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Pasamos las vacaciones de verano frente a nuestras laptops. Nuestro negocio crecía y el dinero que obteníamos lo empezamos a ahorrar. No voy a pintar todo color de rosa y decir que nuestra relación como novios y como socios era maravillosa. Como personas de carácter tendíamos a discutir cuando estábamos en desacuerdo, pero ante eso habíamos descubierto la manera de apaciguarnos. Cada quien se iba a su casa y reflexionaba. Debo admitir que al principio el orgullo de ambos nos podía, pero poco a poco nos dimos cuenta que disculparnos era la mejor solución. No importara quien diera el primer paso o de quien era la culpa pues al final los dos terminábamos hiriéndonos. Lo importante era saber aceptar nuestros errores y seguir adelante.
Eso era en cuento al negocio, en cuando a nuestra relación de novios…la pasión estaba ahí y cada día crecía más. Cuando volvimos a la universidad para cursar el último año de nuestra carrera sentía que éramos realmente sólidos. Nina también. Seguía siendo la chica fría en la uni, pero cuando estábamos solos era un volcán que buscaba estallar. Ella me enloquecía. Había momentos en donde empezábamos con besos y terminábamos sin polos o con mis manos bajo su falda o las suyas muy peligrosamente cerca de mi virilidad.
Alquilamos un pequeño lugar que convertimos en nuestro centro de trabajo. Lo amueblamos con todo lo necesario para nuestro trabajo. También lo convertimos en un pequeño espacio donde dibujaba y pintaba.
Una tarde Nina llegó con una falda vueluda y una blusa que dejaba sus hombros al descubierto. No llevaba maquillaje. Generalmente, usaba base, rímel, rubor y pintalabios. Nunca vi a mi chica sufrir con todo eso del maquillaje. Una vez me dijo que usaba mascarillas naturales para tener una piel suave. En fin, llegó muy animada por el ultimo pedido que habíamos entregado. Yo me encontraba sentado frente a un lienzo mientras dibujada la catedral de Arequipa.
—Es muy bonito cariño.
—Gracias.
—Amor, ¿me dibujarías desnuda? –me quedé anonadado con esa pregunta tan rara. Giré mi cabeza como el exorcista y la miré confundido.
—¿De dónde sacas eso?
—Es solo una pregunta. Eres muy bueno como dibujante y pintor así que me preguntaba si podías dibujarme desnuda.
—Manzanita, lamento informarte que no somos el elenco de Titanic.
—Nou, pero tú puedes ser mi Jack. Eres muy guapo.
—Un Jack mestizo, ¿eh? No suena mal. Podría intentarlo. No he dibujado un desnudo en mi vida, sería un reto.
—Bueno no dibujarías más desnudos que los míos sonrisitas.
—¿Celosa?
—Precavida y…posesiva
Me reí
—Talvez si te desnudas puedo hacerme una idea—sabiendo que no lo haría continúe con mi dibujo. Cinco minutos después estuve a punto de sufrir un desmayo.
—Amor…—me di la vuelta solo para encontrar a Nina desnuda sentada en el sofá cama. El pincel cayó de mis dedos. Ella era perfecta, pero que hombre no piensa que su chica es perfecta cuando está enamorado. Nina era hermosa. Me tomé el tiempo de recorrer su cuerpo empezando por sus pequeños pies, subiendo a unas pantorrillas y muslos llenitos pero torneados; el secreto de su feminidad resguardado por el vello que asomaba; su cintura que iba tan bien con el tamaño de sus caderas. Su abdomen y subiendo hacia sus delicados y suaves pechos. Cuando llegué a su rostro estaba completamente sonrojada, aun así, tuvo el valor de ser osada.
—¿Te gusta lo que ves?
—De verdad quieres una respuesta—ella se mordió el labio y asintió.
—Me encanta lo que veo. Me hechiza y me enloquece. Eres preciosa Nina—empecé a ponerme de pie para ir por ella. Sin embargo, ella se levantó y se acercó hasta quedar frente a mí. Tomó mi mano derecha y le dio un beso mientras guiaba la izquierda a su cintura. Sin poder evitarlo la atraje hacia mí y capturé sus labios en un ardiente beso.
Me puse de pie y nos guie hacia el sofá. Ella no quería despegar su boca de la mía; no sabía si era por la timidez de su desnudez o realmente quería seguir besándome. Despegué mi boca y tracé un camino de besos por su cuello hacia el lóbulo de su oreja. Ella gimió suavemente; besé sus hombros y el inicio de sus senos, nuestras miradas cayeron a mis manos sosteniéndolos.
—No están firmes. No como las modelos o tus ex novias. Y también tengo estrías en el vientre—sonreí ante su ingenuidad y su timidez, mientras miraba hacia abajo.
—Cariño no espero que seas como las modelos de revistas o como mis ex parejas—levanté su mentón—. Esta eres tú y tu cuerpo es hermoso de la manera en la que lo es tu loca personalidad. No necesito que tengas las medidas que dicta la sociedad o la estatura o el peso. Esta es tu yo real. La niña maravillosa que me enloquece cada vez que me besa o que me hechiza con una sola mirada. Eres la mujer cuyas curvas me encantaría recorrer—acaricie su cintura con mis manos—. Te amo Nina—confesé— y espero, realmente espero que lo nuestro sea para siempre. No será fácil. Recién tenemos un año como pareja, pero quiero crecer contigo. Tú sacas lo mejor de mí.