“La muerte no cree en justicias; tarde o temprano llegará…”
Hoy no va a ser muy diferente del ayer; la única variante será la cantidad de personas que visiten a la muerte.
Ella está muy diferente de lo usual; una sonrisa se asoma por su macabro y verdadero rostro. ¿Qué estará pasando por su distintiva y alocada mente?
Ya se escuchan venir los pasos del nuevo visitante y al parecer es más joven de lo usual. ¿Qué le habrá pasado para que esté hoy aquí?
Las flores marchitas de la entrada recobran su vida por cada paso que da el huésped cerca de ellas. Al parecer, lleno de vida al lograr semejante hazaña con los pequeños brotecillos del dueño del lugar.
El joven toca el timbre de la macabra morada y de una manera contenta. Enseguida, se levanta de su lugar para encaminarse a abrir.
Aprecia el paisaje oscuro, el cielo nublado, los árboles y plantas cercanas muertas. También nota que las paredes alrededor de la residencia son grises, agrietadas al igual que la puerta, con excepción de que esta es totalmente negra. Se percata de que, al fijar la vista en un rincón, está apareciendo una nueva grieta, pero se detiene rápidamente.
Aquel joven de cabello oscuro y rebelde, ojos de un color café y una mirada angelical, pura y viva de emoción venía con pisada fuerte, al verlo solo hizo una cosa: llorar. ¿Cómo estará viendo a la muerte en este instante?
—Mamá—susurra el muchacho entre sollozos, acercándose lo máximo posible, pero manteniendo una pequeña distancia, respeto al parecer.
—Hola Fénix—Invitándolo a entrar; se sienta en su usual asiento y agarra la lista—¿Qué te ha pasado? ¿Por qué estás aquí? —con el máximo tono amable fingido y una cara de preocupación la muerte empieza hoy su circo, veamos si nos entretiene.
—Justo como me enseñaste a ser honesto y valiente. Un niño estaba cruzando la calle a punto de ser atropellado y mi cuerpo... actuó por sí solo. No sé si estará a salvo, pero al menos he intentado ayudar a salvar su larga vida por delante—responde con honestidad mirándose las manos y una sonrisa adornando su rostro. No logro comprender si es de felicidad por haber ayudado o de preocupación al no tener noticias de lo ocurrido posteriormente.
—Tranquilo cariño, el niño está en perfectas condiciones. Él tiene algunos rasguños, pero solo eso—El joven suspira y libera la tensión e indecisión que traía dentro, logrando sacar a luz una sonrisa de pura felicidad—Por la forma en que estás, creo que debes contar ahora con veintisiete años, ¿me equivoco?
—Casi aciertas mamá. Tengo veintiséis y acabo de terminar mi carrera de medicina; justo como la tuya—Sus ojos brillan llenos de fulgor y admiración. Quién sabe cómo habrá sido su mamá en vida—Lo he conseguido mamá, he salvado una vida.
—Así es, cariño. Dime, ¿crees que has sido un niño bueno o malo en todos estos años? —Se extiende hacia adelante; entrelazando los dedos de sus manos y frunciendo el ceño a pesar de seguir poseyendo esa sonrisa que a Fénix le resulta encantadora.
—He sido un niño bueno mamá: he ayudado a ancianos a cruzar la calle, he defendido a los niños que veía que acosaban y he rescatado mascotas de ser sacrificadas en la perrera—dice contento, sabiendo a la perfección que lo que dice es verdad. No entiendo la sensación de felicidad que poseen los humanos por tales tonterías.
—Cariño... Creo que irás al cielo con tu mami—La voz dulce y acogedora va perdiendo su efecto poco a poco. De un momento a otro, vuelve a la normalidad esa horrenda y espantosa voz que posee la parca.
Sus ojos color sangre más sus dientes blancos, pulidos y puntiagudos salen a la luz. La sombra que cubre su rostro aparece, pero antes de que lograra tapar completamente las demás facciones del residente, se logra divisar en su mejilla la manera en que aumenta una raya negra, de entre tantas otras.
Tendré que arreglar ese error, no puede volver a ocurrir. No nos podemos permitir que descubran nada más.
—¿Quién eres? No eres mi madre—El chico confundido se mantiene estático pero alarmado, mirando extrañamente el verdadero rostro de la muerte—Pero si he muerto, tú debes ser la muerte—Se acomoda relajando sus hombros y liberando la tensión que tenía acumulada. El poder atrayente de este aparece a su alrededor calmando a nuestro invitado—¿Por qué será que ahora, al mirarte de verdad, no quiero apartar mi vista de ti, sino dejarla todo el tiempo encima tuyo examinando te? Es como si me tuvieras hechizado y no logrará una forma de salir de tu encantamiento.
—A todos les pasa, supongo que esta forma es a la que todos llaman Dios o si no es eso, no tengo ni idea de qué será. Pero lamentablemente, ya se ha acabado el tiempo de tu estadía junto a mi persona—aparece una palanca adornada encima con una calavera, esta es empujada por la muerte y de pronto
Fénix desaparece de dónde estaba. Él no deja ningún rastro, justo como los demás que han pasado por ahí. Al parecer, ha sido enviado a renacer. Que parca tan compasiva.
La muerte luce satisfecha, su sonrisa se ensancha y observando por la ventana comienza a hablar porque piensa que está sola. Pobre iluso, nadie nunca está solo, todos son vigilados quieran o no.
—Tal vez me ven como lo que más aprecian al principio. Luego, me contemplan como la muerte terrorífica y horripilante que soy. De hecho, mi apariencia depende si van al cielo o al infierno, o eso creo. A lo que me refiero, me notan como su Dios o como el mismísimo diablo Satán.
Qué forma más curiosa de pensar posee la muerte, se nota que es el primero. No debo revelar más información, mejor espero a la siguiente visita.
Editado: 07.05.2021