Encanto Navideño.

Prólogo.

Hace tan solo siete meses, nuestros padres perdieron la vida en un trágico accidente de avioneta durante su viaje de aniversario. Cuando ellos partieron de este mundo, me dejaron a cargo de mis hermanos, incluso contra todo pronóstico. El estado y otras personas consideraban que una mujer de solo 23 años no podría encargarse de cuatro menores, pero de algo estaba segura: ¡ay de aquel que tuviera las suficientes agallas para intentar arrebatarme a mis pichones! La desesperación y el amor por mis hermanos me dieron la fuerza para enfrentar cualquier obstáculo y demostrar que, aunque joven, estaba dispuesta a luchar con uñas y dientes por ellos.

Y aún así, ni toda la valentía y el amor me prepararon para los desafíos que conlleva criar a una pequeña de apenas dos años, un par de gemelos con una insaciable necesidad de demostrar quién era el más avispado y gracioso, y, por supuesto, el peor temor de cualquier padre: un adolescente en plena etapa crítica. Ya había utilizado todos los trucos que mi madre me había enseñado para el día en que tuviera a mis propios hijos, pero con Sebastián, ninguno surtía efecto. Al contrario, parecía que cada intento solo empeoraba la situación.

La gota que derramó el vaso con Seb, fue cuando anuncié a la familia que nos mudaríamos a la mansión que el tío Bartolomé nos había dejado como herencia. Una antigua, majestuosa y hermosa mansión perdida en los bosques y montañas de un remoto, pero pintoresco pueblo: Evergreen Hollow.

Sabía que no era el momento más propicio para dicho gran cambio, pero la realidad era una sola y en esa, yo no era como nuestros padres y no podía costearnos la vida que llevábamos en Chicago. ¿Cómo hacerlo si apenas era una universitaria? Si bien nuestros padres nos habían dejado una cuenta bancaria con una gran suma de dinero, no lo iba a desperdiciar en una vida de lujos que en realidad no podríamos sostener más allá de un par de años. Eso sería irresponsable, estaría construyendo un castillo de naipes en las nubes y antes de darme cuenta, se derrumbaría sobre nosotros.

Es así, como una semana antes de navidad con maletas en manos y con el apoyo, o no, de mis hermanos, emprendimos el camino a nuestro nuevo hogar.




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