Enamorado Del Alfa Kai (libro 1)

Capítulo 36: Fin del primer libro.

Me tambalee cuando me propinó un golpe en la cara, Eris me sostuvo por detrás, igual de sorprendido que todos los presentes.

—¡Conque aquí es donde te has estado escondiendo todo este tiempo!— bramó molesto, con el rostro rojo y las venas marcándosele.

Cuando estuvo a punto de volver a golpearme, el castaño se colocó enfrente para protegerme, deteniendo el puño de mi padre, con fuerza y sin retroceder.

Me llevé la mano a la cara para tocar la zona afectada, soltando un quejido y maldiciendo entre dientes por lo recién sucedido.

Ese maldito viejo…

—¡Suéltame, idiota!— comenzó a forcejear contra el soldado.

—No puedo permitir que le ponga un solo dedo encima— respondió el castaño, ignorando la orden del líder del Oeste.

En cuestión de segundos se había formado un circulo a nuestro alrededor, toda esa gente que llegó para celebrar, ahora se estaba entreteniendo con la escena tan penosa que formó mi papá.

Levi empujó al soldado, quien se mantuvo firme y me cubrió con su cuerpo, dispuesto a permanecer enfrente para protegerme y recibir cualquier golpe por mí.

—Quítate, estorbo— ordenó, fulminándolo, apretando la mandíbula.

—No puedo.

—¿Estás ignorando la orden de un líder?— cuestionó, más enojado, dando un paso hacia delante.

—Me temo que sí porque estoy bajo las ordenes de otro líder— contestó el guardia, optando por una posición de ataque.

Levi sonrió sin gracia alguna, volviendo a poner una cara seria en el instante, chasqueó los dedos y varios soldados del Oeste se posicionaron a su lado, optando por una postura defensiva.

Examiné a cada uno de ellos, receloso, después mis ojos se movieron por el lugar, buscando a los padres del alfa pero debido al tumulto de gente, no conseguía localizarlos.

Las manos empezaron a sudarme, mi lobo movía su cola por lo inquieto que estaba.

Kai acababa de irse.

¿Por qué demonios tuve que beber y haber arruinado su traje?

Sabía que en cualquier momento me iba a encontrar a mi padre y también era consciente de los problemas que eso traería consigo. Aún así, una cosa era imaginar y otra muy distinta era la realidad.

Fue muy irresponsable de mi parte el ponerme tomar del modo en el que lo había hecho. Prácticamente había arruinado todo.

—Eris, vamos adentro— ordené, tomándolo por el brazo.

En ese instante, lo mejor era evitar al decrépito de mi padre antes de que las cosas se pusieran peor, lo que menos deseaba era que se formara alguna pelea y que la situación se agravara.

Necesitaba a Kai conmigo, era el único que en realidad se podía enfrentar con Levi sin problema alguno.

El soldado asintió y comenzó a caminar conmigo a su lado, sin perder de vista a nuestro contrincante y sin bajar la guardia.

—¡Tú no te vas a ningún lado!— se puso delante, dispuesto a no dejarme ir.

—Levi, tú y yo, ya no tenemos nada que ver— me apresuré a decir, mordiéndome el interior de la mejilla, aguantando las miradas de la gente.

—¡Mocoso infeliz! ¡Como tienes la osadía de decir semejante estupidez después de haber huido de la manera en la que lo hiciste, todo para ir con un alfa de mierda!— le dio un empujón al soldado y este mismo chocó contra una mesa, haciendo que las cosas sobre ella, cayeran al suelo.

Se recompuso de inmediato, dando grandes zancadas y le propinó un empujón a Levi, igual de fuerte que el que recibió, mi padre retrocedió unos pasos y enfureció, se le notó en la cara.

Me cubrí la boca con ambas manos y abrí los ojos a más no poder.

Algunos soldados quisieron intervenir pero el necio de mi padre, les hizo un ademán con la mano para que no actuaran y se mantuvieran al margen.

Por otro lado, realmente me sorprendía lo valiente y lo fiel que era el castaño para atacar al líder de una manada, lo entendía, el pelinegro le había dado órdenes precisas de enfrentarse a quien fuera, con tal de mantenerme a salvo.

Si era capaz de hacer eso, significaba que confiaba plenamente en su líder y le era devoto sin importar nada, aquello, lo supe desde lo sucedido con Aaron.

Las feromonas de hierro oxidado llegaron a mis fosas nasales, bajé la cabeza y me cubrí la nariz, haciendo una mueca de asco.

El lugar donde había sido golpeado aún me dolía bastante, aquella zona me palpitaba y la sentía caliente.

—Deja de hacer un escándalo, ¡compórtate como lo que eres!— dije, sin poder resistir más.

—¡Mira quien habla! ¡Tu no eres más que una puta sin vergüenza igual que tu madre!— se me lanzó de nuevo, siendo detenido por el castaño quien no dejaba que se acercase a mí.

Retrocedí bastante inseguro, sintiendo a mi ser temblar y el cuerpo bastante rígido.

Aproveché que Levi era retenido para salir corriendo, no le di importancia a las murmuraciones de los demás, tampoco detuve mi paso hasta que ingresé a la mansión bastante aturdido.

Recorrí los pasillos, con el corazón acelerado, oyendo los gritos de afuera que no cesaban y solo aumentaban.

Las piernas me temblaban, di la vuelta en una esquina y me detuve de forma abrupta al chocar con el pecho de alguien, me sostuve de la pared para no caer al suelo.

Solté una maldición.

Cuando alcé la vista, me paralicé y abrí los ojos a más no poder, dándome cuenta de que los latidos habían cesado y pensé que moriría.

Por supuesto que aquello, solo era parte de mi imaginación y de mi desesperación ante el miedo que me recorrió.

Tragué grueso cuando la comisura de sus labios se curvaron hacia arriba, sonriendo, mirándome de un modo muy similar al que yo lo veía a él.

También parecía estar viendo algo que apenas y podía creer.

—Después de estar buscándote por dos meses, al fin te tengo enfrente de mí, omega malnacido— bramó entre dientes, se movió con rapidez y atrapó mi brazo entre su mano, apretándolo.

—Suéltame— advertí, fulminándolo con total seriedad.




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