Manuel bostezó cansado mientras espera la luz verde para seguir avanzando, entrecerró los ojos e intentó hacerse un poco de masaje en el cuello, pero no le es posible. Con desinterés ve la imagen a lo lejos de Silvana que, aun llevando su traje con el lodo, ya seco, camina distraída por la calle. Arruga el ceño al pensar lo poco preocupada de su aspecto personal, siquiera se hubiera ido a casa a cambiarse ropa en vez de seguir trabajando.
—No soporto a esa clase de gente que no se preocupa de sí misma —pensó con desagrado.
En eso el vehículo de atrás le toca la bocina porque el semáforo ya ha cambiado a la luz verde. Avanza y se alegra alejar la imagen poco grata de esa mujer de su mente. Luego tensó su rostro al recordar a Tania, la chica que vio en el restaurante. Vagos recuerdos aparecen en su cabeza, un viejo amor, una rencilla, y el no ser capaz de amarla como ella lo necesitaba. Apretó los dientes por pensar en eso y siguió conduciendo mientras pensaba en cómo no volver jamás. Las luces de la ciudad lo guiaron lejos de su departamento y no se dio cuenta hasta darse cuenta de que estaba perdido. Comenzó a llover y sonrió con ironía mientras intentaba ordenar su cabello, al notar el lugar en que se encuentra, frente al bar en que la conoció, en que por primera vez vio a esa mujer, a Tania.
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Silvana caminó luego de esperar más de media hora un taxi que nunca llegó. Por lo menos estaba a tiempo de subir al último carro de metro, en eso observó a una mujer que camina en su dirección contraria, se le hizo conocida, es la misma mujer del restaurante. La misma que el señor Manuel intentaba evitar. De verdad es muy bonita, su cabello castaño cae en ondas en una armonía perfecta con esa piel de porcelana. Le fue imposible no fijarse en ese par de ojos azules que parecen buscar algo que no encuentran. Desvió su atención cuando esa mujer pareció notarla y apresuró el paso para que no pudiera recordarla, si Manuel Amador quiso evitarla es por una razón, por eso le preocupó que pudiera reconocerla y con eso descubrir el paradero del sobrino de su jefa.
Pero un auto pequeño se detuvo a su lado tocándole la bocina, se giró preocupada viendo a su padre en el volante. El hombre le sonrió aliviado, se ve algo incomodo dentro de aquel vehículo aun, su enorme tamaño y su robusto cuerpo parece atrapado en aquel pequeño espacio.
—Estaba preocupado por ti, llamé a Claudia y me dijo que saldrías más tarde.
—Sí, sí, estoy bien, no era necesario que te preocuparas tanto de mi papá —le sonrió—. Con esta cara ni el cuco querría secuestrarme y se puso a reír.
Se dio cuenta que la mujer del restaurante la estaba mirando, por lo que sin esperar más se subió corriendo al auto sin que su padre pudiera entender su apuro.
—Vamos a casa —exclamó apresurada.
Sin embargo, en vez de echar andar el auto, el hombre como pudo se giró hacia su hija, con expresión seria.
—Eres tan linda como lo fue tu madre, así que nada de eso del cuco y no sé qué cosa, que quede claro.
—Sí, Capitán —le sonrió, pero luego al ver que la mujer se acercaba al auto le tomó el brazo a su padre—. Ya vámonos.
El hombre movió la cabeza mientras avanzaban alejándose, para el alivio de Silvana, de aquella mujer. Suspiró y se dejó caer en el asiento.
—¿Por qué estás en este auto pequeño? ¿Y tú camioneta? —le preguntó de golpe al darse cuenta en el vehículo que viajaban.
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Manuel descendió del vehículo decidido a entrar a ese bar a tomarse un par de tragos y de esta forma olvidar aquellos recuerdos no gratos. Escuchó el piano y tomo asiento ante la rara expresión del barman que se quedó mirándolo como si estuviera viendo un fantasma.
—Quiero un whisky —exclamó ignorando la leve sonrisa que se dibujó en aquel tipo.
—Ok, guapo —le respondió.
Arrugó el ceño confuso por aquel apelativo, pero tal vez solo había sido fruto de su imaginación debido al cansancio de aquel día. Mientras escucha al pianista que toca una triste canción. El Barman le trajo su trago y se lo bebió, incomodo por la mirada de aquel individuo ¿Qué le pasa a ese tipo?
—Hola, lindo ¿estás solo? —le preguntó otro hombre que se sentó a su lado, tocándole el cabello.
Saltó al sentirlo y al mirar a su alrededor se dio cuenta que solo había hombres.
—¿Qué está pasando aquí? —exclamó en voz alta sin saber a dónde ir. No ve la salida por ningún lugar.