Enamorándome de la fea

Capítulo 9

La reunión fue más incómoda de lo que hubiera querido, Manuel Amador evita la mirada de Silvana aunque aquella en ningún momento intentó mirarlo, su atención solo está concentrada en su jefa, quien habla explicando el tema del robo que han sufrido. Se siente extraña que la hubiera invitado a esto, pero ahora comprende la minuciosidad de Francisco en los documentos que revisaban.

 

—“¿Por qué ni siquiera me mira? ¿No siente odio o rabia después de escuchar mis palabras?” —piensa Manuel inquieto sin dejar de mirar a Silvana—. “¿O su venganza es ignorarme?”

 

Se mordió los labios, inquieto, incluso movió su pierna con impaciencia, sin poder comprender el derecho de esa mujer a fingir que no le interesa su presencia.

 

—¡Manuel! —le gritó su tía haciéndolo saltar.

 

Se giró de golpe casi botando su celular que sostenía en sus manos. Bastián no pudo evitar reírse ante el desconcierto de su hermano que parecía descolocado intentando entender lo que pasaba. Francisco solo arrugó el ceño. Manuel no pudo evitar detenerse en la mirada de cada uno hasta de la misma Silvana que lo observa sorprendida, pero aquella al darse cuenta de que sus miradas han chocado, de inmediato incomoda desvió la suya.

 

—Te estaba preguntando lo que te parecía ahora hacer tu parte de entrevistarte con Luis, nuestro gerente de finanzas —le volvió preguntar su tía con tono severo.

 

—Sí, estoy de acuerdo —balbuceó sintiéndose tonto ¿Acaso estaba distraído pensando en la fea esa?

 

¿Él Manuel Amador distraído por culpa de una mujer que es un completo adefesio? Sintió que su estómago se revolvía con solo mirarla ¿O tal vez solo son sus sentimientos de culpa que lo atormentan? En ese caso todo se solucionaría pidiendo disculpas ¿Pero porque debe hacerlo? ¿Por decir la verdad? Arrugó el ceño presionando sus manos mientras su tía Sandra daba por finalizada la reunión.

 

Todos se pusieron de pie para salir excepto él, aun distraído en sus pensamientos, reaccionó solo cuando Bastián fingiendo no verlo lo golpeó en su cabeza con una libreta, se levantó molesto a punto de devolverle el golpe.

 

—Quiero que te quedes, necesito hablar contigo —exclamó con sequedad su tía quien no se había puesto de pie.

 

Sandra entrecerró los ojos con severidad y esto le preocupó a Manuel, quien sin borrar su expresión inquieta tomó asiento, sintiéndose como un niño pequeño a punto de ser reprendido, inquieto miró a sus hermanos, pero aquellos salieron sin dirigirle la atención. Luego refunfuño, sí, había sido descortés con la fea trabajadora de su tía, pero tampoco era para oír estos sermones.

 

—No voy a…

 

—El padre de Tania falleció —lo interrumpió tensando su rostro.

 

Se quedó mudo ante la noticia ¿Aquel hombre que se veía tan fuerte e intimidante había muerto? Le cuesta creerlo, movió la cabeza con rabia cuando en su mente intentó dibujar inconscientemente el rostro dolido de Tania.

 

—¿Cuándo pasó eso? —preguntó sin mirarla para evitar que pudiera leer sus pensamientos.

 

—Hace un par de semanas

 

Al escuchar la respuesta de su tía cerró los ojos rascándose la cabeza con desesperación, lamentándose el desaire que le había hecho a aquella mujer huyendo de ella. ¿Pero qué puede hacer? ¿Cómo ser capaz siquiera de verla a la cara después de todo el daño que le hizo?

 

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Silvana cerró la puerta de la oficina sin decir palabras, caminó desanimada rumbo al ascensor, aun las palabras de Manuel se repiten una y otra vez en su cabeza, intenta no pensar en eso. Distraída no notó la presencia de Cristina, la secretaria de Manuel, que se cruzó de golpe, ambas tropezaron y casi cayeron al suelo.

 

—Lo siento —dijo de inmediato Silvana sobando su codo.

 

—¡¿Qué te pasa?! —reclamó la mujer recogiendo sus carpetas.

 

—Te ayudo a recogerlas —se inclinó a ayudarlas.

 

—Déjalas ahí, adefesio —murmuró esto último, aunque esas palabras fueron escuchadas por Silvana.

 

Se quedo de rodillas sin entender por qué esa mujer la había llamado así. ¿Acaso algo le había hecho sin darse cuenta? Se quedo dubitativa con la mirada fija en la secretaria. No lo entiende, o bueno sí, pero no quiere creer que la trate así por maldad, tal vez está molesta por el golpe que ambas se dieron.

 

—Qué mujer más mal educada, una rota —escucharon una voz detrás de ambas.

 

Claudia mira a Cristina con ganas de sacarle los ojos, tiene los brazos cruzados.

 

—¡¿De quién estás hablando?! —preguntó Cristina poniéndose de pie amenazante, no tiene idea quien es esa mujer.

 

—De ti ¿O acaso aquí hay otra rota que no es capaz de disculparse por chocar con otra persona? —le respondió en el mismo tono.

 

—¿Qué te crees tú? Ordinaria —lanzó sus papeles al suelo.

 

—Ordinaria tu mamá, que no supo enseñarte modales —le respondió endureciendo la mirada.

 

—A mi mamá no le faltas el respeto —levantó la mano como si fuera a abofetearla.

 

—¿Ah sí? ¿Quieres pelear? —Claudia levantó sus puños—. De algo me van a servir los años de boxeo.

 

Y aunque Cristina se intimidó de escucharla, pensó luego que le mentía solo para asustarla. Se lanzó jugando sucio, agarrándola del pelo, mientras que Claudia usando la misma técnica la agarró de su cabello tan cuidado. Ambas empezaron a forcejear mientras Silvana les gritaba que se soltaran.

 

—¡¿Qué está pasando?! —preguntó Bastián preocupado llegando corriendo al oír los gritos.

 

—¡Que están peleando! —respondió Silvana desesperada—. ¡Deténgalas, joven Bastián!



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En el texto hay: humor, romance, jefe enamorado

Editado: 19.04.2020

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