Habían pasado dos años más desde que la pequeña humana se había unido a la manada, parecía que su belleza aumentaba con los años y era normal verla correr por el bosque junto a los demás niños de la manada, Sirhan siempre estaba al pendiente de ella era algo que no podía evitar su lobo se lo exigía, esa tarde había salido a correr cuando de regreso escucho los sollozos de la pequeña en el bosque, se acercó y la encontró sentada en la raíz de un gran árbol.
– ¿Porque estas triste, caperucita? –Preguntó el Alfa acercándose a la pequeña de cinco años-
–Porque no puedo trepar a los árboles –Le contestó sorbiendo mientras con una manita se limpiaba las lágrimas- Porque mis manos no se convierten en garras. –Dijo enseñándole sus pequeñas manitas al Alfa, el cual sonrió al escucharla-
–Está bien no tener garras, tienes unas manos muy lindas y puedes hacer muchas cosas con ellas, vez las mías son mucho más grandes y rasposas porque son garras, en cambio las tuyas son hermosas y suaves.
–Pero no puedo trepar a los árboles con mis amigos, tengo que quedarme aquí mientras ellos están arriba. –Señaló las puntas de los árboles-
–Entiendo ¿Quieres subir con tus amigos? –Preguntó a la pequeña quien asintió sin mirarlo- Ven acá –Dijo poniéndose de pie para tomarla en brazos- Sostente fuerte. –Nakia asintió sonriendo y enredando sus bracitos en el cuello del Alfa- ¿Te gusta? –Le preguntó ya que se encontraban en la cima del árbol-
–Sí, se ve mi casita de aquí –Le Señaló con la mano, el Alfa la olfativo absorbiendo su esencia- ¿Estás oliéndome? –Preguntó Nakia sonriendo- Mi papi y mami dicen que huelo rico.
–Así es, hueles muy rico –Aceptó Sirhan queriéndose dar contra el árbol al no ser cuidadoso-
–Tú también hueles rico –Dijo la pequeña hundiendo su nariz en el cuello del Alfa haciendo que el lobo ronroneara feliz por tenerla así- Papi y mami también huelen rico. -Siguió la niña hablando-
–Deberías regresar con tus amigos, creo que ya volvieron a sus casas. –Sugirió Sirhan y Nakia solo asintió agarrándose fuertemente del cuello del lobo-
– ¿Tu lobo es grande? –Le preguntó la niña mientras bajaban del árbol-
–Sí.
– ¡Genial! El de mi mami y papi también son lobos grandes, yo no tengo lobo me gustaría, aunque me gustaría más ser un gatito, son tan lindos –Le platicó mientras él empezaba a caminar rumbo a la casa de la pequeña- Papi prometió que pronto tendría un gatito porque ya soy una niña grande y puedo cuidar de él.
– ¿De verdad?
–Sí, cuando encontramos un gatito para adoptar ¿Quieres saber cómo se llamará? –Habló mientras se recargas en el gran pecho del Alfa-
–Claro.
–Bolita de nieve, porque será un gatito blanco, mi mami dice que elegí un buen nombre porque puede ser para niña o niño –Sirhan sonrió al escucharla-
–Es un nombre muy lindo. –Dijo llegando hasta la casa de los padres de Nakia que vivían al final de la reserva, pero era de las que estaban más cerca del bosque-
–Lo sé. –Le respondió aún recargada en su pecho-
–Hemos llegado a tu casa –Anunció parándose enfrente de la entrada-
– ¡Oh sí! Gracias Alfa –Dijo la pequeña incorporándose en los brazos de Sirhan-
– ¿Porque me dices Alfa? –Le pareció extrañó que lo llamara así, si desde que empezó hablar la pequeña le empezó a decir lobo feroz-
–Mami dice que debo decirte así y que es malo llamarte lobo feroz –Habló la pequeña encogiéndose de hombros-
–Entiendo caperucita, pero tú puedes llamarme Lobo Feroz. –Dijo dejándola con cuidado en el suelo y la Pequeña Nakia sonrió encantada- Me tengo que ir, nos vemos después caperucita.
–Adiós, lobo feroz. –Respondió la pequeña sonriendo antes de darse la vuelta y correr a su casa-
Nakia le platico todo lo que había pasado en el bosque con el Alfa a su mami mientras le ayudaba hacer la cena, Idara la escucho atentamente, su papi trabajaba en la ciudad que estaba a media hora de la reserva era dueño de una librería, así que todos los días iba a la ciudad y regresaba para la hora de la cena o antes.