Estas dos semanas han sido intensas. El descubrir nuevos pasos de baile ha sido una locura.
¡He sido una chava atrevida, loca! ¿Por qué? Porque le pedí a Fernando que fuera mi pareja de baile para el bootcamp.
Ethan anunció que debíamos elegir pareja, una con la que nos sintiéramos cómodos y en confianza. Y adivinen, ¿con quién se sentía bien bailando la bella Olivia? Sí, con Fernando.
Un martes, cuando Kathie pidió por tercera vez que formáramos pareja, Fernando estaba conmigo en la rotación. Se agachó a amarrarse las cintas de sus tenis, y yo solté nerviosamente un: ¿Quieres bailar conmigo en el bootcamp? Él, luego de incorporarse de nuevo y con un movimiento despreocupado de sus hombros, asintió con la cabeza y respondió con un: si. Así, seco, sin ninguna otra emoción pero sin titubeo alguno.
Terminamos el resto de ensayos juntos, ubicados al frente y al medio por nuestros profesores.
¡La motivación perfecta a mi pánico escénico! ¡Yei!
El día llegó, y como siempre en The Garden, la sede de nuestros sociales en Spice Dance. Aunque un poco intimidada, llegué con puntualidad y vestida con la ropa que habíamos elegido en un par de ensayos atrás, todos con camisa blanca y jeans azules.
Hace dos días, le había pedido a mi madre que me acompañara a comprar una blusa blanca. Yo solo tenía ropa formal blanca así que tenía que elegir algo cómodo y casual para la presentación. Encontré un body, con un nudo en el pecho que hizo que lo escogiera sin ninguna duda. Quería dar una buena impresión, aunque intentaba convencerme de que lo hacía solo por mí.
Otra cosa que me tenía muy emocionada era que sería mi primera vez bailando en público. Jamás me había atrevido y esto formaba parte de las cosas que siempre quise hacer. Una meta más a cumplirse para superar esos miedos que llevaba muy dentro de mí.
Estacioné mi auto afuera del restaurante. Debo contarles que el lugar donde estaba ubicado The Garden, parecía ser el peor, quedaba en una cuesta espantosa donde parecía imposible girar para salir del lugar, debido a lo estrecho de la calle y lo inclinado del terreno. Había tenido pesadillas con perder los frenos y salir disparada a toda velocidad, estrellándome en el muro de una casa al final de la calle. Si, yo sé, la mente de Olivia es la más exagerada y dramática del mundo. Sí, só, lo sé. Pero si ustedes pudieran ver el sitio, no me culparían de mis horribles pesadillas.
Solía llegar muy temprano, normalmente al salir de la oficina y debido al tráfico, prefería ir de una sola vez al lugar, cenar allí y luego perderme en la pista de baile, y hoy no había sido la excepción. En el restaurante solo estaban Ethan y Kathie, preparando el espacio.
Luego de saludarlos me alejé un poco de la zona y pedí algo de cenar. Había llevado mi laptop para avanzar con un poco de trabajo y evitar pensar tanto en los nervios que me producía bailar en público. Había estado tan inmersa en un informe de un proyecto que, no había sido consciente que algunos de mis compañeros ya estaban bailando y disfrutando de la noche.
Fernando se acercó con una sonrisa cómplice hacia la mesa donde me encontraba escondida bajo mi laptop. Él fue quien me sacó de mi momento workaholic.
—¿Lista para ser la estrella? —me dijo, moviendo las cejas juguetonamente y apoyando ambas manos sobre la mesa.
—Más bien lista para hacer el ridículo —respondí, bromeando y un poco sobresaltada por la sorpresa que me causo su repentina llegada.
—¡Ey!, nada de eso. Vas a ver que te va a ir súper. Yo te cubro —me guiñó un ojo, y algo en el estómago se me revolvió con un sabor agridulce.
—Confío en ti, pero no en mí
—Pues, deberías, porque yo si creo en ti. —Se sentó a la par mía.
—Gracias, creo que necesitaba escuchar eso. —Me sonrojé. Lo supe porque sentí que mis mejillas me ardían.
—¿Qué haces? ¿Por qué no estás bailando? —señaló la pista.
—Estaba avanzando en un informe de un proyecto de mi trabajo. Honestamente, no quería recordar que ya se me olvidó toda la coreografía y que probablemente me equivoque y te haga quedar en ridículo. —Puse ambas manos en mi cara, estaba nerviosa.
—A ver ... ven —se paró del asiento y me tendió la mano —Ahí atrás hay un espacio, ensayemos ahí. —tomé su mano y lo seguí. —Tenemos media hora para recordar todo, a mi también se me han olvidado, pero nada que no podamos resolver juntos.
Ensayamos varias veces en una sección del restaurante. Aunque había ruido, pasos cruzando, platos chocando en cocina, la música de fondo, un televisor con un partido de futbol local a todo volumen, cada repaso era un pequeño universo entre nosotros dos y comencé a disfrutar más este momento que a temer.
Y entonces llegó el momento. Ethan anunció por el micrófono que los alumnos que bailaríamos en el show, nos reuniéramos al fondo del restaurante para que Kathie nos ordenara y nos diera las últimas indicaciones para luego dar nuestro pequeño show.
El restaurante estaba a media luz y luces brillantes sobre la pista tomaron el protagonismo. Los bailarines estábamos listos en el "backstage" improvisado tras las mesas y cerca del bar, y el pequeño público comenzaba a llenar el espacio frente a la pista con risas y murmullos.
Mi corazón latía con fuerza, y mis manos aparte de estar botando mil litros de sudor, me temblaban un poco.
—Estoy nerviosa —le confesé a Fernando mientras esperábamos el turno de entrar.
Él me miró con dulzura, y se inclinó ligeramente hacia mí.
—Es normal. Pero... respira. Estás lista. Confía, tú puedes. Y además —agregó, bajando un poco más la voz y acercándose más a mí—... estoy contigo.—le sonreí.
Ethan anunció nuestra entrada, tomé a Fernando del brazo y caminamos al centro de la pista con el resto de nuestros compañeros.
Sentía eterno el momento al frente, la canción nunca empezaba a sonar y nosotros estábamos en posición de baile al centro de la pista.