CAPÍTULO 10
Estando su hija Delfina presente ahí en su departamento, su padre Alejandro comenzaba a recordar tanto daño que le había hecho a la familia, y comienzaba a recordar esto, puesto que Delfina su hija estaba allí con él, porque lo quería de vuelta en su vida, Delfina y los suyos, Delfina y la familia de Delfina.
El abuelo Alejandro comenzaba a sentirse triste, profundamente triste, pues no dejaba de lamentar tanto daño hecho a su hijo Rubén, ya fallecido, a Delfina su hija allí presente en ese momento, y a su esposa Bianca, misma que a él todo esto pero sobre todo, esto último, le dolía profundamente, al abuelo Alejandro.
Por otra parte al abuelo Alejandro le remordía la conciencia, por tanto daño hecho a lo que más uno, podía valorar en la vida, a la familia.
El abuelo Alejandro recordaba con una intensidad vivencial, a todo el pasado de la historia con su hermosa familia, Delfina se daba cuenta de ello y comenzaria a llorar, su padre Alejandro entristecio su mirada y el remordimiento de conciencia se hacía más profundo en el viejo, quién pasaba a recordar de inmediato aquellos dos niños que eran el amor de su vida, a Delfina y a Rubén, los recordaba tiernos, hermosos, una bendición en su familia, recordaba que todo desde el principio no había sido malo, habían tenido una época floreciente como una familia, como una gran familia, cómo la mejor de las familias en esos momentos perdidos del tiempo, tanto para él como para su hermosa esposa Bianca, tan hermosa como alguna vez al joven contador Alejandro era que le gustaban las mujeres, siempre perfectas en su belleza, y él no pasaba a entender, el no pasaba a comprender porque toda esa magia se había perdido en el tiempo, en los años que ya habían vivido todos ellos juntos, en una hermosa familia, una hermosa familia que terminaría por desquebrajarse, y por deshacerse en su Unión con el pasar de los años.