Enamórate de mí

6

La cabeza le dolía horrores y las náuseas eran mucho más fuertes que el principio. No entendía qué diablos estaba ocurriendo con ella. Al incorporarse, pasándose una mano por el cabello, se dio cuenta de algo que la hizo gritar: estaba en una habitación completamente diferente a la primera. Se levantó del suelo dando un salto e intentó encontrar la linterna con desesperación.

Con movimientos faltos de coordinación terminó empujando la silla que se encontraba detrás del escritorio, lo que bloqueó su camino y la hizo golpear de bruces el suelo. Al levantarse de nuevo y seguir con su búsqueda, empujó la linterna con el dorso de su pie izquierdo, de modo que al sentirla se giró de inmediato.

La tenía en sus manos, estaba segura de que era la linterna que encontró en la otra habitación, pero al encenderla, la luz blanca y fuerte que emitió era muy diferente también. Alguien le había reemplazado la batería. Eso fue suficiente para que Daniela entendiera que, si había alguien con ella en ese lugar, no buscaba hacerle daño. Sonrió sintiéndose aliviada. Tras suspirar e inspeccionar un poco mejor la habitación, vio el escritorio justo a su lado con un trozo de papel doblado encima, así como la silla rotatoria que derribó y un bolígrafo.

Se sintió feliz de encontrar la nota ahí, incluso rogó al cielo porque fuesen las mismas personas de antes. La tomó entre sus manos temblorosas para desdoblarla con cuidado. Claramente fue escrita con prisa, ya que la caligrafía era apenas entendible; aun así, previo a leer el contenido, su corazón latió con fuerza al ver el nombre hasta el final del papel, llenándose del anhelo de apretarlo contra su pecho y abrazarlo como a un objeto muy preciado.

 No estás sola, querida, siempre piensa en eso. Si te sientes sola llámanos, di nuestros nombres, cuéntanos lo que piensas y te prometo que te escucharemos. Tal vez al principio pienses que no te escuchamos, pero lo hacemos. Si ves un cristal háblale a Beatriz, ella te responderá. Sé que estás cada vez más confundida pero no hay tiempo para explicarte ahora lo que está pasando, lo haremos apenas estemos en la zona segura, lo prometo.

Mientras tanto, por favor, sigue las instrucciones que Beatriz y yo dejaremos para ti. Necesitamos que bajes al primer piso sin hacer ningún ruido. Para ello debes atravesar el pasillo principal que conecta con la oficina en la que estás, es largo pero no te angusties, solo sigue hacia el norte hasta que topes con una puerta que dice: «solo personal autorizado». De ahí deberás caminar por el pasillo de la izquierda, baja por las escaleras del fondo y dirigirte hacia la farmacia, está a mano derecha, por el tercer pasillo.

Una vez adentro busca algo para atrancar la puerta, vas a dormir ahí esta noche. No falta mucho para que anochezca, así que debes darte prisa. Por favor, presta atención a lo que te estoy diciendo. El asilo mental donde nos encontramos está lleno de pacientes peligrosos que debes evitar a toda costa. Ver a otros los vuelve agresivos, lo que no te deja más remedio que matarlos para que ellos no hagan lo mismo contigo. No te gustará eso, así que mejor anda con cuidado.

En caso de que te encuentres alguno tienes que apagar la luz, cerrar los ojos y pronunciar la palabra: ipthanor. Cuenta despacio hasta diez antes de encender la luz de nuevo, tú decide si quieres mirar atrás. Pase lo que pase, en ningún momento debes detenerte. A oscuras o con luz, sigue caminando.

Siento que estás por tomar la luz, así que dejaré la nota hasta aquí. Mañana intentaremos comunicarnos contigo otra vez. Hasta entonces te deseo suerte y la mejor noche que puedas tener. Yo espero soñar contigo.

Bruno.

PD: La criatura que viste en la otra habitación es un aliado. Y te juro que al principio no quería atacarte, pero luego te explico. Si lo ves no grites, eso lo enfurece.

No supo cómo sentirse al respecto cuando terminó de leer la nota de Bruno. Tenía muchas más preguntas que respuestas, sin embargo, no estaba convencida de querer conocerlas todas. Alzó la cabeza al techo y lo observó con desconcierto. Era evidente que no estaba sola en ese tenebroso lugar.

—¿Beatriz? ¿Bruno? —pronunció Daniela con voz apenas audible, miraba hacia todos lados como buscando alguna señal de ser escuchada—. ¿Beatriz, estás aquí? —Ninguna respuesta llegó.

Daniela agachó la cabeza de nuevo y la fijó en el papel. Quería confiar en la nota de Bruno, en que ellos dos la escuchaban aunque al principio pareciese que no. Quería confiar en eso, era todo lo que tenía ahora. Apretó el papel contra su pecho, luego se puso de pie; sujetaba la linterna con fuerza en su mano.

Al mover la luz por la parte superior de las paredes, encontró un reloj colgado a la izquierda. Si aún funcionaba, eran las siete de la tarde. Debía llegar a la farmacia antes del anochecer. Tenía cuarenta minutos para lograrlo. Se preguntó si sería suficiente.




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