Después de una larga mañana recibiendo clases, la hora del almuerzo había llegado. Salimos Anne y yo hacia la cafetería. Luego de que la profesora dijera que iríamos a Jhonson no me he podido concentrar bien, y lo peor es que irá Kayler. No sé como reaccionaré al volver a ver a Will; fuimos novios dos años y lo llegué a querer. Pero es tan extraño que nunca había sentido ese algo tan especial que siento cuando beso a Kayler, en cambio cuando besaba a Will era otra cosa.
Fuimos por nuestro almuerzo y nos sentamos en una mesa del fondo. Le conté a Anne lo que pasó anoche con Kayler y, sobre todo, que escuché un aullido. A cada rato miraba a la entrada de la cafetería con la esperanza de verlo llegar. No sé a dónde se habrán ido. Estos chicos sí que son extraños. El resto del día la pasé super aburrida, muy dentro de mí sabía que algo me faltaba. Hoy miraría en el lago a Kayler, no sé qué me irá a decir. ¿Me iré sola hoy? ¿cómo es que él me traería y me llevaría? Pff, solo habladas es.
Aunque debería de estar felíz por eso ¿no? Que no me llevará hoy. ¡Agh! Odio esta confusión. Salí del colegio no sin antes despedirme de Anne. Me detuve frente a la carretera, quizá pueda encontrar un taxi o algo. Me urge un coche. Me imagino que soy la única de aquí que no tiene... Igual Anne. Por lo menos ella tiene bici.
Suspiré profundo.
Saqué mi teléfono celular y revisé los mensajes. Tenía uno de Carla. Ah, hasta ahora se acordó de mí. Carla era una amiga de la preparatoria Jhonson.
De: Carla
Te extrañamos, amiga :(
Pues no pareciera, pensé. No le contesté. Una bocina me hizo sobresaltarme que casi suelto el teléfono. Miré al susodicho. Kayler estaba frente a mí en su auto, escondiendo una sonrisa.
—¡Me asustaste! —renegué.
—No te quejes y sube. —dijo.
Lo miré por unos segundos, mi voz interior me dice: admitelo, te mueres por subirte. La maldita voz tiene razón. Mordí mi labio inferior y subí.
—Me voy contigo solo porque no tengo en qué irme. —apunté.
Rió.
—Como digas.
Arrancó y emprendimos viaje hacia el bosque. El tenebroso bosque.
—Kayler, ayer escuché un aullido. —comenté sin querer. Cerré los ojos un momento y lo volví a ver.
Él me miró un segundo y frunció el ceño.
—Son solo lobos comunes y corrientes, no entiendo porqué le pones tanta importancia. —dice.
Rodé los ojos. Nunca lo voy a convencer de lo contrario.
—Y no son lobos comunes y corrientes como tú dices, Kayler, yo los vi. Eran enormes. —elevé mi voz.
—Está bien, como tú digas. —me calmó.
Respiré profundo. Kayler está raro, como muy sonriente y así, él no es así; la última vez que le conté sobre lobos y el bosque se puso muy furioso y tenso. Qué raro.
El resto del camino la pasamos en silencio, hasta que llegamos a mi casa.
—Te veo en el lago a las siete. —murmuró.
Lo miré. Me estaba viendo, y es ahí donde mi corazón late mas fuerte, esa mirada tan profunda de Kayler es mi debilidad.
—Lo sé.
Le sonreí e intenté abrir la puerta pero él me detuvo. Lo volví a ver de inmediato y antes de decir nada me tomó de la cara y unió sus labios con los míos. Fue un beso suave y rápido. Ni siquiera sé qué somos y nosotros basándonos. No importa, besar a Kayler es como comer chocolate, y yo amo el chocolate.
Nos separamos. Le di una última mirada y bajé lo más rápido que pude, cerrando la puerta de mi casa tras de mí. Solo escuché el coche alejarse. No sé qué me está pasando con Kayler. Pero sé que sufriré, lo siento muy dentro de mí.
***
La hora había llegado. Eran las siete en punto. La luna brillaba en el cielo, habían miles de estrellas super brillantes, se miraban increíbles. Estaba de pié en el muelle, de brazos cruzados mirando el cielo. Admito que estaba algo nerviosa. No sé qué dirá Kayler, ¿será algo malo? Lo que sí sé es que la curiosidad me está matando.
Escuché pasos tras de mí, no tenía que voltear a ver para darme cuenta de quién era. Sonreí y volteé a ver, pero mi sonrisa se fue desapareciendo en cuánto miré qué era lo que estaba parado frente a mí. Mi respiración se puso lenta, me quedé inmóvil mirando al enorme lobo que estaba frente a mí. Era el lobo negro, el que me había salvado aquella vez.
¡Dios! ¿qué hago? Llevé las manos a mi boca como queriendo evitar que se me escapara un gemido. En casa no hay nadie, estoy sola y creo que esta vez no tengo salida. Pero el lobo sólo me mira, no hay gruñidos ni mirada fría. Su mirada es tranquila. Dio pasos hacia adelante hasta estar a solo centímetros de mi cara. Le miré los ojos, eran negros igual. Él acercó su nariz a mi cuello y lo olfateó. Yo estaba en shock, inmóvil, sin saber qué hacer. Cerré los ojos ante su roce. Luego volvió a verme. Hizo un último gruñido y salió corriendo hacia el bosque.
Pude sacar todo el aire de mis pulmones al quedar sola. Me senté de golpe en el muelle y me quedé pensado. Ese lobo no me comió. Siempre hace lo mismo. Sin embargo, cuando olfateó mi cuello sentí una sensación rara, una sensación que solo la sentía con una persona. Y esa persona no ha venido, ¿habrá sido una trampa de Kayler? ¡por Dios! No creo que sea capaz. Yo creo y confío en él. Dilate unos cuántos minutos así de rodillas, intentando calmarme.
—Carolina, —escuché que llamaron. Jadeé al instante y llevé una mano a mi pecho por el susto.
Elevé mi cara hacia esa persona. Kayler me miraba con preocupación.
—¿Qué haces? —se inclinó hacia mí y me tomó de mi cara. Lo miré a los ojos, no son negros pero... Saqué esos pensamientos de mi cabeza y me puse de pié.
—Estoy bien. —murmuré. —Solo estaba... Pensando.
—Está bien. —dijo él, con las manos metidas en sus bolsillos.
Intenté calmarme, no era la primera vez que se me aparecía un lobo. Aún no entiendo porqué no me hace daño. Él se quitó los zapatos y se sentó en el muelle con los pies dentro del agua. ¿No le da frío? Esa agua está helando. Me miró.
Editado: 27.11.2023