sus manos entre sus muslos, manteniendo una expresión igual de seria que la que yo tenía.

Sus labios se entreabrieron y un suspiro salió, su mano izquierda fue subiendo hasta que llegó a mi mejilla, con su pulgar dejó una leve caricia.

Ante el tacto cerré los ojos e incliné la cabeza, buscando más de él.

—¿Eso era todo?— inquirió.

Negué con la cabeza repetidas veces.

—No.

—¿Entonces qué pasó?

—A ti no puedo hacerte lo mismo que a los demás. No puedo, no quiero— me acerqué a su cuerpo, rodeando su cuello con mis brazos.

No me correspondió de inmediato pero sí después de unos segundos, sus manos llegaron a mi cadera, atrayéndome hacia sí mismo, apretándome con fuerza y posesividad como siempre.

—Lo siento.

—No importa. Como te dije, haría cualquier cosa por ti, Liam.

El alfa me sostuvo de la cintura, apresé su cuello con más fuerza y enrollé las piernas en su torso para sostenerme ya que se estaba poniendo de pie conmigo encima.

Pensé que me llevaría a la cama pero en su lugar, me depositó en el único sillón que había dejado al lado de la mesa, me sentó allí y se arrodilló, escondiendo su rostro entre mis muslos.

Sus manos, las posicionó allí mismo, dejando caricias, subiendo y bajando de manera lenta y tentadora. Recosté la espalda en el respaldo del sofá y eché mi cabeza hacia atrás, con la vista fija en el techo.

Sus dedos se colaron dentro de la camisa, agarrando piel y apretándola con ganas.

—Te ves exquisito, omega— murmuró.

Sus manos fueron subiendo al mismo tiempo que él se iba levantando, inclinándose hacia mí.

Sus labios tocaron los míos y de inmediato llevé mis manos a sus hombros, aparté su cabello e iniciamos un beso más lento y pasional, movió su lengua junto a la mía, saboreándola tanto como fuese posible.

Sus dedos se encargaron de dejar caricias en mi abdomen, pecho y cadera, hasta que una de sus manos llegó a mi pezón izquierdo comenzando a apretarlo.

Un jadeo se escapó de mi boca y una sonrisa apareció en la suya, sacó sus manos dentro de la camisa para ir desabrochando los botones de la misma con lentitud, no estaba apurado.

Su cara la hundió en la curvatura de mi cuello, hasta apartar un poco la ropa y dejar una mordida sobre mi hombro derecho. Cuando terminó de desabrochar la prenda por completo, abrió mis piernas para meterse entre ellas, gustoso y sobre todo, complacido, le rodee la cadera para atraerlo más.

Eché la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, disfrutando de las travesuras que hacía su lengua y sus labios en mi piel, de vez en cuando soltando jadeos y gemidos.

Imposibles de contener.

El aliento empezó a faltarme y para ese entonces, el cuerpo ya lo tenía encendido, lo anhelaba.

Su miembro estaba duro, lo sentía rozar contra el mío, en un movimiento desesperado por sentirlo, me froté contra el pelinegro, el cual, soltó un jadeo ronco en mi oreja.

Escucharlo solo me excitó.

Sus feromonas fueron aumentando, llenando todo el espacio, inhalé profundo porque quería drogarme con aquel aroma a laurel que me volvía loco, de paso, liberé las mías y en el instante, se calentó.

Kai siguió dejando besos y mordidas. Sentir sus labios y lengua, húmedos, contra mi piel solo me hizo gemir con más fuerzas al sentirlo cerca.

Mis manos se posicionaron en sus hombros cuando volvió arrodillarse para tomar mi miembro y comenzar a darle atención.

Su dedo pulgar se posicionó en la punta, haciendo una leve presión, después, empezó a moverlo y hacer círculos con él. En el proceso, arquee la espalda, enterré mis uñas en sus omóplatos, al mismo tiempo que apretaba la mandíbula.

Mi respiración se fue volviendo más pesada, la frente se me humedeció y solo pude soltar gemidos por la manera tan increíble en la que me estaba haciendo sentir mi alfa.

Cerré los ojos sin dejar de removerme y apretar la boca, conteniendo las incoherencias que luchaban por salir de mi garganta.

Podía sentir la pesada mirada del alfa mientras continuaba haciéndome sentir bien, abrí mis orbes y un gemido más fuerte solté cuando me invadió su cavidad bucal.

Comenzó a succionar mi pene con rudeza, apreté más los labios para contenerme.

Sin dejar aquel vaivén rápido y brusco, llevó su mano derecha a mi boca, su dedo pulgar se deslizó dentro y comenzó a penetrarme también por allí con sus dedos.

Sin esperármelo una lágrima salió.

El alfa no se detuve y en cambio, aceleró los movimientos hasta que no pude aguantar más y me vacié en su cavidad bucal al mismo tiempo que solté un jadeo más fuerte y ronco.

Mi cuerpo volvió a recaer en el sofá, trataba de recuperarme y de regular mi respiración.

Kai se tragó mi esencia, pasó su dedo indicé por la comisura de su boca para terminar de saborear mi semilla.

Me le quedé viendo en todo momento, respirando e inhalando su aroma lo más que pudiese.

Mi lobo revoloteaba contento, sin dejar de pedir por el pelinegro.

—Eres delicioso, Liam.

Se acercó más, me tomó por los muslos y me cargó, me aferré a su cuello con las fuerzas que me quedaban.




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