Enamorándome de la fea

Capítulo 3

Se contuvo sin contarle la nueva noticia a su amiga, porque si la escuchan en la oficina todos se van a enterar de su emoción por trabajar con ese nombre. Claudia le insistió que se lo contara antes pero no hubo caso, debió tener paciencia y esperar hasta el final de la jornada cuando ya estuvieron fuera y lejos de la oficina.

 

—¡Voy a trabajar con el señor Manuel Amador! —le contó Silvana a Claudia emocionada, sin poder contenerse.

 

—¿En serio? —sonrió al verla tan feliz—. Pero ¿Qué dijo ese hombre?

 

—Se quedó mudo, mirándome fijamente —lo recordó de una manera distinta a lo que había pasado—. Creo que ni él podía creerlo. ¡Sabes, voy a buscar mis mejores ropas! ¡Voy a lucir mejor y hasta me enfrentaré a ese aparato malvado!

 

—¿Te refieres a las pinzas? —le preguntó emocionada—. ¿En serio lo harás?

 

—Sí, debo lucir mejor que nunca —apretó el puño, segura de su idea.

 

—Te deseo la mejor de las suertes, aunque me sentiré triste por no verte —señaló la mujer sonriéndole—. Pero sí o sí desayunaremos juntas, total solo estaremos separadas un par de cuadras ¿Trato?

 

—Trato —respondió de inmediato.

 

Luego Claudia poniéndose sería le puso las manos en ambos hombros mirandola fijamente a los ojos. 

 

—Ya sabes, cualquier cosa que te hagan me dices y yo corriendo iré a defenderte —indicó con seguridad.

 

—Bien, gracias —le sonrió agradecida.

 

—Y otro punto importante, si te vas a depilar la ceja hazlo en la noche, así si la piel se te pone roja al otro día no se te notara ¡No lo olvides! —le señaló intentando que quedará claro que eso era muy importante.

 

Pero Silvana lo olvidó y no lo recordó hasta la mañana siguiente. No quedándole otra que usar las pinzas antes de salir, dejándose la marca roja en la piel en donde hubo ceja, viéndose aún más extraña. Y el vestido que quiso ponerse le quedo más grande de lo que esperaba, lucía muy bonito en el maniquí de la tienda de segunda pero no en su cuerpo, sonrió al espejo dándose ánimos, recordando que su madre siempre decía, una bonita sonrisa es la mejor presentación que puede tener en un lugar nuevo.

 

Cuando Manuel la vio llegar a través de los ventanales de su oficina, se quedó con la boca abierta derramando su café en su camisa, se tragó sus insultos al sentir el agua caliente y mientras se seca con una servilleta no deja de mirarla ¿Qué mierda se hizo en la cara? Parece que se hubiera pasado la rasuradora en sus cejas arrancándose la piel por el tono rojo de esta. Se había pintado los labios más rojos y ese traje barato la hacía lucir peor que antes ¿Se cree un payaso? ¿Acaso busca burlarse de él? E intencionalmente busco como lucir peor que antes.

 

Su secretaria al verla no pudo evitar soltar la risa, no puede creer que exista alguien capaz de salir a la calle así ¿De donde sacó esa ropa tan horrible? ¿Y que se hizo en la frente?  Y aunque Silvana se rio con ella en su inocencia al no entender que se burlaba de su apariencia la mujer le preguntó con brusquedad que hacía en ese lugar.

 

—Vengo a ver al señor Manuel Amador —le respondió sonriendo con cierto orgullo de decir que aquel hombre la esperaba.

 

—¿Para qué? —le preguntó secamente Cristina.

 

—Ah sí, es que me mandaron del departamento principal a ayudar al departamento de finanzas —exclamó con tono amable sin dejar de sonreír a pesar de la burlesca expresión de la otra mujer.

 

Cristina, la secretaria, la observó de pies a cabeza sin intentar disimular su gesto de desagrado, notándola, Silvana solo se mantuvo tranquila sin notar la mala voluntad de la secretaria. Debe estar mintiendo, su jefe no podría contratar a alguien como ella, con solo verla se hubiera negado a entrevistarla, como ya ha pasado con otras chicas tan poco agraciada como ella.

 

—Dejen de perder el tiempo —exclamó Manuel saliendo de su oficina de mala gana pasándole una carpeta a Silvana—. Piso cuatro, pregunta por el área de finanzas, Cristina llama y avisa que la señorita va a ayudarlos y luego me traes otro café… para quitarme este dolor de cabeza.

 

Les dio la espalda entrando a la oficina aun mirando su camisa manchada con el café, Cristina y Silvana se quedaron con expresión boba mirando la varonil espalda de aquel hombre, luego al darse cuenta de que ambas compartían el mismo sentimiento se miraron confusas, Silvana intentó disimularlo desviando la mirada mientras que Cristina se sentaba tosiendo molesta.

 

—Ya lo escuchaste, ve al cuarto piso —alzó las cejas, molesta de que esa mujer siguiera ahí y mirara con esa desfachatez a su jefe ¿Qué se imagina? ¿Qué alguna vez él, Manuel Amador, se fijaría en una mujer fea como esa? Se mordió el labio, molesta por el hecho de que siquiera lo imaginaba—. Teniendo una mujer como yo a su lado ¿Cómo podría fijarse en eso?

 

Lo dijo mientras ve a Silvana alejándose hacia el ascensor y su mueca quedó detenida en su rostro sin notar la presencia de Francisco, el hermano mayor de Manuel que la observa con una gélida mirada. Al notarlo dio un salto casi a punto de botar la taza que sostenía en sus manos.

 

—Ni que hubieras visto al mismo demonio —enarcó las cejas sin borrar la severa expresión de su rostro—. ¿Esta mi hermano?

 

—Sí, sí señor —respondió cohibida por la presencia de aquel hombre.

 

Se quedaron mirando en silencio.

 

—¿Qué esperas mujer avísale de mi presencia? —exclamó molesto haciéndola de nuevo sobresaltarse.

 

Hay algo que a Cristina no le gusta de ese hombre, siempre tan poco simpático y amargado, es guapo, tanto como su hermano Manuel, pero es un tipo tan seco y directo que muy pocas mujeres lo pondrían en su lista de buenos hombres para futuras relaciones. De mala gana fue a la oficina de su jefe y su rostro tensó se detuvo en la expresión confusa de Manuel.



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En el texto hay: humor, romance, jefe enamorado

Editado: 19.04.2020

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