Enamorate de mi

Café expreso.

Me encontraba en la cafetería de los estudios Art Life, tomando nuevamente un café con él. Ahí estaba. Vestía una chaqueta de cuero negra, y unos jeans ajustados del mismo color. Debajo de la chaqueta traía una camiseta blanca demasiado sencilla, pero aun así lucia espectacular con su vestimenta. Traía también unos zapatos casuales color negro.

Sentí una corriente de nervios recorriendo cada rincón de mi cuerpo, con un escalofrió que me inundo las piernas mientras permanecía sentada, observándolo mirarme fijamente, en completo silencio, como si estuviera haciendo un análisis psicológico con solo mirarme.

Sonrió de medio lado y dio un sorbo a su café ¿Qué rayos quería? No lo sé, pero no perdía ese toque especial que tenía para ponerme nerviosa.

- ¿Por qué estás aquí? – Pregunté ¡Que pregunta tan estúpida!

- Creo que es obvio ¿O no? Trabajo aquí.

- Eres el dueño – articulé con mis labios en línea recta.

Se echó a reír por alguna razón.

- ¿Aun no lo asimilas?

- No… y no importa – resople – hay algo más importante rondando mi cabeza.

- ¿Qué será? – Inquirió con una sonrisa burlesca ¿Por qué tenía que sonreír de esa manera? ¿Acaso no podía ser menos patán?

¿Por qué Luke, por qué?

- Quiero que me cuentes de Katherine…

- Vaya… dos semanas sin verme y lo primero que preguntas es eso… eso duele.

- ¿De qué demonios estás hablando?

- Creí que… no se… que querrías saber cómo estoy primero – articuló de nuevo con esa sonrisa burlesca. Ya comenzaba a ser una verdadera molestia tener que ver esa sonrisa.

- ¿Y por qué pensaste eso? – Inquirí con una ceja alzada, a manera de reto.

- Bueno, no se… pensé que tal vez extrañarías a tu eficiente asistente – dijo en tono de burla y esta vez fue descarado.

- No me interesa en lo más mínimo lo que hagas o como estés. No tengo por qué extrañarte ni mucho menos. Solo eras mi asistente, hiciste bien tu trabajo, y sobre todo, me mentiste.

¡Obvio si me interesa como estás idiota, y obvio si te extraño!

Pero no podía decirle eso. Seguía molesta con él por mentirme, pero no lo suficiente como para no extrañar incluso sus inapropiados y molestos juegos.

- ¡Auch! Que fría – ironizó – sin embargo – le vi levantarse de su silla como con cansancio – este no será el momento en que te cuente sobre Katherine.

- ¿Y cuándo lo será? – Cuestioné cabreada.

- Nunca. No hablare contigo de ello – AAAH.

¡Eres desesperante Luke!

- Fue un placer verte de nuevo lindura.

¿Por qué tienes que decirme así?

- Oye no, no, no te iras – intente detenerlo, pero por más que lo llamaba y lo perseguía, el siguió caminando en silencio hasta su auto.

Pero no me iba a rendir. Tenía que saber más sobre ella. Necesitaba saber por qué esa chica aparecía en mis sueños ¿Qué clase de relación podría tener ella conmigo?

Decidí ir a su departamento, al menos allí no podría evitarme. Tenía que hacerlo hablar de alguna manera. Y sabía cómo hacerlo. Tendría que salir con él, y estaba completamente segura de que no se negaría, pero… el problema realmente era yo.

No estoy acostumbrada a salir con hombres, de hecho, no sé lo que es salir con un hombre, y si soy sincera, incluso tenía miedo.

- Hola… vengo a ver a Luke Rodríguez…

- Lo siento señorita, pero el señor Rodríguez ya no vive aquí – contestó el amable recepcionista.

¿En serio? ¿Mientes con haberte mudado para evitarme?

- Por favor amigo, evitemos la pérdida de tiempo, dígale al señor Rodríguez que estoy aquí.

- Señorita creo que no me ha escuchado el señor…

- Ahórrese la mentira por favor.

- Señorita, el señor Rodríguez se mudó hace un par de semanas, puede subir a comprobarlo usted misma.

¿Qué? ¿En serio te mudaste?

Subí a comprobar lo que el recepcionista me decía. Cuando abrí la puerta de aquel lujoso departamento, todo estaba vacío. Solo era un departamento desalojado, lúgubre. La alegría que habia visto durante mis únicas dos visitas anteriores. Ya no estaba.

- ¿Sabe a dónde se mudó Luke?

- No señorita… cada dos meses, cambia de departamento. Viene aquí, pasa dos meses, y luego vuelve después de otros cuatro meses. Ha sido así los últimos años.

Salí de allí decepcionada. Jamás imagine que se escondería de mí el muy cobarde. Volví a casa ya por la noche y tuve que dedicarme toda una madrugada a pintar para calmar mi frustración.

No habia dormido nada. Dos enormes bolsas de ojeras se situaban bajo mis ojos. Los parpados se me cerraban solos, y ya no podía evitar cabecear.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.