Enamorándome del lobo

31

   Sentía un dolor horrible en mi brazo, dolía. Dolía mucho. Empecé a abrir los ojos y lo primero que vi era que estaba en mi habitación. Estaba oscureciendo. Miré mi brazo, estaba vendado, un poco de sangre se miraba en la venda blanca, ¿qué me pasó? Y entonces empecé a recordar. Paige lo hizo. Después de preguntarle sobre su extraño símbolo en el brazo, pero no estaba tatuado ni nada por el estilo, era una marca, como que se la hubieran hecho con un... Cuchillo. Tosí un poco, tenía la garganta reseca. En eso, se apareció por la puerta de mi habitación Kayler, su expresión cambió a alivio, venía con un vaso de agua y unas pastillas, me hacían falta, tenía un fuerte dolor de cabeza.

  —Hola, mi amor, ¿cómo te sientes? —me preguntó, poniendo el vaso de agua en la mesita de noche.

  Sentí cómo mi corazón se comprimía al escucharlo llamarme mi amor.

  —Terrible. —contesté, ¿porqué todo lo malo me pasa a mí?.

  Me senté en la cama, el brazo me seguia doliendo. ¿Cómo es que Kayler nos encontró? ¿será que nos siguió?.

  —Anne me contó lo que ha pasado —comentó—. Carolina, ¿te imaginas lo que pasaría si no te hubiera encontrado.?

  Fruncí el ceño, ¿él nos encontró? Pensé que Paige nos había dejado en paz y que Anne me había ayudado, pero bueno, es Kayler, siempre está ahí cuando lo necesito, a excepción de los lobos, claro, siempre es mí lobo el que me defiende. Últimamente no lo he visto y no lo quiero ver.

  —No fue nuestra culpa, acaso íbamos a saber si la loca de tu ex iba a estar allí. —espeté. Ups, creo que no se me ha quitado el mal humor, además, no se me olvida que hará una fiesta y que no invitó a su novia, que pronto será su ex si sigue así.

  Se sorprendió por el tono que usé.

  —Bien, señorita Lane, creo que usted no está de humor en estos momentos. —retrocedió. —Ah, y creo que ya estás mejor.

  —¿Porqué? —cuestioné, poniéndome de pié. —¿Ya te vas? —lo encaré.

  Se cruzó de brazos, intentando no reír, ¿cree que estoy jugando?.

  —De hecho... —se rascó la nuca. Abrí la boca, sí se va el muy... Desgraciado. —Es broma, obvio no me voy a ir. —me rodeó con sus manos mi cintura.

  Aparté la cara, ya que la acercó más a mí para besarme. Sentía su respiración en mi frente. Tragué grueso, ¿porqué no me puedo resistir a él? Fuerza, Carolina, tú puedes.

  —Suéltame. —intenté quitar sus manos de mi cintura pero fue imposible.

  Claro, siempre tiene que ser mas fuerte que yo.

  —¿Porqué haces esto? —quiso saber.

  Fruncí el ceño, no entiendo a qué se refiere.

  —No, ¿porqué haces tú esto? —logré safarme. —Siempre me mientes, hoy vas a hacer una fiesta y ni siquiera me invitaste, sé que irán todos los de la escuela, y ni siquera sé con cuántas cosas más me mientes.

  Resopló, dándose la vuelta y peinándose el cabello con los dedos.

  —Lo de la fiesta te lo iba a decir hoy, lo que pasa es que al parecer Anne ya te ha contado. —se acercó un poco. —¿Recuerdas que anoche te pedí que estés conmigo pase lo que pase ? Bueno, esto es parte de eso.

  Relajé los hombros, no remedeo nada seguir discutiendo con él, además estoy cansada, lo único que quiero es dormir, el dolor en mi brazo volvió. Hice una mueca de dolor.

  —Te está doliendo, —se acercó a la mesita de noche y cogió el vaso de agua y las pastillas. —Toma, esto te hará bien.

  Me senté en el borde de mi cama y rápidamente me tomé la pastilla. Qué rica agua, sentía que no había bebido por meses. Miré a Kayler, se mira tan tierno con su cabello despeinado y su carita toda preocupada.

  —¿Qué? —quiso saber, al notar que me le quedaba viendo.

  Sonreí.

  —Nada.

  Achicó los ojos, acercándose, sigilosamente.

  —Dime en qué pensabas. —me acostó en la cama, y él se puso encima de mí, claro, teniendo cuidado con mi brazo.

  Su mirada tenía una chispa de picardía.

  —En nada ya te dije. —sonreí.

  —Me gusta cuando sonríes. —susurró muy cerca de mis labios.

  Inconscientemente mordí mi labio inferior, su mirada se posó en él.

  —Quisiera morder ese labio. —dijo.

  —¿Y porqué no lo haces? —cuestioné, regalándole una sonrisa burlona.

  Sonrió de lado y, con su mano derecha, apartó un mechón de pelo y acarició mi mejilla, me dio una mirada rápida y unió sus labios con los míos. Sus labios eran suaves, siempre sentía que sus labios estaban hechos para los míos porque se movían a ritmos iguales. Estaban sincronizados.

  Mordió mi labio, no utilizando la fuerza obvio, era una mordida de amor. Su mano llegó a mi cintura, recogiendo la camisa para arriba, sentí un cosquilleo en ese momento. Enrosqué mis piernas a su espalda y acaricié su pelo. Creo que hoy es el día. Estoy tan nerviosa. Es mi primera vez.

  Se separó de mí, abrí los ojos rápidamente, miré que se quitó la camisa dejando ver su perfecto abdomen, ahora sé porqué están tan enganchadas a Kayler, es tan... Guapo, tan fuerte. Y es mío.

  Volvió a besarme.

  —Carolina, —susurró en mis labios.

  —Kayler, —susurré también.

  Iba subiendo más mi camisa hasta llegar a mi brasier, qué horror, va a ver mi brasier de floresitas. Yo qué iba a saber que hoy iba a ser el día, creo.

  —Kayler, tengo que...

  Nos separamos de inmediato al escuchar la voz de Anne, ¿ella estaba aquí? Hizo una mueca de disculpas, le resté importancia.

  —Olvidaba que seguían aquí. —me susurró Kayler. Se levantó y se puso la camisa. —Voy a ver a Apolo, ustedes charlen. —y sin más bajó.

  Anne me dio una mirada rápida, yo me estaba componiendo la camisa y el cabello. Qué buena interrupción.

  —Anne, ¿sabes lo que acabas de hacer? —le reproché.

  —Lo sé, lo siento.

  Me acomodé mi cabello en un moño medio flojo y, de pronto, escuché música.

  —Creo que ha empezado la fiesta. —se acercó a la ventana. Me levanté y me puse a la par suya. La noche había caído, la luna estaba más brillante que nunca, pero había cierta niebla que la hacía ver escalofriante, como una película de terror.



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En el texto hay: hombres lobo, romance, amor

Editado: 27.11.2023

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