Enamorándome del lobo

30

  KAYLER.

  —Traidora, eso es lo que es. —golpeé la mesa en la que estaba el padre de Paige.

  El pobre se suspendió y balbuceó palabras intendibles.

  —E-ntiendela, está celosa. —sonrió, como restándole importancia.

  Le di una mirada a Apolo, solo se encogió de hombros y hizo una seña para que nos vayamos. Teníamos que hacer algo más importante, hoy es la ceremonia de Greg, parte de nuestra manada, y teníamos que estar todos ahí, bajo la luna llena, en medio del bosque.

  —Está bien, la voy a encontrar, —di media vuelta, pero lo miré—repecto a ti, ya resivirás noticias mías.

  Y sin más, nos fuimos. Mientras íbamos en el camino traté de identificar el coche de Anne en los alrededores pero no lo miraba, Carolina iba con ella, pensó que no la iba a ver, me preocupo por ella, más ahora que Paige traicionó a su manada y a nosotros, está suelta y va a agarrarla contra Carolina.

  Tengo que estar con ella, algo me dice que me necesita en éstos momentos. Íbamos pasando por la preparatoria cuando miré el coche de Anne estacionado allí, maldita sea, ¿qué harán en el colegio?.

  —Creo que deberíamos parar. Algo me dice que están en problemas. —dijo Apolo.

  Lo miré.

  —¿También la sientes? —cuestioné, aparcándome a la par del coche de Anne.

  Asintió.

  —Esperen aquí. —les dije a los chicos que venían en los asientos traseros y de inmediato me bajé junto con Apolo.

  Algo no andaba bien, sentía el olor de Carolina, se fueron por la puerta trasera. Le hice una seña a Apolo que me siguiera, no le tenía que pedir que hiciera silencio, él ya sabe muy bien cómo es esto. Ya casi llegábamos a la puerta cuando, de repente, escuché el grito de Carolina. De inmediato me puse en alerta, seguía gritando, Dios, como si la estuvieran torturando.

  Abrí la puerta de una patada.

  No había nadie, los gritos venían de algún aula.

  —Malditos, si tocan a Anne no lo podré resistir, Kayler, me convertiré. —espetó.

  —No. ¿Qué quieres? ¿perder a Anne por no decirle la verdad? Carolina se pondría igual. —le dije. —Sabes que no necesitamos convertirnos para librarnos de ellos.

  Subimos las escaleras y me asomé en el pasillo, los gritos seguían, mierda, ¿dónde están?. Caminamos a paso decidido por las aulas, hasta que los gritos se escuchaban más cerca. Estaban en el aula de Carolina.

  —Aquí están. —le susurré a Apolo. Era hora de actuar.

  Carolina seguía gritando.

  —¡¿Ahora sabes lo que se siente, maldita?!—le gritó Paige. Cómo no lo supuse antes. Está loca.

  —¡Eres una perra! —espetó Carolina, eso hizo enfurecer más a Paige y siguió haciéndole sea lo que sea que le esté haciendo, porque volvió a gritar.

  A la mierda.

  Empujé la puerta de un manotazo, haciendo que todos los presentes volvieran a ver y Carolina dejara de gritar. El rostro de Paige se puso rígido, al parecer no pensaba tenerme aquí.

  —Suéltala. —escupí, estaba demasiado cabreado.

  Rió.

  —Como digas. —se puso de pie con las manos arriba, en señal de que se rendía.

  Miré a Carolina tirada en el piso, con los ojos abiertos pero estaba inconciente, una lágrima solitaria bajaba por su mejilla. Apreté los puños. Paige tenía un cuchillo lleno de sangre en la mano. Me acerqué a ella rápidamente y la tomé del cuello.

  —A ti te quería encontrar, sabes que puedo destruirte en este momento, una mordida y serás historia. —la amenacé en voz baja.

  Sonrió.

  —No lo harás, mi manada estaría detrás de ti. —devolvió.

  Reí sarcástico.

  —Eso no es problema para mí. —la solté. —Apolo, llevatela. —le ordené.

  Él asintió y se acercó a Paige, pero ella fue más rápida.

  —Ni lo sueñes. —se tiró por la ventana.

  Maldita.

  Me asomé, se fue corriendo hacia el bosque, ya convertida. Ya me encargaré de ella. Apolo de inmediato se acercó a Anne quién estaba desmayada. Me acerqué a Carolina, su brazo estaba ensangrentado. Esa estúpida la cortó, no puedo ver con claridad lo que le hizo por tanta sangre. Tengo que llevarla al hospital.

  La cargué, Apolo hizo lo mismo con Anne y salimos rápidamente de la preparatoria, saltando por la misma ventana que Paige. Llegamos a los autos y los chicos que venían con nosotros salieron y se montaron en los de atrás. Senté a Carolina, Apolo hizo lo mismo con Anne, ella ya estaba removiéndose.

  Apolo se sentó al asiento co-piloto y yo me subí al frente, de inmediato arranqué hacia la clínica. Pero antes, hice una llamada.

  —Jason, vete con el resto de la manada para la casa de mi padre. Los veré ahí. —fue lo único que le dije al coche que venía detrás de nosotros y corté.

  Tenía los puños apretados en el volante. He puesto en riesgo a Carolina tantas veces que me odio a mi mismo por eso. Mi deber es protegerla, cuidarla... Amarla; y lo único que he hecho es que la escapen de matar varias veces, ocultarle las cosas, pero es que ella es tan terca que no puede aguantarse las ganas de saber más, no se conforma con lo que le digo. La miré por el espejo retrovisor. Tenía los ojos cerrados, sus mejillas estaban rojas y sus labios entreabiertos. Como cuando la observo dormir. Se mira tan tierna, ni pareciera que fuera una chica ruda, esa que se resistió a mí desde el primer día.

  Detuve el auto de inmediato.

  —Necesito que manejes. —le dije a Apolo.

  —Claro. —respondió él, saliendo del auto. Hice lo mismo.

  Abrí la puerta trasera y me senté junto a Carolina. Apolo arrancó. Puse su cabeza en mi pecho, sobandole su cabello.

  —Auch. —escuché que se quejó Anne. Ya había reaccionado.

  —Anne, ¿cómo te sientes? —le preguntó Apolo de inmediato.

  Ella parpadeó varias veces sin entender.

  —Bien, creo. —se sobó la cabeza. Luego me miró, y a Carolina.

  —Oh, por Dios, Carolina. —susurró con pesar.

  —¿Cómo es que pasó esto? —le pregunté.



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En el texto hay: hombres lobo, romance, amor

Editado: 27.11.2023

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