Enamorándome de la fea

Capítulo 8

Claudia se comió su medialuna con poca paciencia, al parecer algo le molesta. Luego tomó su café casi quemándose la boca, maldijo en su interior y de mala gana siguió hablando.

 

—Y el muy idiota —hablando de su novio— además después quiso ir al cine y quería que viéramos una película romántica ¿Puedes creerlo? ¡En años se ha negado a ver una película romántica conmigo! Y justo ahora que quería ver esa otra película de acción me sale con esa bobería.

 

Agarró otra medialuna con gesto molesto sacudiendo el panecillo dulce de lado a lado y dándole mordisco sin olvidar la cita con su pareja.

 

—Y claro yo lo mande a freír monos a la casa de su abuela y me dijo que era una insensible sin corazón ¿Puedes creer semejante idiotez? Y tuve que ir a ver esa película estúpida, pero me vengué después, le pedí la copa de helado más grande, porque sé que le duele gastar, y para rematarla no me comí todo el helado y me dijo “Ya, pero deberías llevártelo a la casa” ¡Claro como si en mi cartera pudiera llevar helado derretido!

 

Luego notó que Silvana, aunque la escuchaba no borraba la tonta sonrisa que llevaba desde temprano.

 

—¿Me estas escuchando? —alzó las cejas sin creer que la ignorara.

 

—Sí, sí, tu novio —respondió distraída.

 

—¿A ti que bicho te picó?

 

Silvana reaccionando sonrió avergonzada y le pidió disculpas.

 

—Pasa, que ayer fuimos como mi padre a comer pizzas y fuimos con Manuel Amador —indicó animada y de inmediato se dio cuenta que no debió decirlo ¿Cómo explicarle que lo encontró huyendo de un bar gay cuando le prometió no decírselo a nadie?

 

—¿Qué? —hizo una mueca sorprendida—. ¿Cómo que ese tipo fue a comer pizzas contigo y tu padre? No me lo veo haciendo eso, si ese “niñito de cara bonita” es tan superficial que me cuesta creerlo que lo haya hecho ¿Tu padre lo amenazó o algo así?

 

—No, no —guardó silencio buscando que decir, aunque le duele mentirle, pero debe hacerlo por su jefe—. Lo encontramos en el camino con problemas en su auto y tú sabes que mi padre es mecánico.

 

Claudia entrecerró los ojos sospechosa, más al ver la actitud nerviosa de su amiga, sin embargo, no quiso indagar más allá, sus razones tendría para no decirle toda la historia. 

 

Silvana miró la hora de su teléfono y se puso de pie de inmediato.

 

—Estoy atrasada por un par de minutos, me voy corriendo ¿Nos vemos al almuerzo? —señaló corriendo mientras toma su cartera.

 

—Claro, cuídate, no corras —pero fue en vano, Silvana salió corriendo ante la expresión preocupada de Claudia.

 

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—Al fin llegue —exclamó para sí misma, respirando agitada y sonriendo al no ver a Francisco en ese lugar.

 

—Sí, quince minutos tarde —le respondió una fría voz detrás suyo.

 

Dio un salto al sentir el escalofrió que le produjo dicha presencia encontrándose con la expresión severa de Francisco, quien llevando unas carpetas la dejó caer con rudeza en el mesón. La contempló molesto, sin embargo, no dijo una palabra más y se sentó a trabajar ignorándola.

 

—Disculpé, me atrasé en el desayuno, estaba con mi amiga Claudia y…

 

Francisco tosió con fuerzas molesto por la interrupción ¿Qué le importaba a él que se atrasó por estar haciendo vida social? Si lo importante es que no cumplió con su horario, y esa falta de compromiso, para él, le incomodaba.

 

Prefirió no seguir y se sentó en silencio en su lugar poniéndose a trabajar de inmediato, solo el ruido del reloj le daba algo de sonido al lugar, ni siquiera la presencia de Luis era capaz de acortar el tenso ambiente que se sentía en ese lugar y cuyo origen era Francisco.

 

—Tenemos reunión —exclamó aquel interrumpiendo el silencio—. Esta vez quiero que nos acompañe.

 

—Sí, sí claro —respondió sin entender por qué quería su presencia—. Me alistó y voy.

 

—Apresúrate que estamos a minutos de empezar —miró su reloj con impaciencia.

 

Salieron y bajaron al piso en donde está la oficina de Manuel. Silvana sintió que su pecho explotaba en solo pensar en ver a ese hombre otra vez, después de la cena de pizza y guardarle su secreto ¿Cómo la miraría? ¿Le sonreiría? ¿Qué le diría? No tuvo que pensar mucho porque apenas entraron al pasillo vieron a Manuel y Bastián caminar en dirección a su oficina.



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En el texto hay: humor, romance, jefe enamorado

Editado: 19.04.2020

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