Enamorándome del lobo

22

  Oh, Dios, esa voz. Esa voz es la que estaba buscando hace rato, la que no había escuchado éstos últimos días. Y justo tiene que aparecer ahora. Anne y yo nos dimos la vuelta lentamente hacia Connor, quién estaba parado frente a nosotras de brazos cruzados, estaba serio. Le sonreí lo más casual posible, como si no estuviéramos haciendo nada malo. Anne me cogió del brazo.

  —¡Connor! —exclamé, rascándome la nuca—¿Dónde te has metido? He estado buscandote.

  Frunció el ceño y pude ver cómo se le iluminó la cara, pero después se acercó rápidamente a nosotras y nos tomó del brazo en dirección al auto que estaba justo frente a nosotros.

  —Suban, ustedes dos tienen mucho qué explicarme. —rodeó el auto y se subió al asiento principal. No dijimos nada, solo hicimos caso y nos subimos las dos a los asientos traseros.

  No podíamos quedarnos más tiempo aquí, Kayler puede salir en cualquier momento y pues... Ahí sí que tendría un gran problema. Connor arrancó y aceleró.

  —Mientras llegamos a tu casa, Carolina, me pueden ir explicando porqué estaban espiando la casa del señor Brown. —dijo.

  Miré a Anne, quién se encogió de hombros. Era hora de improvisar. Moví los labios hacia ella diciendo «sígueme la corriente»

  Asintió.

  —¿Espiando? Por supuesto que no, Connor, cómo se te ocurre. —reí. Anne también—Lo que pasa es que veniamos para mi casa y Anne, quién traía a su pequeño conejito, tan lindo, ¿podrás creer que justo pasando por aquí se tiró por la ventana? —mentí, joder, podría ganar un Oscar con esta actuación —Y pues nos tuvimos que bajar a buscarlo.

  —Sí, —me siguió Anne—Pero no lo encontramos —fingió tristeza. —Se ha ido.

  Le di palmaditas en la espalda, sorbiendo mi nariz.

  —Es triste, ya no volveremos a ver al pobre conejito. —susurré.

  Miré por el rabillo del ojo que Connor nos observaba por el espejo retrovisor.

  —¿Y cómo se llama el conejo? —preguntó.

  Fácil.

  —Misifú.

  —Firulais.

  Dijimos Anne y yo al mismo tiempo. Grave error. Connor frunció el ceño.

  —¿Qué? —cuestionó. Ya estábamos frente a mi casa.

  Miré a Anne, quién hizo una mueca como pidiendo disculpas.

  —Lo que pasa es que... —piensa, Caro, piensa—Tiene dos nombres, sí, eso es. —sonreí.

  Anne me volteó a ver, interrogante.

  —Sí, —dijo ella, algo confundida. —Mi conejo se llama... Misifú Firulais.

  Qué horror.

  Connor se dirigió a nosotras, mientras se quitaba el cinturón.

  —Le pusieron dos nombres a su conejo, uno es de gato y el otro es de perro. —se burló. Estalló en carcajadas.

  Anne y yo nos miramos y empezamos a seguirle la risa, hasta estar los tres riendo, pero Connor paró. Nosotras también.

  —A mí no me engañan. —dijo. Se bajó del coche.

  Hicimos lo mismo, serias. Connor también me imagino que asiste a esas "reuniones" que hace el papá de Kayler. Lo seguimos hasta la puerta de mi casa. Abrí. Entramos a casa y de inmediato nos dirigimos a la sala. Connor no se tragó el cuento de Misifú Firulais.

  —Bueno, ahora sí me pueden decir la verdad. —se sentó frente a nosotras.

  —Esa es la verdad —respondió Anne. —Sino, qué mas podríamos estar haciendo en la casa del novio de Carolina.

  Me tensé al escucharla decir eso. Miré que Connor puso cara de "qué carajos".

  —¿Qué dijiste? —le preguntó.

  Anne pareció arrepentirse de lo que había dicho.

  —¿Novio? —se dirigió a mí. —No me lo puedo creer, hasta que por fín Kayler lo consiguió. —comentó más para el mismo.

  Fruncí el ceño.

  —¿Qué quieres decir? —cuestioné. Lo bueno es que ya se ha olvidado de que nos encontró de espías.

  —Nada. —me miró, una mirada llena de... Desilusión, tristeza. Me sentí mal en ese momento. —No me quieran cambiar el tema... Díganme la verdad, sino tendré que preguntarle al señor Brown si él las ha invitado a la reunión.

  —¡No! —exclamamos Anne y yo al unísono, pero nos pusimos serias al segundos. Connor solo observaba nuestros gestos.

  —Esta bien, te diré la verdad. —dijo Anne. La miré de inmediato.

  —Anne, —pronuncié su nombre.

  —Lo siento, Carolina, es mejor acabar con esto. —me dijo. Se dirigió a Connor. Oh, no. Anne no puede hablar, no. —Connor, la razón por la que Carolina y yo estuvimos en esa casa sin que nadie se diera cuenta es porque ella estaba preocupada por ti y te quería encontrar. No sabía a donde ir y se le ocurrió ir a buscarte a la casa de Kayler, porque usualmente todos se mantienen allí. —mintió.

  Aplausos para Anne.

  Miré la reacción de Connor, se quedó pensativo un momento y después me miró. Me rasqué la cabeza y le sonreí.

  —Pues... Ya estoy aquí, no tienes que buscarme. —se puso de pié.

  —Lo sé, y me agrada que hayas vuelto. —susurré.

  Sonrió de lado y me abrazó, tomándome por sorpresa. Le devolví el abrazo.

  —Bueno, yo los dejo. —Anne se dirigió a la salida. —Nos vemos mañana.

  —Esta bien. —le dije, aún abrazada a Connor.

  Cuando quedamos completamente solos nos separamos. Me gusta estar con Connor, es un buen amigo y me siento bien estando con él. En eso mi celular suena. Lo reviso y es Kayler. Oh, no. Olvidé que pasaría a buscarme a la escuela.

  —Hola, —contesté.

  —Estoy afuera del colegio, ¿donde estas? —preguntó.

  Mierda. Si le digo que estoy con Connor se enojará mucho.

  —Anne me trajo a casa porque tenía que irse. Perdón, se me pasó avisarte. —bueno, esta no soy yo, no me gusta darle explicaciones a nadie y espero que no lo note, pero conociéndolo...

  —¿Enserio? —cuestionó—¿Porqué estás nerviosa? —preguntó, curioso.

  —No estoy nerviosa, Kayler. —dije.

  Note como Connor hacía una mueca al escuchar el nombre de Kayler, y de repente me arrebató el celular de las manos y se lo colocó en la oreja... No mames.

  —Está conmigo, ¿entiendes? Déjala respirar un momento. —y colgó.



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En el texto hay: hombres lobo, romance, amor

Editado: 27.11.2023

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