Enamorándome de la fea

Capítulo 4

Claudia se quedó estupefacta ante las palabras de Silvana ¿En serio había tenido que trabajar toda la mañana en compañía de ese tal Francisco? La verdad que solo imaginarse estar parada al lado de ese hombre le produce escalofríos.

 

—No entiendo cómo puedes estar tan tranquila —suspiró sorbiendo su jugo.

 

—La verdad es que no hablamos nada —respondió con sinceridad—. Creo que él es un hombre muy introvertido.

 

—Ese tipo no es más que otro mal educado y grosero con las mujeres que estamos fuera de sus estándares —señaló Claudia sacudiendo en forma amenazante el sándwich que come.

 

 Silvana se rio ante el comentario de su amiga, aunque ella luce muy sería y molesta.

 

—Te apuesto a que si tuvieras la apariencia de una modelo hubiera hablado hasta por los codos —agregó lanzando el resto de su pan al plato.

 

—No lo sé, creo que ese hombre no le gusta sociabilizar, aunque la idea de ser una modelo sería genial —se volvió a reír—. Me ayudaría a llamar más la atención de Manuel Amador, aunque hoy lo dejé con la boca abierta.

 

Se levantó orgullosa de su asiento intentando moverse como una modelo. Claudia la agarró de un brazo haciéndola sentarse de golpe esperando que nadie hubiera visto los extraños movimientos de su amiga que más parecía estar sufriendo un ataque que modelando.

 

—Ya me lo imagino —murmuró para sí misma.

 

—¿Qué dices? —le preguntó Silvana sin haber podido escucharla.

 

Pero Claudia solo suspiró desviando la mirada y deteniéndose con envidia en la enorme copa de helado que se devoraba un niño un par de mesas más adelante.

 

—Deberías pedir uno si tanto te apetece —indicó Silvana entretenida en jugar con los trozos de frutas restante de su jugo de piña.

 

—¿Estas loca? —respondió de inmediato—. Tengo un par de meses para caer dentro del vestido que me regaló mi novio ¡Un par de meses, mujer! No me tientes, ¡aléjate, Satanás!

 

La otra mujer se alzó de hombros.

 

—Pues yo voy a pedir uno, y no importa si la panza se me sale del vestido —señaló divertida.

 

—Claro, como si el tal Amador quisiera a una mujer con panza —agregó irónica.

 

—Oh, No —Silvana se puso de pie de inmediato mirando la hora en su teléfono móvil—. Estoy atrasada, aun debemos revisar unas facturas y organizar un par de carpetas.

 

—Vámonos entonces, dile adiós a tu copa de helado.

 

Salieron con rapidez en el momento mismo que Manuel Amador salió corriendo de otro restaurante, aquel ni siquiera vio a Silvana por estar preocupado de que la mujer del restaurante no lo siguiera mirando. Tropezó con Silvana, con tal fuerza, que la botó al suelo.

 

—¡Oye, cuidado! —le gritó Claudia molesta.

 

Manuel arrugó el ceño sobándose el brazo sin intenciones de ayudar a Silvana a ponerse de pie, se sobó el brazo con el cual la había golpeado pensando en su mala suerte que justo se le atravesara aquel raro espécimen de la especie humana. Estaba a punto de darles un sermón, aunque la culpa fuera de él cuando notó que la mujer del restaurante aparecía atrás de ellos.

 

—No hay tiempo para hablar, rápido, rápido —y agarró del brazo a Silvana antes de que Claudia la ayudara a ponerse de pie.

 

Y la levantó del piso y sin soltarla, seguido de Bastián y Claudia, quien ofendida por la patudez de aquel hombre le reclamaba, aunque Manuel no parece escucharla.  Se subió a su auto obligando a empujones a que ambas se subieran rápido antes que aquella mujer de su pasado lograra alcanzarlo. Se subió a su asiento y arrancó el vehículo acelerando provocando que las ruedas chillaran al pisar el pavimento.

 

—¿Usted está loco? —reclamó Claudia abrazando a Silvana que a diferencia de ella se mantiene tranquila.

 

Pero Manuel la ignoró, solo Bastián la observaba con curiosidad.

 

—¿Qué tipo de talla de ropa interior usas? —le preguntó curioso y aunque le sonrió con galantería como respuesta recibió un carterazo en su rostro.

 

—¿Qué te crees tú? Grosero mal educado —respondió Claudia ofendida—. ¿Y tú, Silvana dile algo a este par de…

 

—Gracias por llevarnos, señor Manuel —habló Silvana sonriendo.

 

Claudia se giró sin creerlo.

 

—¿Estas tonta? —le preguntó estupefacta—. ¡Nos han secuestrado!

 

 

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Francisco alzó la mirada deteniéndose en el asiento vacío de Silvana, bufó pensando en la irresponsabilidad de esa mujer en abandonar su puesto y no volver. La hora de almuerzo ya pasó y aun no se presenta. Ni siquiera un aviso por su atraso.

 

Bueno, no podía seguir esperando y se puso a trabajar sin ella, ya le llamara la atención cuando vuelva. Aunque le intriga porque su tía le había hablado de esa mujer como una de las personas más responsables con que hubiera trabajado. O su tía se estaba volviendo muy bondadosa o de verdad Silvana era así como ella le decía.

 

Se levantó inquieto a hacerse un café intentando no pensar demasiado en ese tema. Pero sí o sí va a reprender a esa mujer en cuanto la vea.

 

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Bastián se sobó molesto el rostro luego de recibir el golpe de Claudia, estupefacto miró a Manuel quien intentó disimular su risa hasta que escuchó a la mujer gritar “¡Nos han secuestrado!”. Se giró molestó sin perder su atención del camino.

 

—¡¿Y quién querría secuestrar a un par de mujeres tan… comunes?! —exclamó molesto estuvo a punto de decir feas, pero no quiso recibir un golpe como Bastián con esa cartera que parecía cargar piedras.



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En el texto hay: humor, romance, jefe enamorado

Editado: 19.04.2020

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