Enamorándome de la fea

Capítulo 2

Manuel despertó con dolor de cabeza, bebió más de lo que debía beber, vio la hora con cansancio y al ver que son las nueve se levantó corriendo despertando a la mujer que dormía en sus brazos. Aquella se quedó observándolo confusa sin entender que pasaba.

 

—¡Rápido! Vístete y vete —le dijo con poca cortesía.

 

Aquella alzó la mirada molesta ¿Qué se cree ese tipo al sacarla así?

 

—¡Si no te mueve te voy a sacar desnuda de acá! Maldita sea, estoy atrasado —la amenazó mientras entraba a ducharse.

 

Luego salió corriendo, colocándose su traje, asomándose a su cuarto y viendo a su hermano dormir desnudo con las piernas abiertas mientras otra mujer duerme borracha en la alfombra ¡¿En qué momento le pareció una buena idea salir un lunes en la noche?

 

—¡Levántate, Bastian, arregla este desastre! —le gritó y aquel desperezándose lo maldijo de mala gana—. ¡Te estoy hablando!

 

—Sí, sí, te escuché, yo me encargo, vete —le respondió levantándose sin importarle estar desnudo.

 

Movió la cabeza, molesto saliendo del departamento, corriendo a su auto.

 

Bastian se sentó en el sofá sin ánimos de ponerse a ordenar, vio a las chicas vistiéndose para irse y les sonrió con picardía.

 

—¿Qué les parece otra partida, chicas? —les insinuó con tono sensual. A lo que ambas sin pensarlo demasiado se acurrucaron a su lado dispuestas a seguir con la fiesta.

 

Manuel en tanto, luego de conducir en forma agresiva, agarrarse a garabatos con un par de conductores, maldecir a unos cuantos semáforos y estacionar con una rapidez impresionante, subió al ascensor casi sin aire para respirar. Intentó mantener la calma, pero la expresión preocupada de su secretaria lo decía todo. Al entrar, su tía se puso de pie para terminar la reunión, al verlo, por un instante pareció impresionada, pero luego movió la cabeza desilusionada. El resto de los socios lo miraron sin saber que decir.

 

—Al parecer mi sobrino Manuel tiene cosas más importantes que asistir a la reunión semanal de las finanzas de la empresa, con esto, finalizamos la reunión de hoy, con el permiso de todos —se retiró molesta y al pasar al lado de su sobrino cuando vio su intento de excusarse lo hizo callarse.

 

Se giró preocupado mientras ve a la mujer alejarse por el pasillo.

 

—¿Qué pasó? —lo interrogó una voz gruesa y seria.

 

Preocupado se giró rascándose la cabeza y deteniéndose en la gélida mirada de su hermano mayor, Francisco. La fría expresión de su hermano le recuerda tanto a su padre que por momentos se obliga a guardar silencio.

 

—Es que Bastián…

 

—Déjalo ahí —lo interrumpió con brusquedad—. ¿Cuántas veces te he dicho que no sigas las idioteces de Bastián? Sabes que es un caso perdido.

 

Manuel arrugó el ceño sin responderle, sabe que tiene razón.

 

—Ve a hablar con ella —haciendo referencia a la tía de ambos—. Espera un par de horas y llévale el informe actualizado, discúlpate con ella, de seguro te perdonara, eres su favorito.

 

Y sin esperar respuesta salió dirigiéndose a su despacho.

 

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—¿Puedes creerlo? —Claudia le mostró una bonita cadena a Silvana, aunque ordinaria y de oro falso, para ella era una verdadera joya.

 

—¿Y te propuso matrimonio? —le preguntó ansiosa observando la piedra de fantasía que cuelga de la cadena.

 

—Lo esperaba, pero nada, maldito cobarde, cinco años juntos y nada —suspiró aprisionando la cadena entre sus manos.

 

—¡Vamos, será a la próxima! -la animó Silvana—. Por lo menos aun tienes esperanzas.

 

Claudia la observó curiosa antes de reírse al entenderla.

 

—Es que tú, mi niña, aspiras muy alto, si estás pensando en alguien como Manuel Amador, olvídalo, si fuera por eso yo igual estaría así, vistiendo santos —alzó los hombros.

 

—No importa, algún día ese hombre vendrá aquí y me dirá…

 

—Disculpen, ¿Han visto a mi tía? —las interrumpió Manuel incomodo, la verdad hubiera deseado preguntarle a cualquiera, menos a ese par de mujeres, pero eran las únicas que se encontraban en el lugar.

 

—No —respondió secamente Claudia.

 

—Salió a una reunión hace una media hora —respondió en forma más amistosa Silvana sin evitar fijar su mirada sobre aquellos bellos ojos azules.

 

Manuel sintió escalofríos por esa mirada fija y solo retrocedió antes de caminar directo a la oficina de su tía, arrepintiéndose de haberle preguntados, no podría sacarse la imagen de esa cara fea por un buen rato.

 

—Pobrecito, creo que lo espantaste —exclamó Claudia apenas lo vio alejarse.

 

—¡Oye! —le reclamó Silvana—. Estoy fea pero no a ese nivel.

 

—Me refiero, amiga, es que casi te lo comías con la mirada, faltaba poco para que te le tiraras encima y lo hicieras tuyo.

 

Silvana sintió que el calor se subía a sus mejillas, de verdad que pensaba en eso, pero no que se hiciera tan notorio. ¿Qué habrá pensando Manuel de ella? ¿Qué era una suelta? ¿Una picara? ¿O le habrá parecido sensual que se le insinuará de esa forma tan abierta?

 

—¿Crees que le haya parecido atractiva? —le preguntó repentinamente a Claudia quien movió la cabeza en forma negativa de inmediato, pero Silvana no la vio y giró emocionada de pensar que en esos instantes tal vez ese hombre pensaba en ella.

 

Sin darse cuenta de que Francisco, el hermano mayor de Manuel, pasaba justo por el lado haciendo que ambos chocaran, pero él siendo más alto y robusto terminó por botarla al suelo. Cuando Silvana reaccionó y se levantó a pedir disculpas la mirada fría y el rostro severo de aquel hombre la hizo retroceder. Se ve bastante molesto por el choque que acaban de tener, aquel sacudió su ropa sin prestarle mayor atención a ella. Y se fue sin decir palabras.



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En el texto hay: humor, romance, jefe enamorado

Editado: 19.04.2020

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