— El lugar donde nos conocimos –dijo entrando más en aquel gran lugar.
— Como olvidarlo –dije viéndolo, observe cómo guardaba sus manos en los bolsillos de sus pantalones, me lanzó una sonrisa socarrona.
— Que tonta eras –dijo y de inmediato fruncí el ceño.
— Que educado eras –contraataque.
Nos sentamos en el húmedo césped, mi mirada subió al cielo y vi como la luna y las estrellas brillaban y parpadeaban, una de las cosas que más disfrutaba era esto, estar con él en silencio.
El empezó hablar de lo bueno que era mi padre y mi abuela, lo cual hizo que lagrimas silenciosas recorrieran mis mejillas, los había perdido, cierto, ahora solo quedaba mi madre, y ella estaba lejos, a veces me arrepentía, a veces pensaba que no era un error, pero me despertaba y, al seguir recordando sentía que me estaba estancando ahí, mi madre siempre me decía que no me preocupara por ella, pero ¿cómo no hacerlo?, era imposible, aún recuerdo las últimas palabras de mi padre.
<< "Raven, no importa lo que las personas digan o hagan, tu cumple tus sueños">>
Lo extrañaba bastante, al igual que mi abuela, ellos me decían que no perdiera las esperanzas que la vida debía de continuar y sí, eso era mi trabajo tratar de salir adelante, jamás le he fallado, mis sobresalientes decían todo, a veces quisiera que mi padre estuviera aquí y me dijera lo orgulloso que está por mí, pero tal vez no lo diría, no lo sé, a veces pensaba que los papás solo lo decían por molestar, pero cuando papá murió empecé a darme cuenta de demasiadas cosas.
— Deberíamos de irnos –dijo.
— No aun no –dije cerrando los ojos.
— ¿Tienes sueño? –pregunto.
— No.
— Que rara eres –dijo en medio de una risa.
— Qué lindo eres –dije en modo de sarcasmo.
— Gracias –agacho la cabeza.
— Engreído –solté.
— Hermosa -¡Qué!
— ¡Que! –exclame.
— Horrorosa –dijo, por un momento había pensado que dijo hermosa.
— Sapo.
— Ya, ya –se abalanzó sobre mí y, empezó a hacerme cosquillas, me retorcía por el dolor en el estómago.
Juro que mis risas se escuchaban en ese tranquilo lugar, Nicholas sabía perfectamente los puntos en los que era realmente cosquilluda, y lo odiaba.
Pero paró, cuando una música empezó a sonar en mi bolsillo.
Mire mi teléfono después de una larga vibración.
— Es Pamela –dije, rápidamente deslice el dedo por la pantalla.
<< — Hola –dije con timidez.
— ¿Con quién estás? –pregunto enojada.
— Con alguien, no es nada.
— Entonces si no es nada, porque aún no regresas ya es de madrugada.
— Disculpa pero aún no me apetece regresar, que bueno que ya estás en el edificio, descansa, te aviso cuando llegue. >>
— Disculpa –me disculpe con Nicholas.
— No te preocupes –dijo sonriendo -¿Qué planeas hacer hoy por la tarde? –pregunto.
— Dormir –dije y el empezó a reírse a risotadas.
— Raven –dijo –creo que ya es hora de regresar.
— ¿Lo crees o quieres regresar? –le cuestione.
— No sé, lo que tú quieras, a mí no me molesta.
— Entonces aún no.
Hablamos de cosas tontas, chistes, chismes, si, chismes, a Nicholas le encantaba contarme las cosas tontas que hacían sus amigos, que más bien parecían niños pequeños.
Mire al cielo y este ya se estaba haciendo más claro, era obvio que estábamos presenciando el amanecer. Nicholas paso su brazo por mis hombros y sentí como la piel se me erizaba por aquel contacto, oímos y vimos como los pájaros canturreaban y volaban, sonreí y cerré los ojos, los cuales ya pesaban, trate de no quedarme dormida, porque no me quería perder el amanecer, mire los ojos de Nicholas y estos estaban atentos al cielo, recargue mi cabeza en su hombro.
Nicholas y yo preferíamos el silencio, ya que nos parecía que decíamos más cosas que cuando hablábamos.
De pronto otro celular suena, interrumpiendo aquel grato momento, era de Nicholas, pero este al mirar la pantalla colgó, lo cual se me hizo razonable, mientras que yo me había comportado de la peor manera contestándolo frente de él. Me miró con una sonrisa tranquila, como diciendo que no me preocupara, entonces volvimos a centrar nuestras miradas al cielo y apreciamos lo que queríamos, un amanecer, el cielo se había vuelto naranja, un naranja demasiado tenue y entre los árboles se lograban ver los primeros rayos del día, era glorioso y emocionante.
De un momento a otro el sol ya había avanzado suficiente para que lo viéramos, entonces comprendí algo, era hora de irse.
— Creo que ya es hora –dije.
— Sí, yo también lo pienso –dijo levantándose, cuando lo hizo me estiro la mano.
La tome y cuando estaba tomando las fuerzas necesarias para levantarme, me resbale con el piso húmedo, dejando que Nicholas cayera encima de mí, nos empezamos a reír, sin parar, sin interrupciones, ni nada, y así fue cuando me di cuenta, de que Nicholas Parrish, seguía siendo el mismo desde hace tiempo.