Encanto Navideño.

8-Te Recuerdo.

Cuando salimos de la casa observé como los empleados de Alex estaban trabajando rápidamente, pero por alguna razón, tuve la sensación de que no éramos bienvenidos en ese lugar, a pesar de que era nuestra casa. Sus miradas lascivas y comentarios en susurros que compartían entre sí, me daban mala espina. Incluso, al pasar junto a un hombre de complexión grande y apariencia intimidante, él tuvo la osadía de escupir al suelo en nuestra dirección. Aparté la vista y me fijé en la espalda de Alexander dónde las manos de Bella se posaban; ella había insistido en que quería ir en brazos de él, y por supuesto logró su cometido.

—No te preocupes Eva, seguro él está en el pueblo.

La voz de Alex me llegó por encima de sus hombros y apresuré a los gemelos que iban cogidos de mis manos para así alcanzarlo.

—Eso espero, aunque también tengo miedo.

—¿Miedo?

—Si, él es nuevo aquí, y no conoce el lugar — dije en referencia a Seb — aunque también es cierto que siempre ha tenido una brújula interna por lo que es difícil perderse estando con Seb.

—¿Ves? Él está bien, solo es un adolescente en una etapa complicada. Todos hemos pasado por eso.

Decidimos que iríamos en la camioneta de Alex, bueno, más bien él insistió en qué así fuera; dijo que sería más fácil para traer el árbol. En el asiento trasero los niños miraban por las ventanillas y se sorprendían de la gran cantidad de árboles que rodeaban el camino de acceso a la mansión, el cuál estaba cubierto por hojas secas. Era algo hermoso la verdad y, a pesar de que no estábamos lejos del pueblo, si era lo suficiente como para perdernos en el denso bosque de Evergreen Hollow. El aire había cambiado, al igual que la temperatura; ahora estaba más frío y, por la pinta de las nubes que surcaban el cielo, podía decir que se avecinaba una tormenta. Al ver hacia afuera, mis ojos fueron más allá de la arboleda, y mi mente viajo al recuerdo de aquel día en el lago que había en el claro del bosque. De seguro se congelaría al llegar el frío más intenso, pero no iría a averiguarlo; la última vez que estuve allí…. Mi cuerpo se sacudió con un escalofrío involuntario al recordar ese incidente.

—¿Tienes frío? — Alex preguntó mientras subía la calefacción sin quitar los ojos del camino — Deberías haber traído algo más de abrigo.

—En realidad, no tengo frío, solo tuve un mal recuerdo.

—¿Quieres compartirlo?

Lo miré un instante y él hizo lo mismo, pero solo fue un segundo y regreso los ojos a la carretera poco transitada. Era increíble lo desierta que estaba, era todo lo contrario a las atestadas calles de Chicago.

—En realidad fue algo que sucedió hace años. — Comencé y miré a mis hermanos que ahora estaban entretenidos jugando con una pequeña maquinita de juegos — Cuando era pequeña, me adentré en el bosque cubierto de espesa nieve; estaba persiguiendo a una ardilla y, cuando me di cuenta, estaba a orillas del lago congelado. La pequeña bola de pelos caminó por encima del hielo, y yo, imprudente como cualquier niño de 6 años, decidí ir tras ella. Al principio todo iba bien, pero entonces, al llegar al centro del lago escuché el horrendo sonido del hielo resquebrajándose bajo mis pies.

Aún hoy podía recordar el ruido que luego se convirtió en la razón de mis noches de insomnio, y de mi temor al agua. Mis dedos se entrelazan con fuerza tratando de contener la naciente necesidad de comerme las uñas o, rascarlos hasta comenzar a quitar pequeños pedazos de piel; un tic que había desarrollado a raíz de ese incidente.

—Intente correr de regreso a la orilla, — continúe luego de unos minutos de silencio viendo cómo Alex estacionaba la camioneta fuera de un local que ponía “La granja de Zoey” en letras grandes y curvas — pero por supuesto las grietas del hielo eran más rápidas que yo. Creo que alcancé a dar tres pasos cuando tropecé con mis propios pies y caí, el impacto aceleró el proceso. A pesar de mi corta edad, pude comprender que lo que se avecinaba era mí fin, y la razón era el haber salido en busca de es ardilla. ¿Sabes lo que hice entonces?

Miré a los ojos de Alex que me miraba con atención esperando a que continuara con mi relato. Yo sonreí estúpidamente al recordar mi inocencia o quizá, solo era estupidez.

—Mire a mi alrededor en busca de la ardilla y crucé los dedos porque estuviera a salvó en tierra firme. Sentí alivio al descubrir que ella había alcanzado el otro lado del lago y me observaba con sus grandes ojos expectantes. Su pequeña nariz hizo un movimiento muy simpático, tierno y gracioso a la vez cuando olisqueo el aire en mi dirección; me reí. Fue lo último que hice antes de que el hielo al fin cediera, y mi cuerpo se precipitara hacia las oscuras y heladas aguas bajo esa fina manta que la cubría. Recuerdo la sensación de aturdimiento y como el frío me calaba hasta los huesos, sentí la presión del agua aplastando mi pequeño cuerpo y la gravedad arrastrándome hacia la oscuridad más espesa y temeraria que hasta entonces, jamás había conocido. Comprendí que la naturaleza era hermosa, pero igualmente engañosa y letal. También entendí que mi peor enemigo era el miedo y la impotencia. No sabía nadar, por lo que estaba completamente segura de que no saldría de allí. Justo cuando mis ojos estaban a punto de cerrarse, lo vi. Era como un ángel que había llegado a rescatarme. Se lanzó al agua helada sin dudarlo y nadó rápidamente hasta que su mano me alcanzó y se envolvió en mi muñeca. Tiró de mí y comenzó a nadar hacia la superficie, llevándome con él.

Sonreí al recordar a aquel héroe sin capa con el cual compartí tardes de juego después de aquel incidente.

—Solo era un niño, unos años mayor que yo, pero un niño al fin. Cuando estuvimos a salvo en la tierra, él me envolvió en su campera, que se había quitado antes de entrar al agua; estaba seca y cálida. “Mi ángel guardián”, le dije yo, pero él negó con tristeza y me respondió….

—No soy un héroe ni un ángel guardián. — Dijo Alex de repente, y sus ojos miraron directamente a los míos antes de continuar — Solo soy alguien que llegó a tiempo, sin miedo, y que por una vez, pudo hacer la diferencia. A veces, eso es todo lo que necesitamos… para recordar que incluso en la pérdida, hay momentos que nos definen.




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