— ¡MAMÁ! –grito Victoria.
— ¡Mi princesa! –la abrace y le di varios besos en las mejillas.
— Mamá, te extrañe mucho, vi a la abuela Ginette, a la abuela Aria, a abuelo John y a tía Jul –dijo y yo sonreí.
— Qué bueno hija, me alegro que la pasaras genial.
— Hola Raven –dijo Nicholas y yo alce a Victoria en mis brazos.
— Hola Nicholas –le di un beso en la mejilla y el suspiro.
— Hueles muchísimo a vainilla –respondió.
— Perdón me pase un poco de perfume o mejor dicho... creo que Victoria se roció mi perfume –miramos a Victoria y estaba con mi frasco en las manos.
— Perdón –se encogió de hombros y guardó el frasco en mi bolsa, increíble, ni siquiera sentí que se lo llevara.
— Hoy iremos a comprarte un vestido, ¿está contenta? –pregunte y ella asintió.
— Mucho, ¿Papá vendrás cierto? –pregunto y Nicholas asintió.
— Si, lo que sea por mi princesa.
— Genial –dije.
Compramos un vestido muy parecido al mío ya que, no quería que Victoria desentonara en ningún momento. Después de eso fuimos a comer al restaurante favorito de Nicholas, ya que pues... él iba manejando y ahí fue donde se le ocurrió ir.
— Mamá ¿Estás emocionada? –preguntó Victoria.
— Muchísimo hija, muchísimo.
— No tengas miedo, todo saldrá bien –miré a Nicholas y él se empezó a reír.
— Creo que te hizo un poco de daño estar con tu abuela Aria, por cierto ¿Cómo está? –le pregunté Nicholas y este sonrió.
— Muy bien, está muy emocionada por tu boda. Ya compro tu regalo –respondió y yo apreté los labios.
— Oh, le agradeceré en cuanto la vea.
— Mamá, abuela Ginette me contó que ella también se va a casar, es emocionante, jamás había ido a una boda –respondió.
— Bueno... tú vas a ser mi paje, así que se podría decir que eres la invitada de honor –le dije y sus ojos se abrieron muy grandes.
— No puedo creerlo, ¿Escuchaste papá? –el asintió, pero no dijo nada, parecía que le dolía la cabeza.
— ¿Estás bien? –pregunte y el asintió.
— Si estoy bien –Victoria se acercó a Nicholas le dio un abrazo.
— Ha estado así mucho tiempo mami, ¿crees que está enfermo? –pregunto y yo asentí.
— Posiblemente, ha de estar con gripe –dije y Victoria lo miró asustado.
— Papá, no tengas gripe, aquí estoy yo, yo te necesito –era yo o Victoria estaba viendo películas.
— Nicholas, ¿Qué ve la niña en la tele? –pregunte.
— Pues no se... yo no estoy todo el tiempo en casa... Lucinda, ve muchas novelas –entonces no evite empezar a reírme.
El camino a casa de Nicholas fue el más incómodo de toda mi existencia, más que nada porque ninguno de los dos dijo palabra alguna. Victoria venía durmiendo en el asiento trasero, me hubiera encantado que estuviera despierta para romper el hielo.
No sabía qué le pasaba, apenas hace una semana estaba bien conmigo y ahora, ahora parece como si no le agradara mi presencia y eso me hacía sentir mal.
Al llegar a su casa, me invito a pasar, lo acompañe a la habitación de Victoria y ahí la dejo, la tuve que despertar con delicadeza, con rapidez le quite el vestido y le puse su pijama para que pudiera dormir más cómoda. Una vez ya recostada, Nicholas y yo nos sentamos a ver como se dormía.
— ¿Me contarían una historia? –pregunto y yo asentí.
— Solo si prometes dormirte –ella saco su manita y alzó su meñique.
— Lo prometo –enrosque mi meñique con el de ella y sonrió.
— Bueno... había una vez una princesa, de un reino muy lejano, la princesa tenía miedo de que su boda arruinará la relación que tenía con su mejor amigo, porque lo quería muchísimo...