Enamorándome del lobo

2

Caminé a paso rápido hacia dónde se encontraba mamá, sólo le hacía falta meter una maleta.

—¿Escuchaste eso? —pregunté, sintiendo un nudo en el estómago.

Mamá frunció el ceño.

—¿Qué cosa? —preguntó, caminando a la puerta principal.

Estar dentro de la casa no es mala idea. La seguí y cerré la puerta tras de mí, asegurándome de que no quedara nada afuera.

—Un aullido... —murmuré a lo bajo.

Mi mamá se volteó a verme con su ceño fruncido. Al parecer no lo escuchó.

—¿Aullido? Yo no escuché nada. —respondió.


 

¿Será que lo imaginé?


 

No puede ser, se escuchó muy real.


 

—Yo lo escuché..., Mamá, —la llamé, ella volteó a verme—Hay lobos aquí.


 

Me quedó mirando por unos segundos para después ponerse a reír.


 

—Por favor, Carolina, no lo dije tan literal cuando veníamos en el auto. Aquí no hay lobos, quizá lo que escuchaste fue un... Perro. —subió las escaleras. —Preparate para mañana, tienes escuela.


 

Maldita sea. Algo me dice que mañana será un día muy largo. Mamá y yo habíamos dejado las cosas en los cuartos, mañana por la tarde las tendría que organizar, ésta semana sería de mucho trabajo para nosotras. La casa por dentro no estaba nada mal. Tenía un sofá grande color café y dos pequeños, en el centro había una mesita sin nada arriba.  Tenía un televisor un poco grande que, al verlo a él, también mirabas el lago por la ventana que estaba justo a la par.


 

*** 


 

       A la mañana siguiente no quería levantarme pero de malas lo hice. Mamá llamó muy temprano a un mecánico para que revisara el auto que habíamos dejado en medio de la nada, afortunadamente lo hizo y ahora estaba como nuevo.


 

Estaba terminando de desayunar, dejé el plato en el fregadero y subí a mi habitación para cepillarme los dientes, cogí mi mochila y bajé las escaleras. Mamá me estaba esperando en el auto, hoy era su primer día de trabajo.


 

Salí y el olor a bosque se sentía. Lo único que se escuchaba por aquí cerca era el sonido de los pajaritos y uno que otro animal. Es allí cuando me acuerdo del aullido que escuché, y sí fue real.


 

—¡Carolina, llegarás tarde! —me apuró mamá.


 

Salí de mis pensamientos y subí al asiento co-piloto. Mi nueva escuela me esperaba. Mamá puso en marcha el auto, teníamos que recorrer unos cuantos kilómetros.


 

Íbamos por la mitad del camino, en eso los mismos coches de ayer salieron del desvío que miré. Mamá frenó un poco para dejarlos ir adelante.


 

—De seguro alguno de ellos será tu compañero. —susurró ella, acelerando.


 

Solo espero que no.


 

Después de un rato ya habíamos llegado al centro del pueblo, las personas empezaban a abrir sus tienas. Mamá se detuvo frente al enorme edificio llamado escuela. Admito que estoy un poco nerviosa.


 

Los coches que venían frente a nosotras se estacionaron en el parqueadero de ésta. Pero aún no  salieron.


 

—Nos vemos luego... —me despedí de ella, bajando del auto y cerrando la puerta.


 

—¡Haz muchos amigos! —exclamó a mi espalda.


 

Por Dios, no estoy en la primaria. Le di una mirada de advertencia, ella sólo sonrió y se fue.


 

Los alumnos empezaban a llegar, los coches de lujo no se hacían esperar. Antes de entrar por la puerta principal observé al chico que iba bajando del coche que ayer venía atrás de nosotras. Vestía unos vaqueros negros, camiseta blanca y traía su cabello despeinado. Dios, me vine a meter a una agencia de modelaje. Ese chico era perfecto.


 

Su mirada se encontró con la mía. Era profunda, cautivadora. Él tenía una chaqueta negra en la mano y sin quitar la vista de mí se la empezó a poner.  Desvié la vista para que no crea que me quedé admirada por su belleza. Apuesto a que debe de ser el típico chico popular aquí. Me adentré al colegio. Sentía mi corazón latir a mil por hora. Lo que si no me pasó por alto fue la rara sensación que sentí dentro de mí cuando nos miramos.


 

Me olvidé de lo que pasó y fui en busca de la dirección. Necesitaba buscar mi horario. Doblé a un pasillo y allí estaba. Toqué la puerta.


 

—Adelante —se escuchó decir al otro lado.


 

Abrí la puerta encontrándome con una señora de unos cuarenta años, usaba lentes y su cabello en un moño apretado.


 

—Buenos días, soy nueva, vengo por mi horario.


 

Elevó su vista.


 

—Sí, dijeron que vendrías hoy. —buscó en una carpeta los papeles y me los entregó.


 

Rápidamente los tomé.


 

—Suerte en tu primer día. —sonrió y luego volvió a lo suyo.


 

—Pues... Gracias. —titubié. Salí de la dirección mientras leía mi horario, tenía español a primera hora y después historia. Clases aburridas.


 

Los pasillos estaban llenos de estudiantes, todos platicando animadamente con sus amigos o amigas. Yo no sé si haré algún amigo por aquí. Busqué con la mirada al chico del auto pero no lo encontré.


 

Subí las escaleras al segundo piso y busqué mi salón.


 

5B. 5B. 5B. Lo encontré. No había ningún estudiante, en parte lo agradezco, me senté en la silla última en una esquina en donde estaba una enorme ventana que daba al parqueadero. Entonces lo miré. Allí estaba con sus amigos apoyado en su carro. Había chicas alrededor de ellos. Él tenía una a la par.


 

Qué creía, si deben de ser los más populares de este colegio, y los más mujeriegos me imagino. Pero él estaba como ido. Pensando en otra cosa.


 

—Hola... —dijeron a mis espaldas.


 

Me di la vuelta inmediatamente, llevándome la mano a mi pecho. Me había asustado.



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En el texto hay: hombres lobo, romance, amor

Editado: 27.11.2023

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