La mano de Euliseo desenterró un colmillo dorado del interior del hombre. Era tan brillante, a pesar de la sangre que lo manchaba, que lo cegaba. El colmillo, similar al de un tiburón blanco; solo podía pertenecer a una especie, las sirenas.
La pesadilla del Ojo de Mosca.
El adulto de 32 años le tenía un miedo y rencor a aquellas creaturas. Desde que le arrancaron lo más importante que tenía...
Su familia.
El pelirrojo mordió sus labios, buscó un envase de cristal y depositó el diente. Se desprendió de los guantes y los echó a la basura. Los demás hombres en la sala contenían la respiración, era una evidencia de lo que más temían.
Euliseo analizaba el objeto dorado con precaución, hace muchos años que no se encontraba una pista de aquellos seres que supuestamente habían sido exterminados por completo.
Todos abandonaron la habitación cuando Ojo de Mosca termino de analizar las pistas del cadáver. Los oficiales se despidieron del hombre pelirrojo y se dirigieron a sus hogares; mientras, Euliseo se dirigió a la posada. Muchas cosas pasaron por el camino, cosas que lo llevaron a un buen futuro.
Por el camino se desvió para ayudar a una que otra señora a cargar las compras, y estás en agradecimiento le regalaban galletas de mantequilla. Oh, Euliseo amaba las galletas de mantequilla, son deliciosas y más cuando son saladas.
Cuando fue de vuelta a la posada un perro callejero( y malagradecido) lo mordió cuando intento darle un poco de vino para beber.
—¡Maldito perro malagradecido! —, exclamó al aire, varias personas lo miraron un poco preocupados al ver su mano sangrante. Una señora de edad avanzada, precisamente una de las que ayudó, se acercó a él. Luego, lo tomó de la mano sana y lo arrastró hacia por las calles del poblado.
La anciana los arrastró hacia un tipo de tienda en forma de cabaña. Estaba decorada con una puerta de madera de roble y un hermoso jardín. El lugar estaba lleno de pequeños animales como pájaros y mariposas; el techo estaba decorado por un par de flores. La puerta tenía una pequeña campana dorada y un pequeño letrero con la palabra «Bienvenidos». Desde afuera parecía un lugar cómodo y humilde, de una familia de cazadores tal vez.
La anciana lo dejo en el lugar, después el hombre pasó al interior del lugar. Olía a flores silvestres, a rocio mañanero, a libertad. Euliseo amó el olor del lugar, le recordaba a lo que alguna vez fue su vida, su juventud. Aquellos tiempos donde pelea hasta morir de cansancio, donde era un guerrero a la orden del viejo rey.
—¡Buenas! ¿En qué puedo ayudarle? —una voz dulce y jovial se escuchó, proveniente de una mujer. Cuando el pelirrojo volteó para ver quién era la mujer, su respiración se fue. Era una mujer tan normal, pero parece que su sonrisa sincera lo embrujo. Fue amor a primera vista. Cuando vio aquellos ojos marrones sintió una calidez en su pecho, una que había perdido hace tantos años atrás.
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Editado: 31.07.2019