Francisco salió del edificio mirando la hora, ya es tarde, pero debe caminar al edificio que está a un par de cuadras porque en ese lugar dejó su vehículo. Al levantar la cabeza se detuvo de golpe al ver a una mujer con un vestido color crema, y el cabello recogido, justo frente a él con expresión preocupada.
—¿Tanía? —preguntó sin creer que lo que ve frente suyo es ella o es producto de su cansancio, se le hace imposible que después de tanto tiempo apareciera así como así.
—Francisco —respondió y le sonrió con tristeza, guardando silencio.
En un primer momento no supo que decir, no espero verla después de lo que había pasado tiempo atrás. Desvió la mirada, confuso, buscando las palabras adecuadas y luego suspiró al darse cuenta de que no encontraba que decir. ¿Que podría decir si al final todo había sido culpa de su hermano menor? Ni siquiera podía excusarlo, el daño había sido demasiado para esperar que simples palabras pudieran repararlo.
—¿Cómo has estado? —le preguntó la mujer con suavidad tal vez al darse cuenta de la incomodidad de aquel hombre.
—Trabajando —respondió, y aunque intentó sonar amable, su típica seriedad no se borró de su rostro.
La mujer de cabellos castaños sonrió sacudiendo la cabeza antes de reírse con suavidad, y sus ojos verdes se detuvieron fijos en la expresión confusa del hombre que esta frente suyo. Francisco intentó entender su risa pero no pudo, la verdad es que le duele verla y le preocupa sus razones para haber vuelto. Cuando antes había jurado que no lo haría.
—Lo siento, no me reía de ti, solo que es “bonito” que haya cosas que no cambian —entrecerró los ojos en actitud amigable—. ¿Cómo ha estado Manuel?
Y al preguntarlo su rostro se tensó. Francisco bajo la mirada por unos segundos antes de responderle. A pesar de todo aun preguntaba por él, y en cierta forma sintió algo de envidia que fuera así, le parecía incluso injusto
—Igual que siempre, no ha cambiado para nada —musitó en forma desinteresada.
Tanía sonrió con tristeza. No estuvo a gusto con esa respuesta. Le hubiese gustado escuchar lo contrario. Después de la triste historia entre ambos y aunque no es mal hombre, sería bueno que hiciera algo con esa superficialidad que tanto daño le esta haciendo a él mismo. Su viaje pudo haber sido inutil, volver no fue correcto, tal vez lo mejor es que regresará a su hogar, lejos de Manuel, como lo había hecho hasta ahora, pero… aun tenía esperanza.
—Lo vi con una chica común, y pensé que había cambiado —y su sonrisa se torció como una mueca de desilusión.
—Tania —exclamó Francisco dolido de verla sufrir de esa forma—. Él no cambiará, no dejará de ser un hombre superficial que huya de una relación sería.
—Lo sé, solo que no pensé que al verlo volviera sentir lo que por tanto tiempo he intentado retener, al verlo mi corazón volvió a saltar como antes, al verlo me di cuenta de que tal vez mis sentimientos por él no han cambiado…
Guardó silencio esperando que Francisco la reprendiera como ya lo había hecho otras veces, pero él solo la abrazó, para su sorpresa, en silencio. Apoyó su cabeza en su pecho, y cerró los ojos intentando calmar sus pensamientos, esa ansiedad que la tortura, debe saber si de verdad sus sentimientos reprimidos han vuelto, o no, pero tiene miedo que así sea. El mayor de los Amador en tanto hubiera preferido que no hubiese vuelto, menos cuando Manuel se ha puesto peor que antes, debe ser triste para ella darse cuenta que no ha cambiado, y aunque su sinceridad fue brusca, es la forma de que lo entienda.
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Bastián llegó al departamento de Manuel, de mala gana, tirándose sobre el sofá y lanzando un chillido de rabia. Luego se giró inquieto y se detuvo mirando la pantalla de su celular, intentando calmar su descontento, pero no puede, sino fuera porque su teléfono es nuevo lo lanzaría al suelo.
—“¿Qué te pasó en la cara?” —imitó la voz de una mujer con burla—. “¿Te ha abofeteado una mujer por fresco?”
—No, solo una loca me golpeó con una cartera —respondió tal como lo hizo en realidad.
Y luego las risas burlescas que escuchó en el bar y por los cuales tomó sus cosas molesto dejando a su cita abandonada. No debió responder con esa sinceridad, debió mentir, que había sido por defender a alguien, y que le ganó a ese par de matones, pero no, sin pensarlo dijo lo que en realidad pasó provocando la risa de esos desconocidos.
Al darse cuenta de la tranquilidad del departamento se levantó confuso ¿Acaso Manuel sigue trabajando? ¡Qué tipo ese! Cada día se parece más al aburrido de Francisco, solo trabajo y trabajo. Revisó el refrigerador y al no ver nada que lo tentara a comer lo cerró de golpe.
—Voy a pedir una pizza —habló en voz alta tomando su celular.
Pero el ruido del cerrojo al abrirse y la expresión cansada de Manuel lo hizo fijar su atención en el recién llegado, que parece que hubiera estado trabajando mucho ya que parece estar a punto de caer al suelo. Su hermano caminó hacia el sofá quitandose la cobarta en el camino y suspirando.
—Voy a pedir una pizza ¿Quieres? —le preguntó viendo su deplorable estado.
—¡No me hables de pizza! —le respondió de mala gana.
Bastián solo arrugó el ceño resoplando molesto. Ese mal humor de Manuel a veces lo supera. Quisiera decirle unas cuantas cosas ya que él también pasó un mal día y no anda esparciendo su rabia hacia los demás. Pero luego al sentirlo suspirar y ver como exageradamente arrastraba los pies le dio risa, la que tuvo que contener para que su hermano no buscara matarlo con la mirada.