—Tienes razón, pero deberías de divertirte, sabes ya son las últimas semanas Raven, creo que deberías de salir o hacer cosas que aún no te atreves a hacer –tenía razón, eran las últimas semanas de mi último año de preparatoria. – Pero como me dejaron plantado, preferí venir.
—Entonces veniste para no estar solo –fruncí la boca.
—No, pero también vine para estar con mi amiga, pero que jamás contesta ningún mensaje mío, ya te he dicho que no lo pongas en vibrador –dijo con el ceño fruncido.
—Perdón.
—Descuida, ya me acostumbre a encontrarte –dijo con una sonrisa del lado.
—Gracias por encontrarme –dije con una tímida risa.
Hubo un silencio incómodo y no tarde en sonrojarme, odiaba con todo mí ser que el cuerpo se hiciera notar incómodo.
— ¿Qué tal si nos vamos? –rompió el silencio, lo mire con la mejor sonrisa que alguien puede tener, o mejor dicho cuando alguien te regala un chocolate, exacto, esa sonrisa como la del gato rizón.
— ¡Perfecto! –exclame –le daré la llaves a Pamela y regreso.
— Si te espero aquí –dijo guiñando un ojo.
Sin esperar mucho tiempo, camine a una velocidad promedio. Al estar cerca de esa casa, empecé a escuchar la música chocando con los vidrios, haciendo que estos vibrasen seguido, la puerta estaba abierta, dejando ver a demasiados chicos bailando, con su típico vaso rojo en la mano, trate de pasar por todos estos tipos, el olor a alcohol subió por mis fosas nasales, haciendo que me quemara, sentí una ola de calor chocar contra mí al acercarme a la puerta, entre en un momento de claustrofobia, tener tanta gente cerca y todas casi ebrias, era espantoso, mire por ambos lados, hasta que logre encontrar a unos ojos azules y unas sombras oscuras, rápidamente me acerque a ese espacio y, cuando por fin estuve a un distancia realmente cercana, ella gritó.
— ¡Raven! –apenas le logre escuchar.
— ¡Pamela!
— Ven aquí esta divertida la fiesta –dijo en voz suficientemente alta, negué con la cabeza y ella me miro con el ceño fruncido.
— ¡Lo siento! –dije –pero me tengo que ir, no me esperes despierta –le extendí la llaves y ella las tomo con confusión.
— ¿Te vas? –pregunto, asentí con la cabeza –apoco encontraste a alguien con quien pasar el rato –guiño el ojo y yo solo fruncí el ceño, bufe.
— No –dije un poco molesta –adiós me tengo que ir.
— Bueno, adiós.
— No tomes demasiado –le advertí para después darme media vuelta.
Salí de aquella multitud oliente alcohol, respire profundo cuando llegue a la salida, lo busque con la mirada, estaba recargado en su auto con el teléfono en mano, sonreí torpemente.
— Listo –dije.
— Bueno vámonos –se dirigió hacia mí, detuve la respiración, pero cuando mis pulmones quisieron volver a llenarse, logre captar su loción, paso de mi lado chocando con mi cuerpo, miro la puerta del copiloto y la abrió, me sonrió y rápidamente entre en el auto.
— Gracias –agradecí, respondió con una sonrisa antes de cerrar la puerta.
Me puse el cinturón ya que me daba algo de miedo que Nicholas manejara. Puso el carro en marcha, mire por la ventana sin prestar atención a lo que estaba sucediendo en el auto, cuando prendió el estéreo solo voltee a verlo y le dirigí una sonrisa.
Amaba mirar por la ventana, es algo fascinante o eso es lo que yo creo, mirar aquel paisaje de noche era algo realmente genial y difícil, al tratar de distinguir las cosas, pero gracias a las luces de algunas casas o negocios era suficiente para apreciar los lugares.
Minutos después, el apago el motor frente a un restaurante, mi favorito, Nicholas sabía lo mucho que me gustaba cenar en este restaurante, estaba un poco lejos del campus, pero venir aquí sola y terminar algún libro o estudiar era realmente satisfactorio, a veces tomaba un autobús para llegar aquí, pero normalmente utilizaba mi carro. Mi carro no era de último modelo, era un Beetle 2005, pero funcionaba a la perfección, este había sido el último regalo de cumpleaños que mi padre me regalo.