Encanto Navideño.

1- La Mansión.

Inmediatamente supe que, de aquella vivas y encantadora mansión de ensueño que recordaba de mi niñez, solo quedaba eso: encantadores recuerdos. La inmensa estructura que se erguía imponente ante nosotros estaba destartalada y la maleza estaba más alta que los mismos árboles del jardín. Apreté fuertemente las manos de Theo y Rory para que no se perdieran en los altos yuyos, pero Bella estaba inquieta en los brazos de un molesto Seb. Si desde un principio él estaba en total desacuerdo con la mudanza, esto solo le facilitaría el mofarse de mí y mi gran plan.

-Vean y observen con atención queridos hermanos; frente a nosotros se encuentra la majestuosa mansión que era la anfitriona de los grandes eventos y fiestas memorables de navidad en el todo el pueblo. – Seb repitió las palabras que yo había dicho durante nuestro largo viaje en auto, evocando viejos recuerdos de mi infancia y, por supuesto algunas historias que nuestro tío nos había contado a mis padres y a mí sobre la casa. – Creo que a nuestra hermana mayor Eva, se le olvidó que los años no solo pasan por las personas, pero, ya que nuestra nueva casa resultó ser un total fracaso, creo que eso nos da luz verde para regresar a nuestro verdadero hogar, en Chicago.

Yo miré a mi hermano con esa mirada que mi madre había utilizado conmigo durante tantos años, esa que me indicaba cuando había rebasado mis límites, la misma que yo llegue a odiar tanto, a la edad de Seb y, ahora, era yo quien la empleaba. ¿Cuándo llegue a este punto?

-Sabes que no podemos volver.

Le dije en tono de advertencia y luego sonreí para tratar de aligerar el ambiente, pero él solo rodó los ojos en respuesta, seguido de un resopló.

-Es verdad – continúo luego de una pausa, seguramente estaba buscando las palabras que mejor se moldearan a su enojo – ya no podemos regresar, porque alguien se encargó de que así fuera.

-Sabes que no tenía opción.

-¡Claro que la había! ¡Tenemos los ahorros que nos dejaron nuestros padres!

-Sabes que eso solo habría sido una solución momentánea, pero con este nuevo comienzo y nuestro plan podremos….

-¿¡Nuestro!? ¡Querrás decir con tú plan! A nosotros no nos consultaste nada, solo actuaste por ti.

-Si, tienes razón, no lo consulte con ustedes, solo hice lo que me pareció mejor para todos.

-No, no finjas que lo hiciste por nosotros. ¡Todo esto – dijo señalando en círculo todo el lugar para enfatizar sus palabras – era tu estúpido sueño! No el nuestro.

-No, esto no era para nada mi sueño y tú lo sabes. Además, controla tu tono jovencito.

-¿¡O qué!? ¡Tu no eres mi madre!

Sus palabras dolieron, y mucho. Sentí una punzada atravesando mi pecho y los ojos me escocían, pero respire hondo y me tragué las ganas de llorar. Sebastián por su parte se acercó y me entrego a Bella en brazos y se encaminó de malas ganas al desvencijado porche. Ya no tenía fuerza para decirle que era peligroso e imprudente que entrara solo en ese sitio, en su lugar, me concentre en buscar los camiones de mudanza que se suponía, habían llegado antes que nosotros. Y aún así, no había ni rastro de ellos y no es que pudieran ocultarse tras la maleza.

Rebusque mi celular en el bolsillo del pantalón mientras hacía malabares con Bella en mis brazos, finalmente, tuve que soltar la mano de Aurora, pero antes me asegure de que Theodore aún sostuviera la de ella. Una vez encontré el celular llame de inmediato a José, el encargado de traer nuestras cosas.

-Eva… tengo hambre.

-Ya, lose Rory, pero ahora estoy al teléfono, quédate tranquila y sostén la mano de tu hermano.

Con cada tono del teléfono, mi paciente se iba perdiendo. Para cuando José contesto, yo estaba al borde de un ataque.

-Hola, señorita.

-¿¡Hola!? ¿Así nada más? ¿En dónde se supone que están? Somos los más rápidos me dijiste, mi compañía es económica, pero eficaz repetías una y otra vez; no tiene nada de que preocuparse, para cuando llegue a la casa mis hombres y yo ya estaremos descargando sus pertenencias me prometiste. ¿Y en donde quedó toda esa basura de publicidad?

-¡Theo! ¡Eva dijo una mala palabra!

Los gemelos comenzaron a reír descaradamente y yo tuve que hacerles un gesto de silencio para poder oír la excusa del porque se retrasó José.

-Discúlpeme señorita, pero en mi defensa, nosotros si llegamos primero.

-¿Ah sí? ¿Y en dónde están? ¡Porque definitivamente yo no los veo!

Escuché un suspiro del otro lado de la línea y por un momento me planteé la idea de disculparme. Ellos no tenían la culpa del estrés que se me había acumulado en los últimos meses, pero aún así, yo me la desquitaba con ellos.

-Es que si llegamos, pero al mismo tiempo no.

-¿Qué? ¿Cómo es eso?

-Vera. Hubo una confusión con la dirección; nosotros estamos en Pinewood Lane, 123, pero usted vive en…

-Pinewood Drive, 123. ¿Me está diciendo que nuestra mudanza está en otra casa?

-Si, pero no sé preocupe, el dueño del lugar se ofreció a escoltarnos así que estaremos allí en un momento.

-Genial. Aquí los espero.

Colgué el teléfono y suspire con cansancios mientras apretaba los ojos. Entonces, Isabella comenzó a reír entre mis brazos y al abrir los ojos, ella me señaló en dirección a la casa.

-Si, lose Bella; todo esto parece un mal chiste.

Cuando me encamine a la casa noté la ausencia de los gemelos y, por un segundo entré en pánico. Hasta que los vi corriendo alrededor de Sebastián quien aún estaba explorando el porche.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.