Para ser sincero no me importaba lo que haya pasado mi madre. Sin importar qué, yo no tenía nada que ver con eso, no era justo que durante todos esos años, desde que tenía memoria, me diera la espalda y me hiciera a un lado.
Cómo si yo fuese el culpable de algo.
¿Qué necesidad de desquitarse con alguien más débil que nada tenía que ver?
Inhalé todo el aire posible y me quedé allí sentado con Luci toda la tarde, ella insistía en querer hablar sobre la omega de Levi pero la verdad es que no me interesaba.
No quería seguir oyendo nada más.
—Me vas a perdonar pero no quiero seguir hablando contigo si seguirás con el mismo tema.
La rubia guardó silencio y solo soltó un suspiro cansino, acarició su sien y se limitó a asentir.
Pareció comprender como siempre.
Los cinco días siguientes pasaron demasiado rápido o al menos los sentí de ese modo.
Durante ese tiempo, el personal se mantuvo organizando todo en la mansión de los Nortez para el baile que se llevaría a cabo, se volvió algo natural el ver a todos de un lado a otro, apurados.
No abandoné la habitación en ningún momento, aún recordaba que había estado de acuerdo con el alfa para no salir, aunque con Lucinda a mi lado ya me sentía completamente seguro.
Mucho más que de costumbre.
Confiaba en que ella estaría para cuidarme las espaldas, aún así, mi alfa era tan terco que se negó a bajar la guardia.
Eris seguía detrás de la puerta del cuarto, cuidándome y no se movía para nada, francamente me daba pena el soldado que debía quedarse a mi lado.
Dejando eso de lado, las manos no dejaban de temblarme, mi corazón seguía golpeando con fuerza y por más que quisiera no podía controlar la ansiedad que me estaba invadiendo.
Aquello se debía a que el día del baile había llegado finalmente, podría decir que eso me emocionó pero también me tenía hecho nervios.
Hace media hora habían abandonado el cuarto algunas personas, encargadas de mi vestimenta y de mi peinado.
Me levanté de la cama y me dirigí a pasos lentos hasta el espejo, buscando algún error en mi apariencia.
Todo estaba en orden, a excepción de las pequeñas heridas que aún yacían sobre mi rostro, las cuales, poco a poco iban desapareciendo.
Quise llevarme la mano al cabello y echármelo hacia atrás de lo frustrado que estaba, sin embargo, me contuve porque no deseaba arruinar mi imagen.
Tres toques en la puerta me hicieron girarme y encontrarme con un pelinegro de ojos grises, portando un traje muy elegante, digno de su linaje como alfa dominante y puro.
Al igual que cuando nos conocimos, su cabello estaba trenzado y el flequillo le cubría la frente.
De a poco me fui acercando hasta estar en frente suyo, llevé mis manos hacia arriba hasta dejarlas apoyadas en su duro pecho, me fijé de más en aquella insignia que colgaba en su traje, era la del Norte.
Igual a la que tenía puesta también.
Porque sí, yo llevaba una insignia de esa manada, después de todo era el omega de Kai, éramos destinados y me había marcado, ahora solo hacía falta que me presentase ante los demás líderes como su pareja.
Su mano derecha llegó a mi cabello, el cual, se encargó de acomodar, llevando algunos mechones detrás de mi oreja, dejando a la vista las perforaciones que tenía.
Su izquierda también estuvo en mi rostro, alejando el flequillo de mi frente para inclinarse y depositar un dulce, suave y tierno beso.
No se apartó y se quedó en aquella posición sin despegar sus labios, su brazos apresaron mi cintura y el estómago se me anudó cuando lo escuché susurrar:
—Luces precioso, mi amor.
Mis brazos se alzaron para envolverlo de la misma manera en la que él lo hacia conmigo, sus feromonas salieron a flote, inundándome.
Comprendí de inmediato lo que estaba haciendo.
Me estaba marcando con su aroma.
Al saber aquello, me encargué de hacer lo mismo con el pelinegro, sabía de sobra que era completamente mío, pero aún así, lo marcaría con mi olor para estar precavidos.
De ese modo, ningún omega, será tan osado de querer coquetearle.
El alfa se alejó un poco, sin liberarme, me sonrió ladino para acercar su boca a la mía, dándome un beso lento y profundo. Uno lleno de cariño y amor.
Enrollé su cuello con mis delgados brazos para atraerlo, y él apresó mi cintura con más fuerza, giró la cabeza hacia un costado para profundizar el beso.
El aire empezó a faltarme pero no deseaba separarme, lastimosamente, nos vimos en la necesidad de alejarnos por los toques que se oyeron en la puerta.
Con sus dedos índice y pulgar, me alzó la barbilla para que lo viese directo a los ojos, volvió a reír para depositar un pico sobre mis labios.
—No te quiero cerca de ningún alfa, en especial si se trata de mi padre, ¿entendiste?— alzó una ceja, esperando mi respuesta.
Quise reclamar porque no me gustaba que insistiera con lo mismo, pero sabía que si lo hacía, probablemente terminaríamos teniendo una discusión y era algo que quería evitar a toda costa.
—No te preocupes— le dediqué una cálida sonrisa.
Sonrió complacido, me soltó la cintura para tomar mi mano y darse la vuelta, dispuesto a salir de la habitación, sin embargo, no me moví y apreté el agarre para retenerlo.
—Pero lo mismo va para ti, no te quiero cerca de ningún omega— le advertí, con tono serio, esta vez, sin una sonrisa en el rostro.
El alfa también se mantuvo serio y simplemente asintió, para luego tirar de mi brazo y comenzar avanzar hacia afuera.
Una vez del otro lado, Eris realizó una reverencia hacia ambos, demostrando su respeto.
Cuando volvió a su postura posterior, estando recto, con la frente en alto y los brazos detrás de su espalda, me dio un leve vistazo.
Lo sentí de inmediato, a pesar de tener aquel rostro neutro o molesto, no dejaba de verme de arriba abajo.
A diferencia del padre del alfa, no me sentía incómodo con el soldado.