Manzanita y yo nos graduamos con honores. Nos sirvió bastante el hecho de tener un trabajo que había traspasado fronteras nacionales y que nos estaba ayudando a prepararnos mejor.
Desde que volvimos de Mancora las cosas fueron un poco diferentes, pero increíbles. El lugar que alquilamos no solo era nuestro centro de trabajo, se convirtió en nuestro nidito de amor. La verdad es que los primeros dos meses éramos como conejos. No soportábamos estar juntos sin desnudarnos y devorarnos. Pero, así como decidimos disfrutar de nuestra sexualidad, también decidimos cuidarnos. Aun éramos muy jóvenes para convertirnos en padres.
Nuestra relación se fortaleció y a tres meses de graduarnos conseguimos un departamento para mudarnos juntos. La convivencia no fue fácil; nos dimos cuenta de lo diferente que era vernos un par de horas que vernos a todas horas o todos los días de la semana. No éramos perfectos, pero con el tiempo nos adaptamos.
Una tarde estábamos en la cama y recibimos una llamada que nos cambió la vida. Yo estaba sentado en la cabecera y ella encima de mí, desnuda. Desde que vivíamos juntos manzanita prefería andar por la casa en bóxer y mis camisetas o a veces solo en camisetas. Lo aprobaba. Totalmente.
El punto es que mientras recuperábamos las energías gastadas el celular empezó a sonar insistentemente.
—El celular está detrás de ti—acaricié su espalda y traté de apartarla para ir por él. Ella se aferró más.
—Déjalo sonar. Estoy tan cómoda así—se acurrucó en mi pecho rozando suavemente sus pechos. Sus labios empezaron a dejar besos por mi pecho, subiendo a mi cuello, mentón y finalmente besándonos. Estaba listo para otra ronda; así que la posicione sobre mí y dejé que ella llevara el ritmo.
—Despacio bebe. No voy a ningún lado—me calló con besos mientras subía y bajaba sobre mi eje. El celular volvió a sonar—¡Joder!
—Concéntrate en mi. Olvida el celular. Mmm…así…sí…—y el celular volvió a sonar una y otra vez. No soportándolo más, arrastré a Nina para llegar al celular y me detuve en cuanto vi el nombre. Nina lo notó.
—¿Qué sucede? –sin dejar de mirar el nombre en la pantalla salí de ella y me puse en pie.
—¡Christian! –protestó.
—Prometo compensarte bebe, pero necesitamos atender esto. Vístete. Ahora.
Después de dos horas de video llamada por Skype manzanita y yo no podíamos dejar de sonreír. Resulta que quien nos llamaba era el gerente de una compañía de perfumes que requería nuestros servicios como fotógrafo y diseñadora gráfica. Había revisado nuestro trabajo y las referencias que le dieron fueron excelentes. Nos quería en su equipo. Lo único era que debíamos mudarnos a Estados Unidos pues querían trabajar con nosotros mano a mano. No lo pensamos dos veces y aceptamos después de hablar del contrato, el sueldo y todos los pormenores. Todo estaba a nuestro favor; sin embargo, dejaríamos que nuestros abogados revisaran los documentos. Iríamos por una semana para ver el ritmo de la compañía y el lugar en donde nos desempeñaríamos.
No cabíamos en felicidad. Era un gran logro para nosotros. Nuestros sueños seguían haciéndose realidad y nuestra relación seguía fortaleciéndose. Estábamos bendecidos.
Ya se imaginan como celebramos.