Rápidamente me adentre al edificio y lo deje solo, sin poder responderme.
Al llegar a mi habitación, las lágrimas no esperaron y me recosté en mi cama y me acurruque entre las frías sábanas de mi cama, deseando que fuera una pesadilla.
Él me había roto, me hizo sentir la persona más miserable del mundo, quería que me dejara de doler, pero no, el dolor seguiría ahí y posiblemente no se recupera tan fácil.
— Maldito Nicholas Parrish –susurre por debajo.
Mi despertador sonó a las 6 de la mañana en punto, me levante con una gran pesadez y me dirigí al baño casi arrastrando mi cuerpo. Al verme en el espejo, las ganas de llorar regresaron, me veía terrible, y al decir terrible me refería a que mi maquillaje se había corrido y mi cabello estaba como un nido de pájaros.
Abrí la regadera y espere a que el agua se entibiara, cuando el vapor se empezó a esparcir sabía que ya era hora de meterme a la cabina de cristal.
Cuando me encontraba arreglada verifique que no se me olvidara nada, metí las cosas que había utilizado en unas bolsas, para que no se mojara mi ropa. Al terminar con las maletas, escuche el timbre de mi teléfono sonar.
La fotografía de mi madre apareció.
<<- Pequeña... ¿Cómo amaneciste? –pregunto.
— Bien, muy bien, y... ¿tu? –mentí, pero por el momento no quería hablar con nadie sobre lo que había ocurrido en la noche.
— Bien hija, llegó en una hora, recuerda que ya te deje el carro anoche, así que ve metiendo las maletas en el carro.
— Claro mamá, nos vemos.
— Nos vemos, te quiero.
— Yo igual, bye. >>
Colgué la llamada y enseguida tome las maletas más grandes, al abrir la puerta de mi cuarto, dos chicas hacían lo mismo que yo, les sonreí y respondieron con un movimiento de cabeza.
Fui bajando las escaleras como pude, porque al ser muy estrechas estas no me permitían tener demasiada movilidad, en un momento de desesperación intente aventarlas, pero después recordé de que tenía cosas de cristal así que no lo hice.
Al salir del edificio me dirigí a mi carro, abrí la cajuela y las metí, pero empecé a escuchar un ¡PSTS!, pensé que se trataba de mis llantas, porque cuando una se me poncho hizo el mismo ruido, las revise rápidamente y una carcajada se escuchó.
— Raven... Raven... -se escuchó entre risas, fruncí el ceño y empecé a voltear por los dos lados.
— ¿Quién es? –dije y de pronto salió Nathan de un auto, sonreí y negué con la cabeza. –Nathan...
— Veo que no me esperabas –dijo mientras salía del carro.
— Por supuesto que no, pensaba que ya te habías ido –dije y me abrazo.
— No me iría sin despedirme de mi novia –se separó de mí, tomó mi rostro con sus dos manos y dejo un delicado beso en mis labios.
— Claro... ¿entonces ya te vas? –pregunte y él tomó mi cintura.
— No aun no, vengo a ayudarte, claro si tú lo deseas –sonrió y lo abrace.
— Necesito toda la ayuda posible.
Cuando terminamos de bajar las maletas, mi teléfono sonó, era mi madre.
<< - ¿Ya estas lista? –pregunto.
— Si mamá, ven a la parte de atrás, tengo que presentarte a alguien –sonrió y Nathan me abrazo por detrás.
— Está bien... -no sonó muy convencida –voy en un minuto.-colgó la llamada. >>
Nathan dejo un beso en mi cuello haciendo que me estremeciera. Al parecer Nathan era de esos novios tan... tan... pegajosos, sinceramente eso no me molestaba, porque sabía que él era así, pero tampoco me gustaba mucho.
— Conoceré a mi suegra –dijo Nathan, y yo arque una ceja – ¿Necesito hacer algo? –pregunto.