Enamórate de mí

4

Bruno abrió los ojos. Con delicadeza tomó su mano derecha con la izquierda, la acercó a su rostro y depositó un beso en los dedos. Alzó la vista al cielo mientras se abrazaba la mano contra el pecho de forma casi protectora, después tomó la linterna del suelo, encendiéndola de inmediato para apartar la oscuridad.

—No sabes cómo lamento hacerte esto, mi dulce Daniela —susurró al mismo tiempo que se ponía de pie—, pero no pude seguir soportando tu malestar. Esto va en contra de lo que acordé con Beatriz, cuando vuelvas a tomar la luz va a gritarme.

Bruno se acercó al bolígrafo y el trozo de papel, los tomó sin cuidado alguno y comenzó a caminar iluminándose con la linterna. Los despojos del animal muerto en la habitación así como lo cuerpos en el pasillo no podían importarle menos, debía llegar al segundo piso lo más rápido posible, de lo contrario Daniela despertaría una vez más y tomaría la luz sin avisarles. Maldijo mentalmente a los científicos infelices que los metieron en esa situación.

En silencio a paso veloz atravesó el pasillo restándole total importancia a quienes ahí yacían desangrados. Se disponía a girar hacia la izquierda cuando escuchó un ligero golpe, así que se detuvo en el acto. Tapó la cabeza de la linterna con una mano para disminuir la luz que emitía, luego inclinó un poco el cuerpo hasta asomar la cabeza sobre el muro para inspeccionar. Resistió chasquear la lengua.

Desnudo, divisó a un tipo alto de rojiza piel sarnosa que sujetaba a otro, de similar apariencia pero menor tamaño, por el cuello. Por la rigidez que Bruno logró percibir en sus extremidades hacía ya un rato que lo había asesinado, más seguía sacudiéndolo, apretando con violencia como si intentara matarlo de nuevo.

«Es lo malo de estos experimentos fallidos» pensó Bruno «no saben cuándo detenerse. Debo quitarlo del camino sin alterar a los otros».

Todavía con la vista fija en el agresivo sujeto desnudo, sintió que los vellos de su nuca se erizaron. Un apenas perceptible rugido bestial resonó justo detrás de Bruno, seguido por una fuerte sensación de ser observado. Al darse la media vuelta se encontró de frente con la misma silueta bestial que había intentado devorar a Daniela. Bruno sonrió. A diferencia de Daniela y —para orgullo propio— de Beatriz, él sabía con certeza qué era esa criatura.

—No hagas ruido, ¿quieres? No quiero alertar a los demás —le dijo Bruno a la infernal criatura sin rostro, cuyo hocico bañado en sangre le sonrió de vuelta—. Todavía no hemos podido comunicarnos con Daniela, pero una vez que lo hagamos, te prometo que podrás hacerlos gritar.

La bestia, inclinando la cabeza en señal de respeto hacia Bruno, se desvaneció. El joven viró sobre sí mismo y caminó hasta el muro por donde había mirado antes sin detenerse. Apenas giró hacia la izquierda el hombre de piel sarnosa escuchó sus pisadas. Giró la cabeza, dejó caer el cuerpo que apretaba con las manos previo a darse la media vuelta. Bruno sonrió con suficiencia.

—Oye, Chris Walker[1]—comentó a modo de burla—, ¿listo para encontrarte al Walrider[2]?

Antes de que el hombre pudiera moverse frente a la provocación de Bruno, la silueta lo alzó en el aire y le clavó los filosos colmillos en el cuello desgarrando la yugular, lo que tiñó el suelo de carmesí. Sin prestar más atención a la forma atroz en que la bestia degustaba el cuerpo, Bruno siguió su camino.

Al final de pasillo, a mano derecha, se encontraba el ascensor. Presionó el botón para llamarlo y aguardó impaciente. No sabía cuánto tiempo tardaría Daniela en despertar y reclamar la luz una vez más, debía llegar a la oficina del director del reclusorio mental en el segundo piso si quería ponerla a salvo. Mientras tanto solo suplicaba porque ella no despertara mientras estuviese en camino, si se ponía a gritar por el desconcierto de estar en otra habitación y los experimentos la escuchaban, no habría nada que hacer.

Maldito psiquiatra entrometido que los puso en esa situación de mierda. Que él no pudiese entender lo que sucedía entre Beatriz, Daniela y él no significaba que algo anduviera mal. Pero no es posible ser tres personas en una, alegó el muy infeliz. Trastorno de identidad disociativo, los llamó. ¿Qué diablos podía saber él? Solo buscaba conejillos de india para experimentar.

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Nota de la autora:

[1] Chris Walker es uno de los antagonistas del famoso juego de terror: Outlast.

[2] “Walrider es el antagonista y jefe final del famoso juego: Outlast.”




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