Enamorándome del lobo

27

  Anne y yo estábamos gritando, agarradas la una de la otra, mirando semejante espectáculo que estaba frente a nosotras. Pero, en cuánto los lobos escucharon nuestro grito voltearon a ver y de repente se detuvieron. Dejé de gritar, pero Anne seguía, así que de inmediato le cubrí la boca con mi mano. Los lobos se miraban cansados, jadeaban y nos quedaban viendo con sus ceños fruncidos.

  El silencio era obvio, estábamos paralizadas de miedo, incluso respirar me era muy difícil, esos lobos estaban peleando y ahora se quitaran la furia con nosotras, lo sé, seremos la cena. Observé a ese lobo negro a quién ya conocía, es el mío, el que me defiende siempre, Oh Dios, tal vez y tenga suerte hoy y no nos hacen nada.

  —Caro, —susurró Anne en mi oído con dificultad.

  —No. Hables. —susurré también, despacio.

  El otro lobo color café se quiso acercar a nosotras pero de inmediato el lobo negro le gruñó tan fuerte que el otro lobo se quedó quieto, pero no para obedecerle, sino para encararlo, otra vez. Era una guerra de miradas entre ellos, cualquiera diría que se están comunicando.

  —Corramos al auto. —volvió a susurrar Anne.

  No es mala idea, esos lobos están concentrados en hacer qué se yo, tal vez sus problemas son mas importantes que comerse a dos chicas flacuchentas.

  —Está bien. —asentí— retrocedamos despacio. —le dije, empezando a caminar lento.

  Grave error.

  Los dos al mismo tiempo gruñeron, haciendo que nos detengamos en seco. El lobo negro caminó hacia nosotras a paso decidido, me aferré más a Anne. Él llegó y se posicionó frente a nosotras, bueno en realidad a la que miraba era a mí, su mirada era penetrante, oscura, como siempre; pero hoy lo era aún más.

  —Déjanos ir. —susurré, porque a veces parece escucharme y lo hace.

  Luego le tendré que explicar a Anne.

  Me dió una última mirada y un último gruñido para dar la vuelta e irse corriendo.

  Uno menos.

  El otro lobo café nos quedó viendo, pero no estaba enojado, hizo sus orejas para atrás que hasta ternura me dió, para después irse por donde se fue el otro, dejándonos así solas. Por fín.

  Anne y yo nos miramos y salimos corriendo hacia nuestros autos. Al llegar, nos adentramos al coche y Anne arrancó lo más rápido que pudo, incluso ni había cerrado mi puerta. Esta chica me va a salir matando.

  —Anne, —renegué.

  —Lo siento, —musitó ella de inmediato. —Eso fue horrible, Díos mío, pensé que no saldríamos vivas.

  Masajeé mi sien, como siempre suelo hacerlo cuando estoy bajo presión.

  —Lo sé.

  Pero por tanto alboroto me olvidé de Kayler... Y Connor.

  Miré a Anne de inmediato.

  —Anne, Kayler y Connor. —le dije. —¿Dónde están?

  —Tranquila, estoy segura que están mucho mejor que nosotras. —respondió—Esos chicos han vivido aquí toda su vida, es obvio que saben cómo defenderse. Incluso deben de tener un escondite por ahí.

  Fruncí el ceño. Eso es ridículo, y tonto, bueno, conociendo a Kayler lo dudo.

  El resto del camino fue silencioso, no dejaba de pensar en Kayler, en Will, en lo que pasó. Kayler no se va a salir con la suya, me va a escuchar. Al llegar a casa, la carcacha de mamá estaba estacionada, al igual que la camioneta de Mike.

  Salimos Anne y yo, un poco nerviosas, y casi corrimos a la casa, abrí la puerta principal, al estar dentro cerré muy fuerte, lo cuál el ruido hizo que mamá se sobresaltara. Me imagino que eso hizo, conociéndola. Ahora va a pensar que están asaltando la casa.

  Le hice una seña a Anne para que hiciera silencio y la cogí del brazo, no estaba mamá en la sala, ¿estará en la cocina? Además Mike está en la casa.

Caminamos hacia la cocina para ver si ahí estaban y, en cuánto doblamos la esquina...

  —¡Largo de mi casa...! —exclamó mamá, con una escoba, pero en cuánto nos vió se detuvo y bajó la escoba.

  Ay mi mamá.

  —Carolina, pensé que vendrías hasta después. —se llevó una mano al pecho. —Creí que había entrado un ladrón.

  Anne rió.

  —Lo siento. —musité—Y no, venimos temprano, en cuánto llegamos recibimos la charla y nos venimos. —sonreí.

  Frunció el ceño pero asintió.

  —¿Dónde está Mike? —pregunté. —Vi su camioneta afuera.

  Carraspeó, mientras bebía un sorbo de agua.

  —Está en el baño —tosió.

  Le di una mirada rápida a Anne, quién estaba sentada en la pequeña isla de la cocina, algo nerviosa y aislada de la plática.

  —Claro. —susurré.

  En eso, se escucharon pasos provenientes de las escaleras y un Mike sonriente apareció en el umbral de la puerta. Claro, en cuánto nos vió se detuvo en seco.

  —Hey, chicas... ¿Qué tal están? —preguntó, algo raro.

  Achiqué mis ojos mientras observaba sus expresiones.

  —Hmm... Estamos bien, Mike. —respondí, mirándolo raro.

  —¡Qué bueno...! —dijo.

  —No, no estamos bien, Carolina. —espetó Anne.

  Los tres la volteamos a ver.

  Me miró, como diciendo o pidiendo permiso para hablar. Negué con la cabeza para que no dijera nada, no quiero que mamá se de cuenta de que hay lobos y que nos han escapado de matar, porque yo la conozco y sé que si se entera se va a querer ir.

  —Lo siento, pero es mejor que les digamos lo que está pasando. No podemos seguir así, arriesgándonos a que algún día terminemos muertas. Como Scott. —tragó grueso.

  —¿De qué estás hablando? —mamá dió un paso adelante, seria.

  Ya está. Anne le ha sembrado la duda.

  —Tenemos que decirle. —susurró en mi dirección, ignorando a mamá.

  Miré de Anne a mamá.

  —Bien. —acepté. —Pero conste, Anne, pase lo que pase a partir de aquí es solo tú responsabilidad. —no sé ni porqué le dije eso.

  Ella asintió.

  —Señora Lane, hay lobos aquí. —confesó. Miré que mamá frunció el ceño —Los hemos encontrado varias veces y estamos vivas de milagro, y más Carolina —me miró—A ella la estuvieron a punto de matar. Hoy también. A las dos. Veníamos del colegio y miramos dos autos estacionados en medio de la carretera, eran de Kayler y Connor, como no los miramos nos bajamos a buscarlos, pero de pronto escuchamos gruñidos en el bosque así que pensamos que ellos estaban ahí por eso nos adentramos, pero luego pasó. Dos lobos, enormes, se estaban peliando. En cuánto los miramos gritamos y por eso nos miraron. Los más raro es que no nos hicieron nada, solo se alejaron. —la miró—Pero estoy aterrorizada. Así fue como murió Scott, lo sé. Y temo que a Carolina o a mi, nos pase lo mismo.



#173 en Thriller
#57 en Suspenso
#379 en Fantasía

En el texto hay: hombres lobo, romance, amor

Editado: 27.11.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.