— Cassidy me llamó hace unos días desde Michigan –dijo y asentí con la cabeza.
— Bien –dije.
— Creo que ha cambiado –dijo y le mire con los ojos entrecerrados.
— Una persona no cambia Nicholas...
— Claro que si, Nathan cambio –rodee los ojos y le mire seria.
— Ella no, la conozco muy bien para saber que no lo hizo. Todavía tiene el des@caro de marcarte, por lo menos ¿está estudiando algo? –pregunte y Nicholas me miro enojado.
— Raven, dale una segunda oportunidad. Y si está estudiando mercadotecnia.
— No con ella Nicholas. Me tengo que ir, descansa. –cerré mi libro y me levante enojada.
— Estas evitando el tema... -susurro.
— No voy darte más explicaciones. Si quieres arruinar tu vida sigue como vas. –me encamine a mi habitación y azote la puerta.
Me molestaba el hecho de que siguiera pensando en ella después de que lo engaño y créanme que no se parece nada a la historia de Logan porque Logan lo fingió todo, pero esta bruja no lo hizo por una buena causa, su único interés era ser popular y básica. ¡Que basura de persona!
Era sábado y al revisar mi laptop me llego un correo de Pavel, me dijo que faltaría por cuestiones de trabajo, pero me dio una dirección y me dijo que fuera a las 4 de la tarde. Me extrañé un poco, pero me dijo que sería una gran oportunidad.
Nicholas no se había levantado de su sueño, así que fui a la cocina, tome una manzana y en un post-it le escribe que llegaría tarde. Fui a caminar un poco por el centro de la ciudad, compre un helado y espere a que Pamela llegara al lugar que habíamos quedado.
— Llegas tarde –dije y ella se quitó su pashmina.
— Lo se... pero fue porque fui a comprar tus chocolates favoritos, deberías de agradecérmelo –le mire sorprendida y me abalance sobre ella.
— ¡Gracias! –ella me regreso el abrazo y me dio un apretón.
— De nada.
— ¿Qué piensas comprar? –pregunte ansiosa, ella negó con la cabeza.
— Dirás... compraremos, vamos Raven necesitas comprarte ese abrigo que tanto querías –dijo e hice una mueca.
— No tengo dinero, no para gastar en eso –mi amiga me miro triste, me dolía no poder comprármelo, porque si, era un abrigo hermoso, algo estilo New York, pero un poco mejor, pero necesitaba mis libros y eran más importantes.
— Nadie dijo que tú lo comprarías. Te debo una grande por lo de la otra vez –dijo y yo negué con la cabeza.
— No, no voy a dejar que lo compres, está carísimo –dije alarmada y ella se empezó a reír.
— Raven... tu siempre tan humilde. Vamos te lo voy a comprar –me tomo por el brazo y me jalo hacia la tienda donde estaba.
Lo compro, me sentía infinitamente agradecida, Pamela siempre tan atenta conmigo, le agradecí como unas cien veces, ella molesta me dijo que ya no le agradeciera.
La verdad Pamela en estos años tuvo una vida maravillosa. Lucas y ella se fueron a las cataratas del Niágara y se prometieron amor eterno, luego ella fue elegida porrista, me sentía tan orgullosa por ella, sus calificaciones habían mejorado y casi todos la conocían. Ella siempre tan alegre... siempre que había fiestas ella me llevaba, pero no aguantaba más de dos horas, porque llegaba súper cansada del trabajo.
Mire la hora y alarmada le dije a Pamela que tenía una reunión importante, ella me dijo que me acompañaría. Nos fuimos en su carro y cuando llegamos con la ubicación que había mandado mi maestro, esta nos mostró un edificio muy elegante, y por supuesto Pamela me dijo que no me dejaría sola.
Cuando llegamos al interior de este, muchas personas entraban y salían, me sentí un poco perdida, pero Pamela me jalo y me llevó a la recepción, a una señorita le dije que estaba aquí por el señor Pavel Drapal, la señorita me dijo que subiera al piso quinceavo y que ahí encontraría mi respuesta. Pamela y yo nos dirigimos al elevador y apretamos el botón número quince.
El elevador abrió sus puertas, mostrando un montón de cubículos y oficinas, me extrañe, pero aun así nos adentramos a ese lugar. Una señorita se acercó a nosotras y nos brindó una sonrisa.
— Buenos días, ¿puedo ayudarles en algo? –pestaño varias veces y trate de no reír.
— Buenos tardes, busco al señor Pavel Drapal –entonces asintió y me miró con una sonrisa más cautivadora.
— Síganme.
Pamela me miró extrañada, pero encogió los hombros. Seguimos a la señorita por un pasillo algo estrecho, porque había muchos cubículos a los lados, muchos atendían llamadas y otros estaban leyendo papeles en sus escritorios. La señorita se paró enfrente de una oficina, toco y se escuchó un adelante.