El aire me estaba asfixiando, sentía que no podía respirar, así que detuve el carro en el primer lugar desocupado que vi y salí de este casi corriendo.
Todo me daba vueltas, la cabeza me iba a explotar, las lágrimas salían una tras otra. La gente me miraba con sorpresa, así que camine hacia el pequeño parque que había ahí.
Me senté en una banca alejada de la gente, tome mis piernas y escondí mi cabeza tras de ellas, no quería que nadie me viera así.
No sabía que sentir en este momento, si coraje o lastima, coraje porque él sabía muy bien lo que había hecho allá y como las cosas no funcionaron, viene aquí y me dice que me ama, y lastima por el simple hecho de haber cometido semejante estupidez.
Ahora otra vez la soledad estaría conmigo, pero ahora en lugar de ser mi amiga, me traería los recuerdos y todas las cosas que hacía con Nicholas... ¿ahora donde iré?, no puedo seguir viviendo en el mismo lugar que él, bueno no es que no pueda, pero no quiero, sería demasiado incómodo.
Recordé la vez que hable con Nathan sobre nuestra amistad:
<< — Sí, siempre, es que... bueno... somos vecinos –dije y él me sonrió.
— Eso ya lo sabía, me lo dijo hace un tiempo, pero es que es raro sabes... una amistad no dura demasiado –dijo confundido y dejando relajar el cuerpo en la silla.
— Bueno, creo que te equivocas, mi amistad con Nicholas durara hasta el día que alguno de los dos muera –dije en tono burlón.
— Pero si algún día tú ya no quisieras estar más a su lado... ¿crees que él lo respetaría? –pensé mi respuesta, yo nunca querré alejarme de Nicholas, él es... un factor importante de mi vida.
— Eso no pasara –me miró con una ceja arriba. –Pero si llegara a pasar, él nunca me dejaría sola. >>
Creo que tenía razón, las amistades no duran para siempre, y creo que esta vez yo no ya no quería estar a su lado.
Mi mamá desde que era niña me decía, "nunca digas que eso no va a pasar, porque eso si puede pasar", y vaya que era cierto, me dolía en el corazón saber de qué nada volvería a ser igual, que extrañaría pasar las tardes con él, extrañaría sus besos, sus caricias, pero yo no iba a soportar la idea, de que yo fui su segunda opción, tal vez no fue intencionada, pero paso así, y así será siempre, yo soy el segundo plato para todos.
— ¿Está bien señorita? –se escuchó una voz y rápidamente subí la mirada. – ¡Raven!, ¿Qué haces aquí? –pregunto y se sentó a mi lado.
— Respirando un poco de aire fresco –respondí y le mire a sus ojos azules.
— ¿Llorando? –pregunto y sacó un pañuelo que tenía en su pantalón. –Ten –lo estiro y lo tome.
— Gracias –lo pase por debajo de mis mejillas, y cuando lo mire, el pañuelo se había ensuciado de rímel. –Perdón...
— No te disculpes, para eso están, ¿no lo crees? –le sonreí y el rio.
— Gracias... -en eso volví a esconder mi cara entre mis piernas, me daba pena de que William me viera así.
— ¿Raven? –me llamo dudoso y yo lo mire de reojo. -¿Qué te paso? –pregunto.
— Nicholas... eso me pasó, fui una tonta, siempre soy tan tonta.
— ¡Oye! –exclamo y le subí mi cabeza. –No te digas así. No eres tonta Raven, lo que pasa es que confías muy rápido en las personas.
— Para mi... eso es ser tonto –dije y el negó con la cabeza sonriendo.
— ¿Quieres ir a tomar un té? –pregunto y yo asentí. –Vamos, te juro que te gustara.
Se levantó de la banca y me estiro su mano, dudosa la tome y el cómo acto inmediato sonrió y yo igual.
No había notado que estábamos muy cerca de su casa, puesto que llegamos en menos de lo que tenía pensado, me dejo pasar primero por esa puerta roja y después de él, el cerro.
Subimos dos pisos y ahí estaba al fondo a la derecha una puerta de madera barnizada, de hecho para mi parecer todo el edificio parecía cálido y acogedor.