I
Ialu el de pies rápidos
Para el momento en que Ialu dejó su pedazo de lija en el suelo, el sol de la tarde que golpeaba la ventana se tornó del color miel pálida. Deslizó su dedo suavemente a lo largo de la tapa del cajón meticulosamente lijado y para el sentido del tacto estaba bien. Este era el último. Lo levantó y lo deslizó en la cajonera. Se deslizó cómodamente, como si fuera aspirado desde dentro, y el fondo del cajón salió con una bocanada de aire. Ialu sonrió. Está listo.
Agarró la escoba que estaba recargada en la pared y empezó a barrer los restos de madera sobre el piso. Solo entonces escuchó un golpe en la puerta.
- Soy yo, Yantoku, el ebanista. Vine a entregar tu pedido – a pesar de que Ialu reconoció la brusca voz de su hermano adoptivo, no abrió la puerta de inmediato. En vez de eso, él se paró detrás de la entrada, escuchando atentamente cualquier ruido fuera de lo común. Sólo entonces abrió lentamente la puerta.
Entró un hombre alto con una tosca complexión cargando madera con sus brazos. Tan pronto como entró Ialu cerró la puerta y la aseguró firmemente. – Tan cauteloso como siempre – dijo con tono de burla – No hay nadie afuera, ya lo sabes – Ignorando sus comentarios, Ialu lo guío al cuarto de atrás. Cuando Yantoku vio la cajonera, dejó su carga en el suelo y se arrodilló en frente de la cajonera. Tocando la madera con manos sabias, el inspeccionó el trabajo. Después, aún arrodillado, miró sobre su hombro a Ialu y le sonrió.
- Está bien hecho. Nadie dudaría de mi se digo que lo hice yo. Un increíble trabajo para alguien que ni siquiera es carpintero –
- Eso es debido a que solo es un pasatiempo – Ialu respondió tranquilamente – Puedo dedicarle el tiempo que necesite hasta que quede bien –
Yantoku se levantó, una mano seguía sobre la cajonera – Bueno, entonces dejémoslo así. De otra manera no seré capaz de sostener mi orgullo como carpintero – volvió a tocar la superficie una vez más y levantó una ceja a Ialu - ¿Estás seguro que no cobraras por esto? Por trabajos de esta calidad mínimo podrías ganar diez grandes monedas de oro, pero solo me dejas pagar por los materiales. ¿No quieres ni siquiera un poco de las ganancias?
Ialu negó – No hago esto por dinero, lo hago porque me gusta crear cosas. Me brinda satisfacción, y si hace que ganes dinero al mismo tiempo, ¿Que puede ser mejor? –
Yantoku frunció el ceño. La habitación donde están parados está vacía exceptuando por la cajonera y las cosas de Ialu. Las manchas de polvo flotando por el aire brillan con el atardecer. Para él lucía como la celda de una prisión y no como un hogar. No podía evitar sentir lástima por su hermano adoptivo. Pero puedo apostar que soy la única persona que le da lastima ser miembro de los Se Zan, los escudos impenetrables que protegen a la realeza…
Ialu es el tercer hijo del vecino de Yantoku. Él y Yantoku fueron criados como hermanos entre las chozas destartaladas en las calles secundarias detrás de Sakkala, el hogar de los trabajadores más pobres de la capital real. La madre de Ialu había enfermado, todos su hijos menos dos, Ialu y su hermana menor, habían muerto después de nacer. Cuando Ialu nació ella fue incapaz de atenderlo, la madre de Yantoku, quien solo dio a luz a Yantoku, amamantó a los dos, cargando a cada uno en un brazo.
A pesar de que el es un hombre de pocas palabras, su padre era un habilidoso ebanista quien se ganó un favor con el maestro carpintero. Si las cosas hubieran salido bien, Ialu hubiera heredado la profesión de su padre, y estuviera criando a sus propios hijos, justo como Yantoku. El día que cambió radicalmente la vida de Ialu se quedó vívidamente grabado en la memoria de Yantoku.
Ellos tenían ocho años en aquel momento. Ialu y él salieron de su casa al mediodía teniendo paquetes con los almuerzos para sus padres. Los dos hombres estaban trabajando en el interior de una nueva casa que estaba siendo construida para un comerciante rico. Normalmente, los niños hubieran preferido jugar qué hacer mandados, pero entregar el almuerzo era una tarea importante, y se fueron por el lado oeste de la ciudad donde viven los comerciantes de clase alta.
Era un lindo día, y el sol estaba caliente. Nubes hinchadas flotaban en el cielo azul, y los árboles que estaban alineados por el boulevard del distrito oeste emitían sombras negras contra las blancas paredes de las mansiones. Ialu y Yantoku solo doblaron una esquina y miraron la casa en la que sus padres trabajaban cuando la tierra hundió sus pies y empezaron a tambalearse, como si una criatura gigante estuviera sacudiéndose a lado de ellos. Los niños se cayeron sobre la tierra. Arrastrándose en cuatro, alzaron sus cabezas y vieron que la construcción se empezaba a inclinar. Entonces, con el chillido de la madera contra la piedra, se colapsó. Una nube de polvo rozó el aire, cubriendo la destrucción.
Editado: 18.08.2019