Enamorándome del lobo

17

  Me quedé quieta en el mismo lugar, mirando para todos lados; ese aullido se escuchó cerca. Maldita sea. Solo a mí me pasa esto. Estoy sola, en medio de la nada, con lobos por allí. Miré atrás de mí en dirección al auto, quizá pueda manejar hasta la casa pero ¿será peligroso? Revisé mi celular para ver si podía llamar a mamá pero... ¡lo que me faltaba! No hay señal.

  Escuché pasos a mi izquierda, volteé a ver de inmediato. Está oscuro. No miro nada. Mi pecho sube y baja rápidamente. Intenté calmarme.

  —No deberías estar aquí.

  Volteé a ver a Kayler y me llevé una mano al pecho.

  —¡Diablos! Me asustaste. —espeté.

  Este chico un día de estos me va a matar de un infarto.

  Sonrió de lado.

  —Me gusta verte enojada. —camina hacia mi coche y se sienta en un costado.

  Lo sigo.

  —Me alegro —respondí con sarcasmo—¿Qué haces aquí?

  —Iba pasando por aquí y miré a una chica en medio de la nada, mirando desesperadamente a ambos lados. —sacó un cigarrillo de su bolsillo, junto con un encendedor. Lo encendió y empezó a expulsar humo.

  Tosí. Odio el olor a cigarro.

  —¿Es necesario? —cuestioné, disipando el humo con mi mano.

  Me mira.

  —Como dije, no deberías estar aquí. Y menos de noche. —volvió a decir.

  Me crucé de brazos.

  —¿Crees que yo quiero estar aquí? —me señalé—No es mi culpa. Fui a dejar a Anne y luego, cuando venía, la maldita llanta del coche explotó.

  Alzó las cejas.

  —Sí que tienes mala suerte.

  Reí sin ánimos.

  —Muy gracioso. —me senté a la par suya.

  Estábamos en silencio. Se escuchaba uno que otro grillo. Viene a mi mente la foto de Scott y Kayler. ¿Y si le pregunto qué fue lo que pasó realmente? ¿se enojará?.

  —Oye, hoy encontré algo en el ático de mi casa. —comenté.

  —¿Qué? —cuestionó.

  —Una fotografía —dije—De un tal Scott.

  Lo miré. Tenía la vista perdida en algún lado.

  —Y él estaba contigo —finalizé.

  Apretó los puños y dejó caer el cigarro. Tenía su semblante endurecido.

  —No sabía que fueran amigos. —susurré.

  —Tú no sabes nada. —se levantó y se llevó sus manos a su cabello. —No sabes nada —repitió.

  Fruncí el ceño. ¿Porqué actúa así? No tiene nada de malo querer saber sobre Scott y cómo murió... ¿O sí?

  —Pues si no me cuentan obviamente no voy a saber. —ataqué.

  Puso sus manos en su cintura, se dedicó a mirarme para luego ponerse a reír ¿es enserio? Hace rato estaba super enojado y ahora se ríe. Definitivamente no entiendo la bipolaridad de éste.

  —Okay, Mr. Bipolar, ¿puedes decirme qué es tan gracioso?. —me levanté.

  —Eso es lo que más odio: no poder enojarme ni un puto minuto contigo. —dice. Se acerca a mí y me toma de las mejillas, haciendo que lo mire. —Pero es mejor que dejes las cosas a como están. Por favor.

  Fruncí el ceño, no me gusta su modo misterioso. Quiero saber más pero nadie me dice nada. Nadie. Me siento tan impotente por no saber pero está más que obvio que Kayler no me va a decir. Maldito.

  —Como quieras.

  Me safé de su agarre y empecé a caminar hacia mi casa. Kayler me siguió hasta ponerse a la par mía y caminar juntos. En todo el camino no dijo una sola palabra y ni yo tampoco. Estaba algo enojada con él, no me quiere contar nada ¿está mal querer saber sobre su amigo Scott? No creo que sea tan malo lo que me va a decir. Kayler es raro. Todos sus amigos lo son.

  Después de media hora de silencio y de caminar llegamos a casa. Antes de abrir la puerta lo miré.

  —Gracias por acompañarme. —murmuré. Di media vuelta y abrí la puerta, le di una última mirada y la cerré.

  Ni siquiera dijo nada. Rodé los ojos para mí misma. Iba a subir las escaleras cuando una voz me lo impidió.

  —¿Y el auto? —pregunta mamá, saliendo de la cocina secándose las manos con una toalla.

  —A la chatarra esa se le explotó una llanta y me dejó a medio camino. —respondí y seguí subiendo.

  —No lo insultes. —dice. Río. —Que duermas bien.

  —Igual.

  La verdad estoy muy cansada, ha sido un largo día y mañana tengo escuela. Odio tener que levantarme temprano pero ni modo. Abrí la puerta de mi habitación y de inmediato llevé mi mano al pecho al ver a Kayler sentado en el borde de mi cama.

  —Kayler, ¿qué haces aquí? —pregunté, cerrando la puerta con seguro para evitar que mamá entrara.

  —Creo que tú ya lo deberías de saber. —respondió. Caminó hacia mí y rodeó sus brazos en mi cintura. De inmediato me tensé, todavía no me acostumbro a estar así con Kayler y odio más que su toque y tenerlo serca me guste.

  —No... No lo sé. —titubié—No dormirás conmigo de nuevo ¿o sí?.

  Su mano llegó a mi barbilla, sosteniéndola, miró mis labios y luego mis ojos.

  —Eres mía, Carolina. —susurró para luego inclinarse hacia mí y besarme. Sus labios se movieron con los míos suavemente; elevé mis manos y las enrosqué atrás de su cuello. Saboreé sus labios, chupó mi labio inferior y se despegó de mi boca para hundirse en mi cuello. Fue dejando besos mojados en mi hombro. Se me escapó un gemido.

  —Te quiero comer. —susurró muy cerca de mi oído.

  Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo ante lo que dijo. Pero lo dejé pasar. Sus labios volvieron a unirse con los míos. Basándonos. Me encaminó hacia la cama, dejándome caer, mientras él estaba encima de mí. Quite mis zapatos, sin despegarme de sus labios, para después llevar mis manos a su cabello y tirar suavemente de él.

  ¡Dios! Se siente tan bien estar así. Jodidamente bien. Pero esto no puede llegar a más de besos, si sigo así no podremos parar.

  —Kayler... —murmuré.

  —No lo digas. —se separa y me mira—Ya lo sé.

  Se acuesta a la par mía y me atrae hacia él, abrazándome.

  —Buenas noches, Kayler. —digo.



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En el texto hay: hombres lobo, romance, amor

Editado: 27.11.2023

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